Bel ami!!!

/ Guadalupe Loaeza/

No hay peor noticia que cuando se nos anuncia la partida de un amigo entrañable. En estas últimas semanas he recibido tres llamadas telefónicas que me han dejado helada, la desaparición del historiador y escritor Eugenio Aguirre; la del marido de Sol, una de mis mejores amigas, el doctor en filosofía Álvaro Rodríguez Tirado, y la tercera de estas llamadas fue la más impactante, Gilbert Sonnery, primo del padre de mis hijos y hermano de mi entrañable amiga Arielle Dombasle. Gilbert Sonnery tenía 71 años, pero se veía mucho más joven debido a su joie de vivre, es decir su amor a la vida, a Nicoletta y a sus dos hijos: Daniel y Antoine. Todo sucedió en un minuto, el viernes pasado, mientras él y su esposa paseaban por el campo, muy cerca de Huesca. Súbitamente Gilbert se desplomó y cayó muerto como si lo hubiera fulminado un rayo. Por más que Nicoletta hacía lo imposible por volverlo a la vida, fue inútil. Estaba sola, no tenía señal en su celular y no había modo de pedir auxilio ni de transportarlo a ningún lado. Qué desesperación, qué angustia y qué tristeza.

Hacía tres días que había hablado con él para invitarlos a cenar el jueves. Después de confirmarme que vendrían los dos, me escribió en un whats: “Yo te llevo el vino… francés”. Teníamos costumbre de comunicarnos por este medio con regularidad para comentar sobre las ocurrencias de YSQ, de las manifestaciones de París, de las últimas entrevistas de su hermana Arielle o de su cuñado, el filósofo Bernard-Henri Lévy, y de las más recientes noticias sobre mi estado de salud. No había semana en que no me preguntara cómo me sentía, cuándo entraría al hospital y si mi tratamiento estaba dando resultados. Era el perfecto amigo discreto, generoso y con un gran sentido del humor. Amaba la vida, viajar, el jardín de su casa, tener noticias de su hijo que vive en Barcelona e ir Tlalmanalco, Estado de México, a la planta de terciopelos, misma que inauguró su padre, Jean-Louis Sonnery, empresario, arqueólogo y coleccionista de arte, hace muchas décadas. Gracias a él, cuento con cortinas en el comedor, sala y biblioteca de mi casa de terciopelo.

Conocí a Gilbert cuando él tenía 16 años y vivía con su familia en la casa más bonita de la Plaza Río de Janeiro, colonia Roma. Entonces era un muchacho tímido, introvertido y sensible, sin embargo, tenía muchos amigos, pero sobre todo amigas, todos muy intensos como solían ser en esos años en el Liceo Franco Mexicano. Junto con Arielle, habían perdido a su madre siendo los dos unos niños. Después de vivir sus primeros años en Estados Unidos, llegaron a México en los años sesenta, pasaban largas temporadas en Valle de Bravo, estudiaban en el Liceo y eran muy amigos del cineasta Alejandro Jodorowsky, incluso Arielle participó en una de sus películas en 1973, titulada La Montaña Sagrada.

De la biografía de Gilbert podríamos decir que tanto sus abuelos paternos como maternos fueron muy importantes en su vida. De su abuelo Sonnery aprendió a amar la aventura y a viajar a los países más remotos como China, en los años veinte. De sus abuelos maternos aprendió a amar a México y a su cultura como nieto del primer representante de la Francia Libre (de la posguerra). Una vez que México rompió relaciones con el gobierno de Vichy, Maurice Garreau-Dombasle fue nombrado oficialmente embajador de Francia en México por Charles de Gaulle, 26 de julio de 1945. Hay que decir que para el presidente Manuel Ávila Camacho en ese momento no era fácil romper con la Francia de Vichy y reconocer de manera oficial el esfuerzo del Comité Francés de Liberación, ya que había acontecido una serie de conflictos en la legación mexicana, que en ese entonces estaba a cargo del jefe de misión Gilberto Bosques.

Gilbert Sonnery era tan modesto que no hacía alarde de estos abuelos ilustres y tan cercanos a pintores como Rufino Tamayo, Diego Rivera, intelectuales, como Octavio Paz, y políticos como Jaime Torres Bodet, Alfonso de Rosenzweig y otras personalidades de ese México.

Mientras se velaba el cuerpo de Gilbert en su casa, no dejaban de llegar flores, muchas flores, todas ellas blancas, todas ellas perfumadas y rodeadas de follaje verde. Más que un velatorio era un jardín creado por todos sus familiares, amigos, pero sobre todo por Nicoletta, su único y verdadero amor, con quien formó una pareja ejemplar, convirtiéndose así en unos padres amorosos y muy tiernos. Por eso se sufre más con la partida de amigos como Gilbert.

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