/ Por: Zaira Rosas /
Napoleón Bonaparte fue uno de los personajes más importantes de la historia, su vida ha sido representada en al menos 189 filmes entre 1897 y el 2000, en fechas más recientes se estrenó la cinta Napoleón, dirigida por Ridley Scott. Esta obra retrata parte del éxito y el declive de Bonaparte, de igual forma su eje central es la relación amorosa con Marie Joséphe Rose Tascher de la Pagerie, mejor conocida como Josefina, sin embargo, para los historiadores la propuesta cinematográfica rompe con diversos aspectos. ¿Por qué es importante preservar los detalles históricos? Porque sin duda múltiples personas ubicarán al personaje a partir de este filme.
Y no sólo se trata de la percepción que pueda tener la audiencia del personaje célebre, sino también de cómo visualizamos la historia de un país como es en este caso Francia y me atrevo a decir que mucho se romantiza el vínculo entre Napoleón y Josefina. Esto último porque las personas solemos popularizar las historias de amor y romantizamos esos vínculos por encima de maltratos o tormentos, tal como hemos hecho en México con la historia de Frida Kahlo y Diego Rivera. La historia, nuestra cultura y las repeticiones sin sustento han hecho que hagamos de las mujeres compañeras leales de todas las aventuras, pero poco hablamos de sus inquietudes, virtudes y aportaciones a la vida.
Este es el caso de Josefina en el más reciente filme de la vida de Napoleón, donde vemos al personaje como una infiel, pero también como el gran amor del líder francés. Algo cierto de este retrato de pareja, es que de manera histórica pareciera que el destino de Napoleón fue marcado por su relación con su primera esposa, pues su éxito duró lo mismo que su matrimonio, sin embargo, las infidelidades retratadas en la película se presentaron en ambas vías, históricamente la relación de ambos se fracturó con el tiempo y las cartas finales de ambos distan mucho del romanticismo que vemos en pantalla.
Ese romanticismo es el que se critica desde una perspectiva de género, pues al final esas historias donde la mujer es retratada como compañera son las que han sido escritas por los hombres, si hablamos de Josefina desde la perspectiva de una historiadora como Sandra Gulland, conoceremos a una mujer calculadora, inteligente para que el matrimonio con Bonaparte fuese más bien una profunda sociedad que se tuvo que disolver a falta de un heredero, conoceremos también las ambiciones y pasiones que muestren a un personaje más real y menos idealizado.
Así pasaría con las grandes amores de la historia, donde entenderíamos que no hubo detrás de todo gran hombre una mujer, sino más bien a la par, alianzas que permitieron el crecimiento de ambas partes según las costumbres de la época, que si revisamos a profundidad sus biografías, descubriremos que esas narrativas que describen grandes amores, más bien fueron parejas comunes, con desencuentros, problemas y discusiones, que se atrevieron a desafiar lo común, comenzando por el despertar sexual, dejar de lado estereotipos del amor romántico e incluso quizás llegaron a experimentar un amor más estable y abierto de lo que la historia nos ha querido contar.
De momento las distintas parejas de la historia no fueron sólo para destacar los logros del hombre, más bien no ha habido quien profundizara e investigara en todo lo que había detrás de la vida de estas mujeres, sus inquietudes y las limitantes que debieron vencer para poder sobrevivir a periodos donde las diferencias y posiciones dependían de un solo género. Ahora esas historias deben ser un referente de lo que no queremos en nuestro presente, pues aspiramos a oportunidades equitativas, menos prejuicios y más propuestas que nos permitan construir un futuro firme, donde destaquemos por lo que somos como personas y no se tenga que idealizar una unión para pasar a la historia.
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