Atentado contra la paz

ALMA GRANDE

Por Ángel Álvaro Peña

Omar García Harfuch, fue el blanco de un atentado que trató de terminar con la paz del país, en el corazón de México. La precisión de los uniformados a su mando logró capturar a la mayoría de los delincuentes, y no hubo una sola baja entre los criminales. Se frustró el homicidio.

Para quienes pensaban que el puesto se lo había regalado el apellido, ahora ven que la madera del secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México hace honor a sus antepasados. México le debe a su abuelo mantener un régimen civil al mando del país. Y esto es indispensable recordarlo en este momento, cuando se quiere atentar contra las instituciones con el pretexto de la pérdida de privilegios disfrazada de inconformidad.

La noche del 2 de octubre de 1968, Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa, recibió por teléfono la invitación de tomar las riendas del país. Del otro lado de la línea estaba el embajador de Estados Unidos en México, Fulton Freeman, quien recibió un desplante poco diplomático del militar ante tal propuesta. Don Marcelino se disciplinó y mostró lealtad a las instituciones.

A 52 años vemos cómo algunos, en nombre de sus privilegios perdidos, convocan al Ejército a moverse en contra de un gobierno civil y democrático. No sólo es la historia que llama, sino el patriotismo que contesta cuando hace falta responder de frente a la adversidad.

García Harfuch, herido, informó a la sociedad a la que sirve sobre lo sucedido y dio cuenta de las bajas que de su lado habían ocurrido. Las hipótesis sobre los responsables son tantas como la imaginación del momento nos dicte. Hay grupos en México, armados y no armados, que están en pie de guerra. Una guerra que no había sucedido nunca ante un gobierno electo en las urnas, pero lo diferente no sólo infunde miedo a los temerosos sino implica desenmascaramiento y transformación de un país que optó por el cambio.

No sólo el momento histórico convierte en protagonistas a los seres humanos, sino su patriotismo. Cuando la clase política tenía la certeza de que el candidato del entonces partido en el poder era don Javier García Paniagua y a última hora decidieron cambiar, el padre de Omar García se disciplinó en nombre de la paz y la armonía de un país que había sido respetado por su padre y ahora es honrado por su hijo.

El patriotismo no tiene partido, tampoco la democracia, y esto debemos entenderlo todos los mexicanos. El atentado del viernes por la mañana es, sobre todo, una lección, desafortunadamente hubo muertos que se lamentan profundamente por la gran mayoría de los mexicanos.

Otra de las lecciones del frustrado intento de asesinato es un aviso para que toda la clase política, dentro y fuera del gobierno, deba tener cuidado, precaución y blindaje ante los peligros que se esfuerzan en mantener vivos algunos que siguen en pie de guerra contra la democracia, contra la voluntad de 30 millones de mexicanos y contra la ley.

Son tiempos peligrosos a pesar de la convocatoria a la paz y al amor. Hay intereses que chocan con la armonía social y voluntades que intentan hacer de un sólido patriotismo una simple emoción y no una convicción.

Los mexicanos debemos estar atentos a este tipo de sucesos, siempre lamentables, siempre con víctimas que no debieron serlo. Porque cada hecho de sangre debe ser una invitación a la reflexión, también un llamado de la historia nacional y una mayor atención a nuestro futuro.

Sabemos que el lenguaje violento genera violencia real, física, tangible y lamentable. De ahí que el llamado a la concordia no se debe interpretar como un signo de debilidad sino como una actitud de renovar los sentimientos de unidad; sin embargo, hay intereses que no lo consideran así y siguen insultando, descalificando, agrediendo.

La paz social debe ser motivo de unidad, los enfrentamientos no sólo hacen vulnerable a la cohesión entre mexicanos, sino que ponen en peligro el equilibrio social que se reconstruye y que por mucho tiempo mostró graves desigualdades.

Todo acto ilegal tiene como objetivo debilitar la legalidad, y un atentado es el extremo de esa ilegalidad porque está de por medio la vida.

Omar García Harfuch, se coloca involuntariamente en el escenario de guerra que en su momento vivieron sus antepasados, su herencia saluda el paso de los años y fortalece nuestra memoria. El compromiso del secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México ahora es mayor, su trabajo tendrá mayor atención para todos y su responsabilidad le exige congruencia. Lamentamos la muerte de quienes perdieron la vida en el hecho, los mexicanos nunca más debemos morir en un acto violento. PEGA Y CORRE. – Para quienes ven todo con ojos de pesimismo, este domingo la Cámara de Comercio de Estados Unidos señaló que la visita del presidente López Obrador a Washington es un símbolo que brinda certidumbre a los inversionistas El vicepresidente senior de la agrupación empresarial, Neil Herrington, resaltó la importancia que tendrá la presencia del mandatario mexicano…

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Atentado contra la paz

Por Ángel Álvaro Peña

 

Omar García Harfuch, fue el blanco de un atentado que trató de terminar con la paz del país, en el corazón de México. La precisión de los uniformados a su mando logró capturar a la mayoría de los delincuentes, y no hubo una sola baja entre los criminales. Se frustró el homicidio.

Para quienes pensaban que el puesto se lo había regalado el apellido, ahora ven que la madera del secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México hace honor a sus antepasados. México le debe a su abuelo mantener un régimen civil al mando del país. Y esto es indispensable recordarlo en este momento, cuando se quiere atentar contra las instituciones con el pretexto de la pérdida de privilegios disfrazada de inconformidad.

La noche del 2 de octubre de 1968, Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa, recibió por teléfono la invitación de tomar las riendas del país. Del otro lado de la línea estaba el embajador de Estados Unidos en México, Fulton Freeman, quien recibió un desplante poco diplomático del militar ante tal propuesta. Don Marcelino se disciplinó y mostró lealtad a las instituciones.

A 52 años vemos cómo algunos, en nombre de sus privilegios perdidos, convocan al Ejército a moverse en contra de un gobierno civil y democrático. No sólo es la historia que llama, sino el patriotismo que contesta cuando hace falta responder de frente a la adversidad.

García Harfuch, herido, informó a la sociedad a la que sirve sobre lo sucedido y dio cuenta de las bajas que de su lado habían ocurrido. Las hipótesis sobre los responsables son tantas como la imaginación del momento nos dicte. Hay grupos en México, armados y no armados, que están en pie de guerra. Una guerra que no había sucedido nunca ante un gobierno electo en las urnas, pero lo diferente no sólo infunde miedo a los temerosos sino implica desenmascaramiento y transformación de un país que optó por el cambio.

No sólo el momento histórico convierte en protagonistas a los seres humanos, sino su patriotismo. Cuando la clase política tenía la certeza de que el candidato del entonces partido en el poder era don Javier García Paniagua y a última hora decidieron cambiar, el padre de Omar García se disciplinó en nombre de la paz y la armonía de un país que había sido respetado por su padre y ahora es honrado por su hijo.

El patriotismo no tiene partido, tampoco la democracia, y esto debemos entenderlo todos los mexicanos. El atentado del viernes por la mañana es, sobre todo, una lección, desafortunadamente hubo muertos que se lamentan profundamente por la gran mayoría de los mexicanos.

Otra de las lecciones del frustrado intento de asesinato es un aviso para que toda la clase política, dentro y fuera del gobierno, deba tener cuidado, precaución y blindaje ante los peligros que se esfuerzan en mantener vivos algunos que siguen en pie de guerra contra la democracia, contra la voluntad de 30 millones de mexicanos y contra la ley.

Son tiempos peligrosos a pesar de la convocatoria a la paz y al amor. Hay intereses que chocan con la armonía social y voluntades que intentan hacer de un sólido patriotismo una simple emoción y no una convicción.

Los mexicanos debemos estar atentos a este tipo de sucesos, siempre lamentables, siempre con víctimas que no debieron serlo. Porque cada hecho de sangre debe ser una invitación a la reflexión, también un llamado de la historia nacional y una mayor atención a nuestro futuro.

Sabemos que el lenguaje violento genera violencia real, física, tangible y lamentable. De ahí que el llamado a la concordia no se debe interpretar como un signo de debilidad sino como una actitud de renovar los sentimientos de unidad; sin embargo, hay intereses que no lo consideran así y siguen insultando, descalificando, agrediendo.

La paz social debe ser motivo de unidad, los enfrentamientos no sólo hacen vulnerable a la cohesión entre mexicanos, sino que ponen en peligro el equilibrio social que se reconstruye y que por mucho tiempo mostró graves desigualdades.

Todo acto ilegal tiene como objetivo debilitar la legalidad, y un atentado es el extremo de esa ilegalidad porque está de por medio la vida.

Omar García Harfuch, se coloca involuntariamente en el escenario de guerra que en su momento vivieron sus antepasados, su herencia saluda el paso de los años y fortalece nuestra memoria. El compromiso del secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México ahora es mayor, su trabajo tendrá mayor atención para todos y su responsabilidad le exige congruencia. Lamentamos la muerte de quienes perdieron la vida en el hecho, los mexicanos nunca más debemos morir en un acto violento. PEGA Y CORRE. – Para quienes ven todo con ojos de pesimismo, este domingo la Cámara de Comercio de Estados Unidos señaló que la visita del presidente López Obrador a Washington es un símbolo que brinda certidumbre a los inversionistas El vicepresidente senior de la agrupación empresarial, Neil Herrington, resaltó la importancia que tendrá la presencia del mandatario mexicano…

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