“Las instituciones democráticas están siendo devastadas en todas las latitudes.
Isabel Turrent.
Siempre en los albores de un nuevo año hacemos balances. Recuentos que rozan apenas la superficie porque el paso de un día a otro rara vez cambia la historia (si acaso transforma la biografía personal cuando algunos -muy pocos- logran cumplir algún propósito de esos que hacemos entre uva y uva). Pero son buenos tiempos para hacer repasos largos y visualizar dónde estamos.
La mejor receta es volver a los clásicos. A los pensadores ilustrados que sentaron las bases de la modernidad: la distancia entre ellos y nosotros explica con claridad meridiana hasta dónde hemos perdido el rumbo. Y 2022 no promete nada mejor. En dos siglos y medio hemos involucionado.
Tenemos varios canarios en las minas de la modernidad para probarlo. Una es la accidentada manera en que hemos enfrentado en pleno siglo XXI -centurias después de la peste negra- la pandemia de Covid. Otra es el retroceso iliberal y populista que puebla hoy el escenario político.
En ambas minas hemos renunciado a la razón, la fe en la ciencia, al humanismo y a la defensa de la libertad y los derechos humanos. Los canarios son el mejor indicador del momento en que las diferencias meramente cuantitativas entre sectores sociales con opiniones distintas se convierten en cambios cualitativos.
Eso sucede cuando el consenso se rompe: en la lucha contra el Covid, los gobiernos y sus lacayos que se niegan a aceptar la gravedad de la pandemia y promover campañas de vacunación intensivas y programas de apoyo a la sociedad, junto con los amplios grupos de anti-vaxxers, han dado un brinco cualitativo. Le han dado la espalda no sólo a los métodos de la ciencia moderna (el debate abierto y la investigación empírica, entre otros) sino también al imperativo moral de conocer antes de opinar.
Para los anti-vaxxers, en todas sus versiones, el enemigo no es el virus mutante del Covid, sino las vacunas: el mejor medio científico para atacarlo. Se han mudado a la Edad Media temprana: al siglo VI, donde ni siquiera el ilustrado emperador Justiniano pudo encontrar la causa y combatir con eficacia la peste bubónica. Ahí están, en un mundo de dogmas irracionales e intolerancia (son sectarios fanáticos y combativos); hundidos en la superstición (porque eso son las teorías conspiratorias que blanden y la extraña idea de que oraciones y amuletos pueden incidir en la realidad); infiriendo causa-efecto de la correlación y la coincidencia, y mandando a la basura cualquier información que contradiga sus convicciones.
Han pervertido hasta el concepto de la libertad individual, uno de los grandes logros de la modernidad ilustrada, pregonando que son libres y pueden hacer con su cuerpo lo que quieran. Olvidan convenientemente que el límite de esa libertad son los derechos de los demás: a la salud, el bienestar y la seguridad. Ellos podrán tener la libertad para rechazar la vacuna, pero eso no les da derecho de vida y muerte sobre otros seres humanos.
Los canarios en la mina de la modernidad política están agonizantes. Las instituciones democráticas están siendo devastadas en todas las latitudes. Aun las democracias cimentadas en los valores ilustrados más consolidadas y ejemplares -la inglesa y la norteamericana- están en riesgo de dar el brinco cualitativo a sistemas unipartidistas y autocráticos como el ruso o el chino. Republicanos y conservadores están dispuestos a acabar con la alternancia por cualquier medio. En Estados Unidos los republicanos han usado su predominio político en los estados del viejo sur y en una amplia franja del oeste medio para oponerse a todas las medidas del presidente Biden y aprobar normas para restringir el derecho al voto de los grupos demócratas: un asalto ilegal del poder. El propio Biden informó con alarma hace unos cuantos días que tan sólo en 2021, 19 estados republicanos emitieron 34 leyes para restringir el voto del electorado demócrata. No controlan todo, pero controlan lo suficiente, sobre todo el sistema judicial.
Lo mismo sucede en Hungría y en Polonia, para no hablar de aquellos países como México en donde el líder supremo en el poder ha traducido su triunfo electoral de 2018 en una patente de corso para hacer a un lado los derechos de la minoría del electorado, y destruir a la sociedad civil y a sus organismos autónomos. Aquí y en China la defensa de la democracia plena es la tarea más urgente para el 2022.