Opinión by Karla Casillas
*Karla Casillas es periodista mexicana. Jefa de investigación del documental ‘Las Tres Muertes de Marisela Escobedo’.
SemMéxico. Washington Post. – Soy mexicana, pero viví en Madrid por 13 años y fue ahí donde el terrible fenómeno de la violencia feminicida me tambaleó por primera vez. Mi amiga Ana tenía 39 años, era una periodista peruana, divorciada y madre de una niña y un niño. Después de su divorcio conoció a Gonzalo, el corrector de estilo del medio en el que ambas trabajábamos. Comenzaron a vivir juntos y él empezó a controlarla: la celaba y vigilaba. En una ocasión la llamó 70 veces continuas a su celular, el cual ella no podía atender en ese momento. Ana le dijo que quería separarse. Al poco tiempo él esperó a que durmiera y la estranguló, mientras sus hijos estaban en la habitación contigua. Esto sucedió en febrero de 2006.
Hoy estoy de regreso en Madrid y, después de un tiempo siguiendo de cerca las cifras de violencia feminicida en México, veo un telediario en el que se habla del tema. No me gusta hacer comparaciones porque todas las historias son trágicas, pero no puedo evitar contraponer las cifras. Pese a mi experiencia, la diferencia es brutal: en 2020 en España hubo 45 asesinatos contra mujeres por violencia machista, en México hubo 940 feminicidios según las cifras oficiales. Las víctimas de la violencia feminicida en México fueron 20 veces más que las de España.
Si comparamos estas cifras tomando en cuenta la población femenina mayor de 15 años en ambos países —en España es de casi 22 millones y en México de casi 49 millones—, la incidencia de feminicidios es nueve veces mayor en México.
Además, en México las autoridades esconden feminicidios al clasificarlos como “homicidios dolosos”. Aunque desde 2015 la Suprema Corte de Justicia dictó la obligatoriedad de investigar y juzgar con perspectiva de género (como feminicidios) los crímenes violentos contra mujeres, esto en la práctica no sucede.
En este sentido, en 2020 se registraron 2,783 homicidios dolosos contra mujeres. Si los sumamos a los feminicidios, tenemos una cifra de 3,723 mujeres asesinadas: son 10 al día, en promedio.
En España gran parte de las mujeres son víctimas de feminicidio por parte de familiares, fundamentalmente parejas o exparejas, me explicó María Ángeles Carmona, presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género en España. Aunque los homicidios con otros tipos de violencias contra mujeres tienen mucho menor peso estadístico en España, hay otras fuentes fiables que amplían las variables para considerarlos como feminicidios, las cuales muestran cifras que pueden llegar a ser casi el doble (83 contra los 45 oficiales de 2020). Aún así, la diferencia es abismal.
Este otro dato es muy relevador: el número de mujeres asesinadas en España por violencia machista a lo largo de los últimos 18 años —desde 2003 en que hay cifras oficiales, hasta noviembre de 2020— fue de 1,078. Este mismo número de mujeres son asesinadas en México en menos de cuatro meses.
Si hablamos de impartición de justicia no hay comparación: en España, el porcentaje de impunidad en cuanto a feminicidios es prácticamente cero. “Las sentencias que se dictan por feminicidios en España son condenatorias en 99% de los casos; es decir, no hay impunidad”, me dijo Carmona. En México la impunidad en feminicidios es de 97%.
Carmona recordó solo un caso, de 2010, en el que un feminicida logró huir en avión la misma noche del crimen. Pero dos años después, cuando hizo uso de su celular, fue capturado en Argentina. En México, en 2010, la hija de Marisela Escobedo fue asesinada por su pareja, y ella enfrentó durante años la negligencia, indolencia y corrupción del aparato de la justicia mientras buscaba al feminicida. Al final, también fue asesinada.
Para Carmona hay políticas públicas claves para frenar la violencia e impunidad. Una de ellas es que la violencia machista se tiene que volver un “asunto de Estado”. Así sucedió en 2004 en España, cuando se puso en marcha la Ley Integral de Víctimas de Violencia de Género. Se consideró que la sociedad española es machista y, por tanto, había que transformarla desde todas las instituciones.
En México existe la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia desde 2007, pero las autoridades no la toman en serio. Tenemos además un presidente, Andrés Manuel López Obrador, que niega, minimiza y desdeña constantemente el problema, como cuando señaló que 90% de las llamadas por violencia contra la mujer al número de emergencia 911 son “falsas”, que hay “mano negra” en los movimientos feministas, o que “ya chole” (“ya basta”) con insistir en las acusaciones de violación y abuso sexual contra Félix Salgado Macedonio, candidato a gobernador del estado de Guerrero por su partido, Morena. Una declaración que violenta aún más a las mujeres por venir de parte del jefe de Estado y que manda un mensaje de impunidad absolutamente irresponsable y vergonzoso.
Otra clave en la lucha en contra de la violencia es la formación, coordinación y eficacia en las instituciones. Aunque en México existen organismos como la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia Contra las Mujeres y Trata de Personas, los Centros de Justicia para las Mujeres, la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres o el Instituto Nacional de las Mujeres, son laberínticos y opacos, y muchos de sus funcionarios no están capacitados para otorgar justicia a las víctimas.
La tercera clave son estadísticas profesionales y detalladas. En España, los datos que elabora el Observatorio con ayuda de ministerios indican dónde están las disfunciones de la Policía, fiscalías, procuradores, etc. En México nunca se llega a este nivel de detalle.
Una cuarta es la colaboración y profesionalización de los medios. “Son los medios lo que cambian el chip social (…) y se debe respetar a la víctima en todo momento”, señala Carmona. En México los grandes medios suelen revictimizar, revelar secretos de las investigaciones y hacer titulares machistas y amarillistas.
Al revisar el cumplimiento de estas claves, podemos ver que la aplicación de justicia en México es un simple y ofensivo decorado.
Hoy, mientras escribo esto, pienso en mi amiga Ana. Estuve cerca de la familia y testifiqué en el caso, pero hoy sus cercanos duermen sabiendo que este hombre está pagando su condena de 20 años. Que los maltratadores y feminicidas como él usualmente no están libres. Y cuando ese sea el mensaje y ejemplo que se mande a la sociedad mexicana, tal vez todo empiece a cambiar.