Sin tacto
Por Sergio González Levet
Hemos llegado a agosto y la canija curva no se aplana, como nos había prometido el subsecretario Gato Gatell que iba a suceder en mayo, antes del Día de la Madre… o no, mejor en junio, más o menos por el 26… o mejor en julio, a mediados de mes… pero mejor hasta fines de agosto.
Y así seguirá la (des)información oficial, con lo que una vez más el Gobierno de la Cuarta Transformación tratará de ocultar sus errores a fuerza de declaraciones totalmente fuera de la realidad.
Lo cierto, cierto, cierto, aunque se enoje el Patriarca, es que en México no se ha contenido la pandemia, en primer lugar por la falta de una política gubernamental clara y certera en el combate a la epidemia del SARS-CoV-2.
El solo hecho de que el Presidente no quiera usar el cubre-bocas por un simple capricho de su personalidad húmeda y tropical nos da una idea de la pésima manera en que razona, tanto para las cosas triviales como para los hechos más importantes de la nación. Y tal vez deberíamos decir “desrazona”.
Un peligro tan mayor e implacable como el de la Covid-19 se debe enfrentar con ideas, no con ocurrencias; con acciones, no con declaraciones o informaciones falsas o falseadas; con una política pública certera y no con planes balbuceantes que no llevan a nada, más que a tener que restar corrigiendo lo que se hizo mal o lo que no se hizo.
Decir, por ejemplo -y asegurarlo urbis et orbi a través de la tribuna recalcitrante de la Mañanera-, que hay espacios y aparatos suficientes en todo el país para tratar a los enfermos graves de Covid-19, es una mentira peligrosa y malsana que enfrenta a los familiares con los exhaustos trabajadores del sector salud. Son médicas y doctores, enfermeras y enfermeros, paramédicos de ambos sexos, camilleros y personal de ambulancias, administrativos, señoras y señores de la intendencia que van a la guerra sin los fusiles sanitizantes que necesitan para sobrevivir y no poner en peligro de contagio a sus familiares. Y encima tienen que tratar con familiares de los contagiados que están desesperados porque Andrés Manuel dijo en la mañana que había espacios, personal adecuado y medicinas suficientes para tratar los más graves síntomas de esta enfermedad sin cura hasta ahora.
Y resulta que llegan y les dicen que no, que están repletos, que no se dan abasto desde hace varias semanas. Y ellos piensan que uno u otros les están mintiendo, pero el que está enfrente es el médico, la enfermera, y con él se desquitan de su dolor y de la certeza de que su ser querido morirá por falta de atención, ésa que el Presidente dijo que había para todos los mexicanos y en especial para los más pobres.
¡Qué va!
He aquí una sola muestra del problema que enfrentamos al tener una pandemia como nunca de grave y un gobierno como nunca de marrullero e incapaz.
Lo que queda es buscarle por uno mismo, guardarse lo máximo del contagio, y pedir a Dios que él sí nos ayude, porque el de la Tierra no nos está funcionando.
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