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04.11.2025. México- A las mujeres políticas se les exige más que a los hombres por una combinación de prejuicios históricos, estereotipos de género y estructuras institucionales que aún no garantizan igualdad sustantiva.
Esta exigencia desproporcionada se explica desde varios ángulos que revelan cómo el género influye en la percepción pública, el escrutinio mediático y el trato institucional hacia las mujeres en cargos de poder:
Causas estructurales y culturales
- Estereotipos de género persistentes: Las mujeres en política enfrentan expectativas contradictorias. Se les exige ser firmes pero no agresivas, empáticas pero no débiles, competentes pero no ambiciosas. Estas exigencias reflejan roles tradicionales que aún condicionan la forma en que se evalúa su liderazgo.
- Mayor escrutinio público y mediático: Las mujeres políticas son juzgadas con mayor severidad por su apariencia, tono de voz, decisiones personales y estilo de liderazgo. Mientras que los errores de los hombres suelen considerarse parte del ejercicio político, en ellas se interpretan como falta de capacidad o legitimidad.
- Desigualdad en el acceso y permanencia: Aunque la paridad de género está reconocida constitucionalmente en México desde 2014, aún persisten obstáculos para que las mujeres accedan a cargos de alto nivel, se mantengan en ellos y ejerzan plenamente sus funciones sin violencia política ni discriminación.
- Violencia política de género: Muchas mujeres enfrentan ataques, descalificaciones y amenazas por el simple hecho de participar en política. Esta violencia busca desincentivar su presencia y limitar su influencia, reforzando la idea de que deben “probar” constantemente su valía.
Impacto en la democracia
- La exigencia desigual debilita la democracia: Al someter a las mujeres a estándares más altos que a sus pares hombres, se perpetúa una cultura de exclusión y se limita la pluralidad en la toma de decisiones. La igualdad sustantiva no se logra solo con cuotas, sino con condiciones reales de equidad en el ejercicio del poder.
- La representación femenina transforma agendas: Las mujeres en política no solo representan una presencia numérica, sino que introducen temas históricamente relegados como el cuidado, la justicia reproductiva, la violencia de género y la redistribución del poder. Por ello, su liderazgo suele incomodar estructuras tradicionales.
Como señaló Lilia Cedillo, rectora de la BUAP, “a las mujeres se nos exige más y se nos perdona menos”. Esta frase sintetiza una realidad que aún debe transformarse para que el liderazgo femenino sea reconocido en igualdad de condiciones, sin que tenga que demostrar más para ser aceptado.
Iremos por partes desglosando las condiciones estructurales para explicar los insultos y vertiente de las críticas a la Presidenta y las gobernadoras , así como Presidentas municipales hasta jefas de área en oficinas y empresas para entender por qué a las mujeres no solo se les exige más que a los hombres cuando ejercen el poder, sino que son objeto de violencias.
¿Qué son los estereotipos de género y cómo operan en la política?
Los estereotipos de género son creencias socialmente construidas que asignan características, roles y comportamientos esperados a las personas según su sexo. En el ámbito político, estos estereotipos no solo condicionan la percepción pública de las mujeres, sino que también moldean las estructuras institucionales que regulan su participación.
Ejemplos concretos de estereotipos que afectan a las mujeres políticas:
- La mujer como cuidadora, no como líder: Se espera que las mujeres sean empáticas, conciliadoras y orientadas al cuidado. Cuando ejercen autoridad o toman decisiones firmes, se les tacha de “duras”, “frías” o “ambiciosas”, mientras que esas mismas cualidades en los hombres se interpretan como liderazgo.
- La apariencia como criterio de evaluación: Las mujeres políticas son juzgadas por su ropa, peinado, maquillaje y tono de voz. Se les exige “verse bien” pero no “llamar la atención”, y cualquier desviación de la norma estética se convierte en motivo de crítica, incluso más que sus propuestas o desempeño.
- La maternidad como obstáculo: A muchas mujeres se les cuestiona si pueden “cumplir con sus responsabilidades” políticas si son madres, como si la maternidad fuera incompatible con el liderazgo. Este tipo de cuestionamientos rara vez se hacen a los hombres.
- La sospecha de incompetencia: A las mujeres se les exige demostrar constantemente que son capaces, preparadas y legítimas. Sus errores se magnifican, mientras que los de los hombres se normalizan como parte del oficio político.
- La invisibilización de sus logros: Cuando una mujer alcanza un cargo de poder, se suele atribuir su éxito a cuotas de género, padrinazgos o favores, en lugar de reconocer su trayectoria, preparación y méritos.
¿Por qué es importante desmontar estos estereotipos?
Porque perpetúan una cultura política excluyente, que limita la pluralidad y reproduce desigualdades. Desmontarlos implica reconocer que la política no es neutral, que está atravesada por relaciones de poder donde el género juega un papel determinante. Implica también transformar las reglas del juego para que las mujeres puedan ejercer el poder sin tener que “probar” más que los hombres.
Dignificar la participación política de las mujeres no es solo una cuestión de justicia, sino de reconstrucción histórica.











