/ Denise Dresser /
¿Usted permitiría que su hija fuera parte de un experimento de salud sin su consentimiento? ¿Estaría de acuerdo que se le aplicara una sustancia que no ha sido autorizada para tratar Covid, por las autoridades sanitarias del país? ¿Qué sentiría al saber que a cientos de miles de habitantes de la Ciudad de México les fue entregado un “kit” con un medicamento contra el coronavirus, que es usado primordialmente como una medicina veterinaria?¿Cómo reaccionaría si los autores intelectuales de esa estrategia publicaran una cuasi-investigación, promovida y celebrada por la gobernante citadina? ¿Cuál sería su reacción si el sitio donde estaba, recientemente retirara el “estudio” por violaciones éticas? ¿Exigiría que alguien rindiera cuentas, fuera suspendido, despedido, incluso juzgado? Estas preguntas no son hipotéticas. Son reales y aplican a Claudia Sheinbaum ysu equipo, que decidieron usar a los ciudadanos como conejillos de Indias, recurriendo a la ivermectina.
Una sustancia explícitamente rechazada por la OMS para el tratamiento de Covid. Contundentemente rechazada por la Food and Drug Administration estadounidense para su aplicación en humanos, más allá de casos de lombrices parasitarias. En la página de internet del FDA hay una advertencia clara y contundente: “Nunca uses medicamentos diseñados para animales en ti, o en otras personas”. En la página de internet de la OMS se argumenta que el tratamiento de pacientes de Covid con ivermectina solo debe ser usado en un ensayo clínico con claro consentimiento de los sujetos, ya que no hay evidencia sobre sus efectos, y la compañía Merck advierte lo mismo. Además, cualquier ensayo clínico requiere lo que se conoce como “informed consent”: consentimiento informado. Justo lo que no se solicitó en la distribución de cientos de miles de “kits” médicos a personas que no sabían lo que estaban tomando. Nunca se les informó ni se les notificó que participaban en un experimento médico. Se les usó como ratones de laboratorio, aunque eso violara normas éticas fundamentales.
Como establece la doctora Christine Grady, titular del Centro Clínico, Departamento de Bioética, del National Institute of Health, “Cuando a las personas se les invita a participar en investigación, hay una creencia fuerte de que debe ser su elección, basada en el entendimiento de cuáles son los riesgos y beneficios del estudio”. Pero a ninguno de los habitantes de la ciudad que recibió las tabletas de ivermectina se le dijo que era una droga experimental. Se les aplicaron “mentiras disfrazadas de ciencia”. Se les negó información sobre posibles efectos secundarios como náuseas, mareos, debilidad, hipertensión y convulsiones. Se les dio sin seguimiento riguroso, y el proceso se convirtió en una intervención pública experimental, arbitraria, y altamente peligrosa, como sentenció Juan Pablo Pardo-Guerra. (Nexos, 5 febrero 2022). El experimento fue tan burdo, tan falaz y tan poco ético que ocasionó el retiro de su publicación; la primera vez que la plataforma SocArXiv hace algo así en su historia.
La inmoralidad de altos funcionarios del gobierno de la ciudad -varios de los cuales ni siquiera son médicos- es un escándalo de dimensiones internacionales. Y la responsable de esto es Claudia Sheinbaum. La CDMX experimentó en seres humanos durante un año, con la complicidad del IMSS. Increíble que una mujer con un doctorado en ciencia, de una de las universidades más prestigiadas del mundo, no entendiera las consecuencias de violar todos los códigos éticos de su profesión. Ante eso, sólo le quedan las siguientes opciones: declarar que no sabía las transgresiones éticas del estudio, e investigar, despedir y posiblemente perseguir legalmente a sus autores, o admitir su complicidad. Mantenerse como promotora de un estudio que viola los Códigos de Nuremberg, de Helsinki, y de academias internacionales de medicina, o disculparse por lo ocurrido. También habría que esclarecer cómo obtuvo el medicamento, y si la compañía que se lo vendió sabía que iba a ser aplicado a humanos sin su consentimiento. Aquí la pregunta es si Claudia Sheinbaum va a denunciar lo que ocurrió bajo su mandato o si, con tal de llegar a la Presidencia, seguirá violando derechos humanos, hasta acabar en la Corte de La Haya, defendiendo la ciencia a conveniencia.