Clara Scherer
Amiga entrañable, el afecto y la admiración me llevan a escribir sobre una mujer que ejemplifica las mejores costumbres de su Yucatán querido. Como Elvia Carrillo Puerto, ha marcado su huella en los logros y avances de las mexicanas en pos de sus derechos. Como Alma Reed, la Peregrina eterna, ha vivido pendiente de rescatar ancestrales experiencias para, con sabiduría, explorar el presente y dejar un legado a las generaciones venideras.
La vida la llevó a transitar de una muy religiosa infancia católica, donde, aunque no se aprecia a primera vista, sufrió una muy dolorosa discriminación, como muchas personas de este país, por el color de su piel. Su amorosa familia supo sostenerla en su afán de ser digna persona. Vivió una muy turbulenta adolescencia, buscando en la escuela, lejos, muy lejos de su terruño, las herramientas mejores para afrontar el futuro y ahí se topó con la radicalidad de la lucha por cambiar las condiciones humillantes de millones de compatriotas.
Se casó con el maestro conocedor de los entretelones de la desigualdad mexicana y con sus ideales, viendo cómo los primeros años de su matrimonio juvenil nada tenían que ver con lo que le enseñaron los cuentos de hadas. Conoció el rigor del odio del autoritarismo contra su joven marido, y aguantó como no dicen las telenovelas que aguanta una mujer enamorada. Lo hizo con pocas lágrimas, mucha acción y gran fortaleza. Su primera hija nació sin el abrazo de su padre, quien, emocionado por el acontecimiento, fue impedido de asistir por estar tras las rejas.
Superado el tormento de la persecución política y con ganas de reparar malos momentos, terminó en tiempo y forma su preparación profesional, al compás de las primeras palabritas de su beba, educada ya en la ruta marcada desde 1880 por Rita Cetina, una de las mejores maestras de mujeres valerosas. La Siempreviva.
Se inició en el trabajo de socióloga, cantando con la trova desde los bambucos hasta eso de Nada personal, lo que le animó a tomarlo como consigna de su vida laboral. Ya para ese entonces, su chiquita tenía dos hermanos. En esos afanes andaba, criando tres herederos cuando una muy rara escalera se le atravesó en el camino. Entendió que la lucha por la igualdad podría darse mejor desde la política. Decidió subirla. Diputada, senadora, gobernadora, presidenta del PRI.
Uno de los encargos más importantes, secretaria Ejecutiva del Programa Nacional de la Mujer. Descubrió otras aristas de ésa ya su honda pasión por los derechos humanos y la dignidad de las personas. “Mujeres y hombres tenemos derecho a una vida plena tanto en el ámbito de la sociedad, como de la economía, la cultura y la política”. La pluralidad y el respeto a la diferencia estaban marcados por el Consejo Consultivo y la Contraloría Social del programa, que Dulce respetó hasta en la forma de puntuar sus discursos.
Recuerda que “así, contra viento y marea, logramos armar una estructura administrativa que permitió iniciar los trabajos. Pero lo más difícil estaría nuevamente en el terreno de la cultura político-administrativa y consistió en lograr que los secretarios del gabinete presidencial tomaran en serio y a fondo los temas”. Y al parecer, seguimos ahí atoradas.
De su valentía, generosidad y lealtad, una muestra más que significativa fue su apoyo incondicional a Lydia Cacho, vía la inolvidable Cecilia Loría Saviñón, en los inclementes, tormentosos y funestos días de su secuestro por la poblana policía de un tipo que no vale la pena ni nombrar, pero al que sí se debiera encarcelar.
Aliada confiable, cuya memoria aporta ante cualquier enredo una brillante solución, advierte de un peligro, alcanza a mirar una posibilidad; sin dudar un minuto, se sumó a la Red de Mujeres en Plural, para lograr, primero, el respeto a las cuotas en los partidos políticos y después, la paridad.
Cuando aquella escalera ya no la sostuvo, decidió estudiar Historia. Hoy, doctora en esa rama del saber. Lamentar no es lo suyo. Emprender y mejorar ha sido su signo. Perfeccionista, metódica, perseverante, sé que algún defecto, o varios ha de tener, pero no se los he encontrado. Será por esas cosas raras del cariño. De cualquier forma, muchas felicidades, Dulce.