De la polarización al escarnio

*Paralaje .

/ Liébano Sáenz /

De mala manera estamos ingresando a lo que será el último tercio del gobierno del presidente López Obrador. Deterioro en la seguridad y en la economía, además del encono que ha caracterizado los últimos años a la vida pública. Hoy las elecciones no resuelven la competencia por el poder para abrir paso a la concordia, más bien exacerban la confrontación. Eso hace inevitable que se pierda sentido de proyecto común.

En el escenario que ahora se vive, es preciso que los actores políticos y la sociedad puedan entender la circunstancia para no ser rehenes de la polarización. Los gobiernos se van, el país continúa y al parecer muchos de los grandes problemas de siempre permanecerán, pero agravados: la polarización, la incertidumbre de derechos, la desigualdad social, la falta de oportunidades, la corrupción y la impunidad.

Todo indica que en el futuro las cosas no van a cambiar. Los comicios habrán de librarse con singular pasión y vehemencia. Podrían incluso desbordarse en la medida en que las leyes no se respeten y que las autoridades que conducen la competencia se vean obstruidas para llevar los procesos en los términos de una contienda justa.

La polarización nos ha llevado a desconfiar de la mesura y de la prudencia, las que se confunden, de un lado y del otro, como una actitud tibia o vacilante. Ambos bandos demandan adhesión incondicional; un llamado de guerra en la que lo mejor del país queda en entredicho. Nunca como ahora se compromete la coexistencia civilizada de los diferentes.

La lucha contra la impunidad debe ser un objetivo irrenunciable. pero, someterla a los tiempos y al cálculo de la política le envilece, especialmente, cuando se discrimina su aplicación a partir de las afinidades o de la distancia de los imputados con el poder. Lo que procede es la aplicación estricta de la ley, el respeto de la presunción de inocencia y el cuidado al debido proceso.

La altura de miras va de la mano de la renovación de la vida pública. Es preciso trascender el ambiente de desconfianza, encono y odio que se ha incubado desde la Presidencia. Debería a estas alturas quedar claro que un mejor porvenir es tarea de todos, y que no podrá transitarse a un mejor país pensando en la humillación o el exterminio del otro.​