EL SANTO OFICIO
La semana después de haberlas citado, las palabras de Enrique Krauze continúan reverberando con fuerza en el monasterio: de acuerdo con la legislación mexicana, la tolerancia es una obligación —directamente proporcional a su relevancia pública— de los gobernantes y demás personajes de la escena política. “A más poder, más tolerancia”, sintetiza el autor de Travesía liberal. Los pasados jueves y viernes, el presidente Andrés Manuel López Obrador ignoró, una vez más, este laudo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, emitido en 2010, cuando, molesto por las críticas a sus políticas en materia de salud, se lanzó contra los periodistas Ciro Gómez Leyva y Héctor de Mauleón. Cuando uno de los chalanes de las conferencias matutinas le preguntó el jueves sobre las protestas de padres de los niños con cáncer por falta de medicamentos, y en particular por la forma como habían sido abordadas la noche anterior en el noticiario de televisión de Gómez Leyva (donde —dijo— se utilizó a un niño enfermo “para generar rating”), el Presidente habló de la imposibilidad de su gobierno “de seguir alimentando medios con dinero público para beneficio de grupos de intereses creados”, como sucedía en el periodo neoliberal, lo cual ha generado inconformidad en algunos. Si utilizan niños —agregó— es por falta de escrúpulos morales, eran “alcahuetes” del antiguo régimen, “por eso están muy molestos”. “Pero ya me imagino, no vi a Ciro anoche porque me acuesto temprano, pero ya me lo imagino, o sea, no hace falta verlo. No habló seguramente de esta empresa que tiene el contrato (de los medicamentos), no habla de la gran corrupción que ha habido en el sector salud, mucho menos va a hablar del propósito que tenían los anteriores gobernantes, a los que él protegía, de privatizar la salud. Ni modo que hable de eso”. Si AMLO tiene pruebas, sobre todo de la protección del periodista a “los anteriores gobernantes”, debe exhibirlas, no se le puede exigir menos, solo eso: pruebas y no nada más denuestos y espectáculos de indignación montados para su feligresía. Esas cosas pues no… El mismo jueves, López Obrador dijo: “Leí hace tres días, cuatro días, un artículo que me llamó la atención de un columnista de El Universal donde una niña, un niño de tres años, dice el columnista, que por no ser atendido de su enfermedad de cáncer decidieron irse del país, y por culpa del presidente de México. A ver si no está por ahí el artículo”. Cuando algunos reporteros le gritaron el nombre del autor del texto: Héctor de Mauleón, AMLO no quiso mencionarlo, molesto continuó: “Sí, un articulista. Pero es un exceso, o sea, yo no estaba ni enterado, en donde supuestamente los padres extranjeros resuelven irse a su país, porque allá sí el niño o la niña va a tener atención médica. (…) “Ni sabía yo, además que cuando lo leí porque me llamó la atención… Lean el artículo y díganme si esto es periodismo profesional, ético. Esas cosas pues no”. El viernes, “para ir cerrándole el paso a la calumnia”, el Presidente retomó el tema: “Ayer hablábamos de un articulista de El Universal que escribió que se habían ido del país, se habían refugiado en Suiza, creo, los padres de un niño con cáncer por culpa mía, un niño de tres años”. Para desmentir a De Mauleón, le pidió a Jesús Ramírez Cuevas, coordinador general de Comunicación Social de la Presidencia, leer una “nota” enviada por la doctora Luz Victoria Flores de Villegas, jefa de Hematología Pediátrica del Hospital 20 de Noviembre del Issste, quien atendió a la niña cuyos “padres se la llevaron a Suiza”. La doctora, entre otras cosas importantes sobre la enfermedad de la pequeña, señala: “fue diagnosticada a su llegada a nuestro servicio de manera correcta y rápida, y recibió el tratamiento de quimioterapia disponible, logrando la remisión de la enfermedad”. La madre de la menor —continúa— “agradeció la óptima atención que recibió de nuestro nosocomio”. Algunas precisiones López Obrador no leyó bien la columna de Héctor de Mauleón, publicada el lunes 20 con el título “El gobierno de AMLO la abandonó”. En primer lugar, no se acusa directamente al Presidente de la República de la dramática situación de Ana Lucía, de tres años, y su familia, sino a su gobierno. Y la acusación no la hace el periodista, sino el padre de la niña, el profesor de inglés Walter Rupprecht. En segundo lugar, no se cuestiona el diagnóstico del 20 de Noviembre, sino el del hospital Emiliano Zapata del Issste, en Cuautla, Morelos, donde, dice el profesor, citado por De Mauleón: “Actuaron con negligencia total”. Del 20 de Noviembre, no habla sino de una “lista de carencias infinitas” para el tratamiento de su hija, y las enumera una por una. En tercer lugar, los padres de Ana Lucía no son extranjeros, ambos son mexicanos —él de padre suizo— y maestros y se han deshecho de todos sus bienes para sufragar los gastos por la enfermedad de la niña. En cuarto lugar, el matrimonio deberá separarse, a Suiza viajarán solo el profesor y su hija, quien lleva cuatro meses sin tratamiento, para, con ayuda de familiares, procurar la adquisición de un seguro médico. Es Rupprecht y no De Mauleón quien dice: “Vamos a dejar el lugar donde nacimos. Nos vamos de México con dolor, llenos de tristeza. Nos vamos destrozados porque en estos meses hemos visto a otros niños en las mismas circunstancias, y porque en lugar de cuidarla, este gobierno abandonó a mi hija”. Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén. https://www.milenio.com/opinion/jose-luis-martinez/el-santo-oficio/amlo-vs-el-hampa-del-periodismo