¿Cómo pasamos de la crisis migratoria a la crisis humanitaria?

SALVADOR GARCÍA SOTO / SERPIENTES Y ESCALERAS (EL UNIVERSAL)

¿Cómo pasamos de la crisis migratoria a la crisis humanitaria?

La crisis de la migración masiva e indocumentada desde Centroamérica, la misma que hoy tiene a México contra la pared y sometido a enormes presiones en su relación con los Estados Unidos, amenaza con desbordarse y generar una crisis humanitaria en el territorio mexicano. El origen de la incómoda posición que hoy juega México en este conflicto regional entre Centro y Norteamérica, se remonta más o menos al mes de octubre, cuando comenzaron a registrarse las primeras caravanas de migrantes hondureños y guatemaltecos que vieron en la desordenada y caótica frontera sur mexicana una puerta de entrada hacia el ansiado “sueño americano”.

Por esas fechas en México había dos presidentes en funciones, el que se iba, que ya no gobernaba ni tomaba decisiones, Enrique Peña Nieto, y el electo que llegaba, Andrés Manuel López Obrador, que ya dictaba la agenda, anunciaba políticas y nombramientos y hasta asumía ya parte de la negociación bilateral con el gobierno de Donald Trump, en el marco del nuevo Tratado de Libre Comercio. Dos figuras del futuro gabinete electo, Marcelo Ebrard y Jesús Seade, participaban en las definiciones de los términos y contenidos del nuevo T-MEC, aún coordinados con el equipo negociador del gobierno saliente y que lideraban Luis Videgaray e Ildefonso Guajardo.

Hubo entre octubre y noviembre de 2018, un hecho clave: la negativa tajante del presidente electo, López Obrador a que en el nuevo T-MEC se incluyera un capítulo relativo al sector energético, ya aceptado por el gobierno de Peña Nieto. El equipo lopezobradorista se opuso al tema energético en el tratado y la tensión estuvo a punto de romper el tratado, según reveló el pasado jueves el ahora presidente: “Se rompieron las pláticas. Insistió el Gobierno de entonces (del presidente Enrique Peña Nieto), insistieron todos en que aceptáramos y dijimos: eso no. Estamos de acuerdo en todo, pero ese capítulo no”, comentó en su conferencia matutina.

Luego él mismo detalló cómo se resolvió el tema cuando Donald Trump “aceptó nuestra propuesta”, y el citado capítulo energético quedó sólo en dos párrafos que dicen que México es libre y soberano de sus recursos naturales, en particular en el sector energético y especialmente en el petróleo. “Por eso le tengo consideraciones y respeto al presidente Donald Trump. Ya cuando estaba a punto de darse a conocer, y todo esto se manejó en sigilo, que no se iba a llegar a un acuerdo por ese tema, él, Trump, aceptó nuestra propuesta”, agregó el presidente.

Lo que no explicó López Obrador es cuál fue “nuestra propuesta” que Trump aceptó; y ahí entran las versiones cada vez más claras de que Trump y sus halcones eliminaron el capítulo energético del T-MEC a cambio de que México aceptara “colaborar con el gobierno de Estados Unidos en materia de migración”. Una colaboración que pronto comenzaría a ser exigida al presidente electo y a su equipo, incluso antes de tomar posesión del cargo.

El tenso encuentro de Miami y el “acuerdo de California”

Para enero del 2018, recién llegado el gobierno de AMLO, Trump comenzó a cobrar el favor del capítulo energético. El 19 de enero, Jorge Alcocer, coordinador de asesores de la secretaria Olga Sánchez Cordero, recibió la primera “petición de colaboración” de James McCament, subsecretario de Estrategia del Departamento de Seguridad Interior. McCament exigió que México recibiera a todos los indocumentados deportados de Estados Unidos en las garitas porque la nueva administración, con su política “de puertas abiertas y visas” provocó que se disparara la migración ilegal de Centroamérica. Alcocer rechazó la propuesta y el gobierno mexicano sólo aceptó recibir diariamente a 20 migrantes deportados con visa mexicana y exclusivamente en Tijuana.

Pero ante el enojo de Trump, que quería más “colaboración” mexicana, se realizó un encuentro de “emergencia” entre la secretaria de Seguridad Interior, Kirjsten Nielsen, y la titular de Gobernación mexicana, Olga Sánchez Cordero. El 28 de febrero, en Miami, las secretarias llegaron con algunos de sus asesores al encuentro y, apenas sentándose en la mesa, Nielsen soltó: “Queremos que cumplan el acuerdo que hicieron” y aceptar la apertura inmediata de 11 puntos en la frontera mexicana para recibir migrantes deportados de Estados Unidos en 11 ciudades del lado mexicano, a donde se enviaría una cifra gradual hasta llegar a 200 deportados diarios. “Es lo que ustedes aceptaron en California y exigimos que se cumpla”, dijo tajante la secretaria estadunidense, que amagaba con el cierre de la frontera.

Olga Sánchez, el entonces director del Instituto Nacional de Migración, Tonatiuh Guillén, y Jorge Alcocer, negaron que ese acuerdo haya sido suscrito por el Gobierno de México. La tensión llegó a tal punto que acordaron un receso para hacer “consultas”. Ya en el diálogo informal un funcionario estadunidense le dio a la delegación mexicana más detalles de lo que ellos llamaban el “Acuerdo de California”: resultó que, en el marco de las negociaciones del T-MEC, justo entre octubre y noviembre, cuando se discutía el famoso capítulo energético, el negociador mexicano, Marcelo Ebrard, junto con colaboradores suyos se entrevistó en una ciudad de California con Mike Pompeo y sus asesores que ahí plantearon, según la fuente estadounidense, la aceptación de México a recibir a los migrantes deportados y a instalar “11 puntos de recepción” en igual número de ciudades fronterizas mexicanas.

Nielsen presionó tanto, a su vez presionada por el presidente Trump ,”para que México cumpla el acuerdo que aceptó”, que Olga Sánchez y su delegación aceptaron, previas consultas con Palacio Nacional y el aval del presidente, la apertura de otros dos puntos de recepción de migrantes deportados en Mexicali y Ciudad Juárez, que se sumaban a Tijuana para aceptar 20 deportados diarios, con el compromiso de aumentar de 10 en 10, hasta alcanzar la cifra de 9 mil deportaciones con visas humanitarias mexicanas por mes. El gobierno de México aceptó desde entonces ser el “tercer país seguro”, aunque eufemísticamente justificaron con el cumplimiento de la Ley 235.

El mensaje de Kushner, la amenaza arancelaria y la rendición de Marcelo

A partir de ahí el gobierno de López Obrador estuvo de rodillas ante Trump. Y cuando al presidente estadounidense no le convenció el esfuerzo de México, mandó a su yerno, Jared Kushner, a la Ciudad de México, a reunirse en privado con el presidente López Obrador. En la casa del empresario de Televisa, Bernardo Gómez, en aquella cena del 19 de marzo pasado, entre otros asuntos, Kushner, quien llegó con el encargado de la embajada de EU en México, John Creamer, reiteró la “enorme molestia del presidente Trump” por los incumplimientos de México en materia migratoria y el aumento de cruces ilegales a Estados Unidos. “Si no hacen algo urgente para detener a los centroamericanos, no sólo cerrara la frontera, sino que no habrá T-MEC”, les dijo el yerno al presidente y a Marcelo Ebrard.

Fue entonces que López Obrador decidió meter al canciller Ebrard a “supervisar” el tema migratorio y ahí comenzó el desplazamiento de la ministra Sánchez Cordero, quien junto con su colaboradores Alejandro Encinas y Tonatiuh Guillén, se oponían a endurecer las políticas contra los centroamericanos y a que México recibiera más migrantes de EU. Por esos mismos días, el 8 de abril, Trump corrió de su gabinete a Kirjsten Nielsen, por considerar que no era lo suficientemente dura con México y subió sus amenazas no sólo a cerrar la frontera, sino a imponer aranceles a los autos mexicanos.

Las cifras de centroamericanos cruzando México y llegando hasta la frontera con Estados Unidos siguieron creciendo, igual que la molestia de Trump y su equipo por “la incapacidad de México”. En la Casa Blanca estaban tan enojados, que Mike Pompeo dejó plantado al canciller Ebrard cuando éste lo visitó en Washington el 22 de mayo para una reunión previamente pactada. Pompeo argumentó “una reunión de última hora con el presidente” y el canciller mexicano, con todo y comitiva, fue recibido por un subsecretario que aceptó, sólo por trámite, una copia del Plan de Desarrollo Integral para Centroamérica.

Finalmente el 1 de junio pasado vino la amenaza de los aranceles del 5% a todas las exportaciones mexicanas. López Obrador entró en pánico y al enviar a Marcelo Ebrard “a negociar” a Washington sabía que el canciller sólo iba a firmar lo que Washington le pidiera y aceptar, ahora por escrito, los acuerdos que él mismo había hecho en California en noviembre pasado, donde se selló el intercambio del capítulo energético por la “cooperación mexicana para frenar la migración a EU”.

Así llegamos al punto en que nos encontramos: un México arrinconado, arrodillado y obligado a aceptar todas y cada una de las exigencias de Donald Trump. La semana pasada se informó de la apertura de dos “puntos migratorios” más en la frontera mexicana, en San Luis Río Colorado y Nuevo Laredo, en donde se recibirán migrantes deportados de Estados Unidos, con lo que ya suman 5 de los 11 acordados. Si, se cumple con la cuota de 200 deportados diarios en cada uno de los puntos, en menos de los 25 días que faltan para la primera evaluación que Trump le hará al México en materia migratoria, sumarán ya decenas de miles de migrantes en la frontera norte; y si a eso se suma el rebasamiento de las estaciones migratorias de la frontera sur, donde ya se presentan escenas inhumanas de descuido, maltrato y abandono de los migrantes, la declaratoria de una crisis humanitaria esta a la vuelta de la esquina.

El gobierno de López Obrador aceptó ya, en los hechos, convertirnos en el “tercer país seguro” de Estados Unidos, además de militarizar las fronteras y perseguir y detener migrantes para que no molesten a Trump. Y lo hizo a cambio de nada. Al menos Turquía cuando aceptó ser “tercer país seguro” de Europa les exigió el pago de 6 mil millones de euros para atender a los migrantes en su territorio, y ni siquiera con eso ha podido evitar que el tema lo rebase. ¿Cuánto aguantará México, al que ni siquiera le dieron ayuda económica de Washington hasta que la crisis migratoria explote y se produzca una tragedia humanitaria? Los dados mandan serpiente.

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