La secuela de la pandemia

Paralaje.

Liébano Sáenz

En solidaridad con Ciro Gómez Leyva.

Las medidas preventivas para contener la pandemia se extenderán hasta finales de mayo. Hace sentido la decisión y es una muy oportuna corrección del Presidente López Obrador apoyando las acciones preventivas para que la población se comporte en consecuencia. Distraer la atención pública en querellas menores y a veces imaginarias es pérdida de tiempo y energía, especialmente porque ahora más que nunca se requiere de la unidad nacional y del liderazgo integrador del jefe de Estado.

Seis semanas es mucho tiempo, sobre todo porque se suma a un periodo previo de suspensión de normalidad y para muchos de encierro estricto en sus propios hogares. Pero seis semanas son pocas, si esto ayuda a evitar un disparo en la velocidad de contagios que ponga en jaque al sistema de salud por la incapacidad de hacer frente a la demanda de servicios hospitalarios.

Las cifras de la pandemia divulgadas por las autoridades merecen una doble lectura. Por el lado positivo, los contagios, si bien tienen un incremento importante, no parecen contemplar como probable lo que ocurrió en otros países, especialmente Italia, España y Estados Unidos; ojalá resulte así. Sin embargo, en una apreciación menos optimista, la proporción de personas que demandan atención hospitalaria y aquellos que requieren una intervención médica mayor, es alarmantemente elevada. También es preocupante que el perfil de los decesos no se corresponda necesariamente a la edad promedio registrada en otros países, y en México, tal vez, es así por la recurrencia de enfermedades crónicas, especialmente diabetes e hipertensión.

Un bajo número de contagios no parece tan alentador si el número de decesos es elevado. Se habla de un 7.7% de letalidad de acuerdo a lo que nos informa el Dr. Hugo López-Gatell en las cifra más reciente. Inquieta aún más que este dato se presenta cuando no ha habido todavía una demanda significativa por tratamiento hospitalario. Y, cuidado, no menos alarmante resulta la tasa de personal médico contagiado.

Los números obligan a las autoridades, especialmente al Presidente y los gobernadores, a presentar un frente unido para la aplicación de recursos a efecto de fortalecer la respuesta del sistema de salud. No es momento de reproches ni querellas, sino el de los acuerdos y entendimientos. Estas semanas que vienen serán cruciales para abrir espacio a que ocurra en junio la gradual recuperación de la normalidad. Sí, cuarenta días más es mucho tiempo, pero es más elevado el costo del descuido que lleve a la prolongación de un periodo de excepcional sacrificio de las familias, los trabajadores y las unidades productivas.

Ganar la batalla a la pandemia es crucial, pero con ello no concluyen los problemas. Su secuela en términos de costo social y económico será apabullante. Recuperar la normalidad llevará mucho tiempo y será el desafío más serio y complicado que enfrente esta generación. No es un asunto local ni partidista, sino global, y eso significa que son muchos los temas que inciden en el bienestar y de los cuales no se tiene control. Precisamente por eso se debe tener un cuidado extremo sobre los elementos en los que sí tenemos posibilidad de incidir.

Lo que viene requerirá la activa presencia y liderazgo del presidente, pero necesariamente con indeclinable perspectiva de largo plazo y sin sesgos ideológicos, acreditando los valores propios de la civilidad política y democrática, actuando de manera simultánea en lo urgente y lo trascendente en bien de todos, con independencia de su militancia partidista. México será más pobre y con retos mayores a los que teníamos hasta hace unas semanas, pero el país y su población poseen el potencial de sobreponerse a la adversidad y en el camino ir construyendo una nueva normalidad, no necesariamente para regresar al punto de partida, sino para mejorar en todos los frentes. Tener mayor sentido de lo justo y capacidad y disposición para asumirnos como un proyecto común.

Las libertades y el debate público deben dar cauce razonable a los sentimientos diversos que acompañan a la tragedia. En 2021 habrá comicios locales casi en todo el país y se renovará la Cámara de Diputados. Desde ahora todos, incluido el Presidente, debemos trabajar para lograr elecciones ejemplares en las que la vehemencia propia de la competencia por el poder no comprometa lo razonable, la subsecuente reconciliación y el sentido de corresponsabilidad que debe animar a la pluralidad.

La recuperación económica requerirá de un entendimiento mayor entre el gobierno y los sectores productivos. La situación llama para que el Presidente, en un espíritu genuinamente conciliador, convoque a todos a un acuerdo nacional para la rehabilitación de la planta productiva en la que los costos sean asumidos de manera justa y en el que prevalezca un sentido de ser mejores y de serlo juntos. Debe haber imaginación, y perspectiva para hacer de la adversidad oportunidad, para hacer de la crisis una historia de éxito. Ese es el llamado a esta generación de mexicanos. Ni más ni menos.