Sin tacto.
Por Sergio González Levet.
La ingeniera Rocío Nahle García, Secretaria de Energía y Senadora con licencia, se voltea ante un ciudadano que le grita al Presidente: “¡Necesitamos aeropuerto!, ¡Arriba Texcoco!”, y como no obtiene respuesta, insiste: “Texcoco, Texcoco, Texcoco”, como una forma de pedirle que termine la obra del aeropuerto que está cerca de esa ciudad.
La poderosa funcionaria lo ve, se agita, se enerva y le espeta con toda la soberbia del mundo:
—Por eso ya estamos haciendo Santa Lucía, mi chavo. Y si no, pues vete a la TAPO.
La frase no puede ser más inadecuada. Revela que ella considera que los ciudadanos comunes que están en contra de alguna acción presidencial no tienen la capacidad socioeconómica para utilizar el servicio de aeropuertos. Ella cree que al sobajar tan groseramente a un opositor queda bien con su jefe Andrés Manuel López Obrador y con su esposa, que lo acompaña durante ese trance.
La doctora Irma Eréndira Sandoval ballesteros, Secretaria de la Función Pública y con una impresionante carrera académica en el área de la sociología, la economía y la ciencia política, se encrespa ante dos señalamientos de sendos periodistas mexicanos, y les responde con un tuit
“Los mezquinos ataques de los mismos de siempre, como @DeniseDresserG y @SergioAguayo, me hacen lo que el viento a Juárez.”
Otra vez la soberbia, expresada desde la boca o la pluma de una dama preparada y culta, empoderada, que debiera portarse a la altura de la delicada responsabilidad que tiene.
Pongo estos dos ejemplos porque son los más distinguidos de las últimas semanas del año pasado, los más recientes, pero podría llenar mucho espacio más con intervenciones desafortunadas de miembros de gobiernos morenistas de los tres niveles, que están mostrando una cerrazón ante la crítica, una soberbia sin límites y un alejamiento creciente de los ciudadanos, precisamente de esos ciudadanos que los encaminaron a la victoria total en la elección del primer domingo de junio del año pasado.
El propio Presidente de la República ha abonado a este ambiente de crispación con sus actitudes y palabras groseras dirigidas a quienes se manifiestan en contra de alguna de sus acciones o sus decires.
Vaya paradoja la de un gobierno tan emanado del pueblo, tan elegido por el pueblo y tan alejado del pueblo apenas llegó al poder.
El espectáculo de doña Rocío y doña no tan cándida Eréndira, subidas en el ladrillo de la petulancia, no abona puntos en favor de Morena -el partido que no es partido sino movimiento- y menos en la consideración que está teniendo la gente sobre el presidente Andrés Manuel López Obrador.
La arrogancia es mala consejera y los gobiernos no son eternos (aunque algunos quisieran eso). Aún está a tiempo el patriarca de llamar a cuentas a sus subordinados -y en una de ésas, llamarse a cuentas también él- para que depongan su actitud altanera y bravucona, que sólo les resta simpatías, sobre todo electorales.
Y ya de Fernández Noroña ni hablamos.
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