´Baja la cabeza´ .

LINOTIPIA

/ Peniley Ramírez /

La secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde, sonreía. Con su mano izquierda, sostenía un documento oficial. A su lado, en la misma actitud, estaba Ken Salazar, embajador de Estados Unidos en México. Era el 13 de marzo. El evento se anunció con un titular emotivo: “Devolviendo lo que se debe a trabajadores migrantes”.

El boletín matizaba el entusiasmo.

No se estaba “devolviendo el dinero” sino anunciando un programa piloto para compartir información y “coordinar esfuerzos” para localizar a trabajadores a quienes se les debían salarios.

Los salarios eran 6.5 millones de dólares que empresas estadounidenses robaron a sus trabajadores mexicanos en Estados Unidos.

Cuando se publicó este anuncio, la reportera Tina Vásquez llevaba casi dos años siguiendo la ruta de esos millones.

En 2021, ella recibió un tip de una fuente. Le dijeron que empleadores estadounidenses habían robado.

El Departamento del Trabajo recuperó el dinero, y el gobierno lo estaba guardando.

El gobierno no sabía, y aún no sabe, dónde están casi 13 mil víctimas de esa estafa. Unos meses después, Tina recibió vía transparencia un desglose de cuáles empresas estafaron a sus empleados, y con cuánto.

Visto desde América Latina -con esta idea arraigada del excepcionalismo estadounidense- parece increíble que compañías de EU les roben dinero a agricultores mexicanos, pobres, solos en un país extranjero. Tina descubrió que la realidad es aún peor.

En el verano pasado, comencé a trabajar como productora ejecutiva de la investigación, con el equipo que dirijo, Futuro Investigates; el programa Latino USA, Tina y Prism, la organización donde trabaja.

Queríamos entender los abusos a migrantes, en su mayoría mexicanos.

Estas personas viajan a EU con las visas de trabajo temporal H-2A. Pronto encontré que otra reportera de mi redacción, Fernanda Echavarri, había investigado el mismo tema desde 2018.

Fernanda investigó en Guanajuato, en Monterrey, Michoacán, Washington.

Otras dos reporteras se unieron al equipo: Patricia Sulbarán, desde NY, y Roxana Aguirre, desde México. En los últimos meses, con la edición de Andrea López-Cruzado, hablaron con migrantes que sufrieron abusos, pasaron tiempo con ellos, entrevistaron a sus familias, a sus abogados, a investigadores y activistas, para entender la realidad abusiva detrás de H-2A.

Descubrimos que en este programa hay una consigna implícita: los trabajadores viajan a EU, bajan la cabeza, no protestan y reciben lo que el empleador decida darles.

El equipo entrevistó a Mike Ríos, un funcionario del Departamento del Trabajo estadounidense.
Ríos dijo que las visas H-2A son “la compra de humanos para realizar trabajos difíciles, a veces incluyendo condiciones de vida infrahumanas”.

Titulamos la investigación como “Head Down” (cabeza abajo), porque esa frase resume nuestros hallazgos.

Los trabajadores pagan miles de dólares ilegalmente en México a unos “reclutadores”, el primer filtro para conseguir el empleo.

Luego, muchos se financian su viaje a EU, aunque sus empleadores deberían hacerlo.

Una vez en las fincas donde deben trabajar, se supone que sus empleadores deben darles comida, albergue y sueldo.

En realidad, a varios trabajadores que entrevistamos los hospedaron en sitios hacinados, con colchones inmundos, sin comida. A otros, sus empleadores los estafaron.

Los que se atreven a protestar pagan las consecuencias.

Las reglas de las visas H-2A dicen que los trabajadores solo pueden laborar para el empleador que les reclutó cuando estaban en su país, así que no pueden renunciar, ni cambiar de empleador, porque pierden su estatus legal.

A quienes protestan los despiden, los envían a migración y los ponen en listas negras, para que no vuelvan a EU.

Por eso muchos callan y aguantan.

“Head Down” es una historia de resistencia. Ha sido un gozo supervisar una investigación que mira críticamente a ambos países.

Ojalá que este anuncio de México y EU, en marzo, vaya más allá de la foto.

Falta mucho por hacer para localizar a esas víctimas, mejorar sus condiciones laborales y revisar críticamente ese programa.

Mientras, ambos países pretenden expandirlo. Esclavitud moderna, le llamaron algunas de nuestras fuentes. Nos toca a todos saber que esto está pasando, y que no debe quedar impune.