/ Por la Dra. Beatriz Corona Figueroa, Profesora-Investigadora de la UAG /
Despiertas con cierto aturdimiento, en forma natural, pero percibes oscuridad en el ambiente, la cual contrasta con tu reloj, que, de algún modo te recuerda que perdiste una hora de tu vida, que en algún punto de la madrugada algo ocurrió para que, sin sentir haber dormido tanto, parece que ahora te estás levantando más tarde. Todo ese día experimentas algo de cansancio, de calor, de confusión, de aturdimiento e incluso un poco de dolor de cabeza.
Esos son los efectos que el cambio al Horario de Verano tiene para muchas personas. Desde su comienzo en 1996, este horario ha implicado la división del año en dos grandes períodos.
Sus intenciones de ahorro de energía para aprovechar la luz que los meses de mayor iluminación representaban y un posible ajuste a los horarios de otros países con los que nuestro país tiene negocios y transacciones podían comprenderse racionalmente, pero lo cierto es que ni el ahorro de luz ni el ajuste a horarios de otros países son comprendidos por el cuerpo, que, en mayor o menor medida las personas padecen los efectos que este cambio representa.
Nuestro organismo funciona por ciclos, por ritmos, por equilibrios. Para sentirnos bien necesitamos armonizar funciones internas y externas; respondemos a la luz, a la temperatura, funcionamos mejor a ciertas horas y en ocasiones nuestro cuerpo experimenta cambios de los cuales no siempre somos conscientes.
Los horarios regulan nuestras actividades, la velocidad a la que hacemos las cosas, la decisión de planear nuestras actividades, el transporte que elegimos, las horas a las que nos ejercitamos, comemos y dormimos: sería imposible negar que los horarios, que son algo externo, obligan al ajuste interno de nuestro cuerpo. Y este ajuste durará más de seis meses, aunque claro, para todos son más notorios los efectos en los primeros días.
Nuevo horario, nuevos hábitos
¿Qué hacer entonces ante esta realidad de la cual no podemos sustraernos, por más que a algunas personas les desagrade?
Disposición: Es posible convertir este cambio en algo llevadero y en parte de nuestra vida. Para comenzar, podemos prevenir algunos de sus efectos si uno o dos días antes de que se presente el cambio de horario comenzamos a acostarnos una hora más temprano, cenamos más ligero, evitamos bebidas y alimentos estimulantes después de la hora de comida y creamos un ambiente de preparación para un buen sueño. Sí, el día más pesado siempre es el primero, esta preparación puede ayudar a atenuar un poco los efectos del cambio.
Ejercicio: Practicar ejercicio por la mañana puede ser también una buena alternativa. Nos proporcionará mayor oxigenación, mejor tono muscular, mejor digestión e incluso mejor estado de ánimo, concentración y efectividad para enfrentar los retos del día.
Alimentación de verano: Ingerir bebidas saludables mantendrá nuestros buenos niveles de hidratación que son convenientes para todas nuestras funciones. Las cenas ligeras y a horas tempranas contribuirán a un sueño más tranquilo y profundo, que facilitará despertarse a la hora adecuada, reponer nuestras fuerzas y darle al cerebro el descanso necesario.
Nuevos hábitos: Mantener hábitos más eficaces hacia los dispositivos electrónicos será una estrategia crucial: es sabido que la luz azul emitida por las pantallas no sólo daña los ojos, sino que impide la relajación previa al sueño y mantiene una actividad cerebral incompatible con el sueño reparador. Con el ritmo de vida que llevamos, estas horas de sueño nocturno son un recurso indispensable para que continuemos funcionando y sintiéndonos bien.
Aprovechar el tiempo: Es importante cuidar que la cantidad de luz en las horas de la tarde no “nos engañe” y nos haga comenzar nuestros preparativos una hora más tarde: pensemos que el horario que el reloj marca puede orientarnos para que esta preparación haya avanzado cuando llegue la oscuridad y no restemos una hora de sueño cada noche de esos seis meses.
Más tiempo con otros: El horario es externo, pero el cuerpo tiene sus leyes internas y nosotros contamos con una tendencia a la regulación que puede contribuir a nuestro bienestar. Pensemos que esa hora más de luz puede servirnos deseablemente no sólo para mantener el ajetreo de todos los días, sino para lograr una mayor convivencia con nuestros seres queridos, para la práctica de actividades edificantes y como una oportunidad para hacer contacto con nuestro interior.
Aprovechemos esta oportunidad de disfrutar el espectáculo de esos atardeceres de tonos rosa y dorado que nuestra bella ciudad nos ofrece en la temporada veraniega y no nos desilusionemos ante lo que sucederá con nuestro reloj el próximo domingo 3 de abril.