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/ Caty Monreal /
En redes sociales y medios se ha viralizado el caso de Azul Escamilla, una chica de XV años, cuyo cuerpo desafía el canon de belleza hegemónico. Ese fue su primer pecado. El segundo fue ser “hija de” Franco Escamilla.
Franco Escamilla, es un comediante bastante famoso de Monterrey, quien ha hecho carrera de hacer comentarios misóginos. Su misoginia es histórica, repetitiva y sistemática. De hecho, es tan documentada que en mis cursos sobre roles de género usaba una de sus frases para ejemplificar estereotipos y prejuicios sobre las mujeres. La frase no vale la pena repetirse en este espacio de lo burda que es.
Dentro del gran portafolio de misoginia que Franco llama carrera de comediante, existía uno sobre “las quinceañeras con sobrepeso”. Como el internet no olvida nada, la gente al ver las fotos del evento de Azul aprovecharon para “recordarle” este chiste a Franco a costa de Azul.
La excusa para opinar sobre el cuerpo de “la hija de” Franco Escamilla fue que era “karma” por los comentarios que Escamilla había hecho. Así como lo leen. El argumento es que para defender a las mujeres y niñas de México, vamos a criticar el cuerpo de una niña de 15 años por algo que ni siquiera dijo ella. Los y las usuarias de internet realmente dijeron “la manera en que vamos a lograr que los machistas de México reconsideren es violentando a sus hijas”.
No es cuestión de defender a Franco Escamilla. Dijo lo que dijo, y hasta hizo dinero por decirlo. Pero sí es cuestión de defender a Azul. Porque ahí está esta trampa perversa del patriarcado: hacer pensar que para defender a las mujeres tenemos que sacrificarlas.
La conducta de Franco no justifica los ataques a Azul. Azul no es la que hizo los chistes. Es una menor de edad, teniendo su fiesta de cumpleaños. La discriminación no se defiende discriminando a alguien, porque al fin lo que terminamos haciendo es una vez posicionando a las mujeres como objetos, solamente relevantes por su relación con otro hombre, no por su carácter propio.
Esta es la razón por la cual, entre los círculos feministas la respuesta de muchos hombres de ser aliados del feminismo por que “tienen hermanas, hijas, madres” es una respuesta criticable. En primera porque las estadísticas están ahí: cientos de mujeres son agredidas por sus familiares. En segunda, porque demuestra una posición endeble ante las causas del feminismo.
Sí claro, la relación familiar nos puede sensibilizar al tema, pero no es suficiente. Para realmente ser aliados se tiene que hacer un trabajo en favor de las mujeres. La práctica feminista requiere de mucho análisis, de visibilizar lo invisible. Las niñas no tienen que responder por las conductas machistas de sus padres, esto es solo hacerlas monedas de cambio en un juego patriarcal. Dejemos de usar el “hija de” como excusa para violentar a las mujeres.