Cuaresma: Tiempo de reflexión, decisiones

Francisco Cabral Bravo

La cuaresma es una importante época del año que nos exige autoexamen y autocrítica. Algunas personas pretenden cambiar muchas cosas del mundo en que vivimos, pero son pocos los que buscan comenzar los cambios por uno mismo. Para que se verifiquen los cambios en el tiempo de crisis que estamos viviendo hay que comenzar por una reorientación del espíritu, por procurar un humanismo integral abierto a la trascendencia.

Una característica importante de la Cuaresma es compartir, el tiempo, los bienes materiales y espirituales. No se posee algo verdaderamente si no se comparte. Se impone una actitud activa, una donación personal, adornada de lo que puede embellecer y purificar el don: magnanimidad, desinterés, sacrificio para que un regalo muera en nosotros a fin de que se viva en el otro.

La relación entre ausencia de religión y deshumanización la denuncia Nietzsche de modo certero: “las aguas de la religión se retiran dejando en pos de sí lagunas y pantanos; las naciones se separan otra vez con odio encarnizado, las ciencias trituran y disuelven las  más firmes creencias, todo prepara el camino a la barbarie inminente, se alzan ahí, es cierto, enormes fuerzas, pero son las fuerzas salvajes, primitivas, carentes en lo absoluto de toda misericordia”.

Otros filósofos del siglo pasado han descrito también con rasgos sombríos la decadencia del ser humano; subrayan el declive, la desintegración, el desmoronamiento y la decadencia espiritual de nuestro tiempo.

Heidegger hablaba de que a ninguna época el ser humano se le había presentado como un ser tan conflictivo, para  Sartre  la vida es un absurdo y para Marcel el ser humano se ha   empantanado en el “problema” del tener, y se ha olvidado del “misterio” del ser.  Asimismo, para Ortega y Gasset el sistema de valores ha perdido su vigor, su evidencia y su atracción.

En la filosofía de la religión  se alude a dos tipos  de experiencias: experiencias abismales y experiencias de la plenitud. Las experiencias abismales tienen carácter negativo: catástrofes naturales, fracasos, enfermedades, epidemias. Jaspers las denomina “situaciones límite”, que como las experiencias abismales ayudan a profundizar la existencia y acercan a la frontera límite de la Trascendencia.

La reflexión de la Cuaresma en tiempos de pandemia nos demuestra  palmariamente la realidad de la crisis que estamos viviendo; tecnología no resuelve las grandes injusticias económicas, ni las  lacerantes desigualdades sociales.

La misma evolución científica con el descubrimiento de las vacunas debe completarse con la resolución social de una distribución más equitativa.

También los psicólogos humanistas lanzan un grito de alarma. Viktor Frankl  en El hombre en busca del sentido, Ph Lersch en El hombre en la actualidad y  E. Fromm  en El miedo a la libertad.  Asimismo otros grandes escritores han cargado las tintas sobre la decadencia del ser humano. Huxley  en su Mundo feliz y Orwell  en la Rebelión en la granja y en su satira  1984. En esta, se denuncia con vigor totalismo  dictatorial, así como el imperialismo “democrático”. Dominan en nuestro mundo la falta de  interioridad: el libertinaje se confunde con la libertad, esta se cuestiona, la vida humana es un juego de marionetas, no existe la responsabilidad, algunas aberraciones humanas se postulan como derechos humanos.

Estamos acabando con el planeta, pero no había que acudir a las grandes profecías catastróficas de Nostradamus  y de San Malaquías sobre el fin del mundo, más bien deberíamos dirigir nuestra mirada a las dos notables Encíclicas del Papa Francisco un profeta, pastor y hombre de esperanza, la Laudato sí y Fratelli tutti  que no señalan el rumbo hacia una renovación de nuestra casa común  y de sus habitantes.  Salvar y conservar a perpetuidad, y de una vez por todas, a nuestra casa común: la Tierra. Salvar al planeta, resguardar a la humanidad, respetar a la naturaleza y restaurar el ministerio del amor de Dios por cada uno de los seres vivos de la hermosa Creación Independientemente de la afiliación religiosa, de la fé o de la increencia, estos documentos nos indican el camino que debemos emprender, con valor y audacia, para superar la crisis  de nuestro tiempo.

Y cambiando de tema, una de las reacciones que más ha llamado mi atención en esta administración es la destrucción instituciones, la confrontación con inversionistas, la caída de la economía y el empleo, la negativa para  apoyar a las empresas y planta productiva con medidas fiscales o económicas, la falta de comprensión de las demandas de las mujeres, la negación del patriarcado y el “ya chole” frente a acusaciones de violación, el cierre de refugios y guarderías, la tolerancia a la corrupción  y el influyentismo de colaboradores, la intolerancia a la crítica de obra pública, entre otras acciones.

Su más reciente golpe al país fue la iniciativa preferente de la Ley de la Industria Eléctrica, que regresa a la CFE como monopolio estatal, argumentando una competencia desleal de las energías limpias que venden más barato. Incumple la Constitución Tratados Internacionales, y lo más grave regresa a energías contaminantes y con tarifas más caras.

Las protestas y la judicialización del tema están por comenzar apenas se promulgue.

No creo que AMLO lo haga con el deliberado propósito de generar más  pobreza, aunque ese sea el resultado. Ha sido muy pragmático cuando fue Jefe de Gobierno.

Tuvo muchos recursos entonces y creó la pensión para adultos mayores que fue adoptado en todo el país. Se alió con empresarios para los segundos pisos y el desarrollo de la metrópoli. Pero como Presidente ha cambiado y es sumamente intolerante frente a otras visiones.

¿Por qué? Pasa muy seguido que como dice el dicho “Dios castiga cumpliendo tus deseos” y la lucha de AMLO fue tan larga y difícil que ahora que está en la silla presidencial cree firmemente Que puede cambiar el sistema mexicano hacia un estado de bienestar, con mayor igualdad, a través de medidas  espectaculares. El problema es que no hay dinero. Y a PEMEX y CFE a la fecha no se ha logrado rescatarlos. Y la inversión pública se va en estas malas decisiones. Va a la baja sostenidamente, la recaudación en 2019 se mantuvo por la presión y acuerdos del SAT con empresas para pagos.

Además, los programas sociales crecen en montos porque son universales, y no hay supervisión, por lo cual los desvíos, como ya apuntó la ASF, son consecuentes. Ya se acabaron los “colchones” de ahorros o fondos de reserva, que las administraciones anteriores hicieron como el de estabilización. La apropiación de los recursos de los fideicomisos públicos,  con sus costos sociales, en cultura, ciencia y varios otros rubros fundamentales. El ingreso per cápita va disminuyendo. ¿Qué hacer? Instituir en que las medidas son equivocadas con datos, información pública y tratar que la realidad se imponga.

Buscar que AMLO rompe su caparazón y escuche para que el sufrimiento sea menor. Sin escándalos, pero con firmeza. El presidencialismo exacerbado nos daña a todos.

La deuda pública sigue creciendo. En dos años se fue de 47.5% a casi 60% del PIB. Pese a todo, la recuperación de EE.UU, nuestro mercado de exportación aumenta nuestra producción, con un crecimiento económico que recupere parte de la caída del 8.5% registrada en 2020.

No creo lleguemos al 4% pues la puntilla es la supresión de la Reforma Energética.

Lo cierto es que es inevitable una nueva reforma fiscal con mayores tasas, pues los estados están muy afectados y la relación entre los Ejecutivos estatales y el Federal será cada vez más difícil, más si se prosigue con el desafuero en Tamaulipas, que no ayudará al sometimiento de otros Gobernadores. La elección de junio despejará dudas.

AMLO cree firmemente que lo hace, regresar a una centralización del poder político, con monopolios estatales, con el control sobre empresas privadas y ciudadanía, dará más oportunidades a inversionistas, sus programas sociales más bienestar no reconoce la globalización, Aunque entienda la importancia del T-MEC y otros tratados. Sigue y no cambia de idea firmemente que el Estado es el actor principal de un cambio, cuando para hacerlo se requiere de unidad nacional y rumbo certero.

No de ocurrencias y nostalgia del pasado.

No de una insistente 4T, sino de un proyecto nacional para sanearlo, no para derrocarlo.

El caos sería el peor escenario.

 

 

 

 

 

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