**El Ágora .
/ Octavio Campos Ortiz /
Curiosamente el sexenio en que más se ha satanizado la función periodística y cuestionado la función social de la comunicación, han surgido los dos más grandes fenómenos comunicacionales del siglo XXI. No cabe duda de que quien mejor ha manejado la información, la propaganda y la persuasión colectiva es el presidente de la República, personaje que ha llevado a las masas, entendidas como las beneficiarias de los programas clientelares, a grados de obnubilación.
El otro es el de la empresaria y política con aspiraciones presidenciales Xóchitl Gálvez, quien gracias a un mal cálculo político en la estrategia del inquilino de Palacio Nacional catapultó una espontánea empatía con diversos sectores sociales -incluidos los pobres y los “aspiracionistas”-, escenario que debe mostrar no ser pasajera moda mercadológica y que la xotlilmanía es real opción electoral basada en personalidad, propuestas viables y uso de los medios para convencer a los votantes. Por lo pronto, durante semanas arrebató la agenda de los asuntos públicos a la 4T, hasta que llegó el tema de los dichosos libros de texto.
Estos eventos de comunicación no se veían desde la época del carismático Rafael Caro Quintero, narcotraficante cautivador de hombres y mujeres que mantuvo ocupada a la opinión pública por mucho tiempo gracias a la apología en los propios medios. El otro es el comandante Marcos, moderno Zapata que quiso reivindicar las causas rurales en el sur del país, no solo a través de las armas, sino con la utilización de la comunicación. Sin embargo, con el tiempo se desvaneció, continuó la postración campesina y hoy las armas se usan en contra de las comunidades indígenas.
Desde que llegó a Palacio Nacional, el mandatario supo marcar, mediante la comunicación política, la agenda mediática y controlar la comunicación social del gobierno federal. Las mañaneras como ejercicio propagandístico le permitieron mantener una popularidad que ronda el 60 por ciento, basada en el machacamiento de que todos las desgracias y vicios nacionales son consecuencia de los regímenes neoliberales corruptos y que la única opción salvadora era el proyecto cuatroteista, aunque eso conllevara divisionismo y confrontación de clases sociales. Esa visión maniquea de la realidad le redituó popularidad y cierta autoridad moral, pero la estrategia propagandística incluyó la descalificación de periodistas y medios para hacer efectivo el principio de que quien no está conmigo, está contra mí.
La obnubilación de las masas se ha mantenido por cinco años, pero parece que no podrá superar el porcentaje de popularidad en lo que resta del sexenio ni que se extienda esa buena fama, como manto protector al posible candidato morenista. Terminará su administración con porcentajes similares a los de Salinas, Zedillo, Fox y Calderón.
En esta campaña preelectoral será fundamental comprobar que la xóchitlmanía no es un fenómeno de comunicación temporal y que la empatía lograda con la población no se explotará mercadológicamente, sino con propuestas que remarquen la frescura de una candidata natural e inteligente.
Se abren las posibilidades para el retorno de la comunicación social como herramienta de difusión de ideas y propuestas, para acabar con el culto a la imagen o la creación de personalidades fatuas y entablar una verdadera comunicación con la opinión pública y la sociedad, además de dignificar el periodismo profesional.
Apostilla: A propósito de comunicación y responsabilidad social, General Motors se apresta a celebrar en septiembre el décimo aniversario de su sistema tecnológico de teleasistencia al conductor y para ello pondrán en marcha novedoso dispositivo satelital de seguridad que garantice en muy poco tiempo la asistencia médica y de ambulancia a los pasajeros. A GM no solo le interesa vender automotores, sino garantizar la vida y patrimonio de sus usuarios.