*¿hay lugar para el optimismo?
Por Alejandra Sepúlveda Peñaranda*
El proceso de transformación está en marcha. Y este movimiento, que partió siendo una ola, se ha vuelto una gran marea que copa espacios transversales de la sociedad y que, cada vez más, identifica a mujeres y hombres con la causa de la equidad de género y la igualdad de oportunidades. Sí, hoy me declaro optimista.
Los rostros decididos de jóvenes mujeres cubiertos y a torso desnudo, bailando y protestando al son de las batucadas, son ya la imagen icónica de la marcha que inauguró, hace justo un año, una nueva ola feminista en nuestro país, iniciada con tomas de universidades en todo el territorio.
Entonces, las estudiantes irrumpieron en la escena nacional realizando una interpelación política, social y cultural que no dejó a nadie indiferente. Sus demandas remecieron, porque obligaron a ver de frente la brutal violencia que sufren muchas mujeres en lo cotidiano, a no naturalizar el que un profesor poderoso pudiera acosar sexualmente a una alumna sin sufrir consecuencias por su proceder, a reflexionar sobre las desigualdades que todavía enfrentamos y cuánto hacemos por abrirles o cerrarles las puertas de las oportunidades.
Hombres de todas las edades comenzaron a pensar y reconocer que, en realidad, no es tan justa esta historia suya de privilegios, que se dan por sentados. Otros siguen sin querer oír del tema y hay también quienes han decidido ir contra la ola, tildándola de ideología de género, atentatoria contra la institución de la familia y el rol de la mujer en ella.
* Directora ejecutiva de ComunidadMujer