Decenas de miles de mujeres cubrieron la Ciudad de México en rechazo a la violencia

*Gloria Muñoz Ramírez | Fotos: Gerardo Magallón

09.03.2023.- Ciudad de México | Desinformémonos. “Estas morras sí me representan”, grita un grupo de niñas de aproximadamente 12 años de edad durante la marcha que reúne a una gran cantidad de menores y adolescentes vestidas de rosa y morado, con diversos mensajes en sus pancartas de cartulina: “Marcho para que de grande no sea violentada”; “Las niñas marchando también están luchando”; “No es No”; “En memoria de las niñas a las que no les creyeron”; “No voy a crecer con miedo” y “Que haber nacido nena no sea una condena”. Marchan, por supuesto, junto a sus madres, pero no están copiando, su discurso infantil es articulado y su paso seguro, sin dejar de ser niñas. Saben, por lo menos, porque están aquí. “No quiero que me maltraten”, dice una que jala la carreola de su hermanita menor.

Las adolescentes estuvieron presentes también en el contingente de la comunidad otomí que mantiene tomado el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI), transformado hoy en la casa comunitaria Samir Flores Soberanes. Ellas reivindican su derecho a una vivienda digna, a la salud y a la dignidad en una ciudad que históricamente las ha discriminado. Son las indígenas no permitidas, las que, al igual que las mujeres mazatecas de Eloxochitlán, Oaxaca, que luchan por la liberación de sus presos políticos, resultan incómodas para un gobierno que parece que busca confrontarlas con las “sí permitidas”.

Mujeres, trans, afros, indígenas, estudiantes y trabajadoras, tan diversas como una nomenclatura que apenas empieza a asimilarse, cuando ya se reclaman más diferencias. Y están en su derecho. De eso también se trató esta marcha en la que sin duda las jóvenes fueron las protagonistas. La blanquitud, como se sabe, no es un color de piel, sino una postura política. Y también la hubo, pues contingentes conservadores que, por ejemplo, no avalan el derecho al aborto, marcharon alejadas de las consignas que consideran “radicales”.

Las marchas partieron de distintos lugares para confluir en la avenida Reforma, luego en Juárez y por último en avenida 5 de Mayo, hasta llegar al zócalo. A la altura del Palacio de Bellas Artes, frente a la Antomonumenta Vivas nos Queremos, el contigente se apretó y las mujeres marchaban hombro con hombro. No cabía un alfiler, pero el ánimo era festivo y combativo. “Estamos de fiesta porque estamos juntas, porque logramos unirnos gente joven y las más grandes. Todas estamos por lo mismo, porque ya no haya violencia”, dice Martha García, sentada en su silla de ruedas, mientras ve pasar la marea violeta.

La canción de “Vivir sin Miedo”, de Vivir Quintana, símbolo de las movilizaciones feministas, se escucha en diferentes momentos a lo largo de la movilización, junto a las consignas de “Amiga, hermana, si te pega no te ama”; “Ahora que estamos juntas, ahora que sí nos ven, abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer. Arriba el feminismo que va a vencer, que va a vencer”. Los pañuelos verdes, instalados en México por la oleada argentina, adornan cuellos y manos. Representan la lucha por el aborto libre, seguro y gratuito, y ésa es otra de las demandas.

Son decenas de miles de mujeres. Algunas aventuran que más de 150 mil, aunque 90 mil es el dato que ofrece el gobierno de la Ciudad. Lo cierto es que no sólo las avenidas principales, sino todas las calles adyacentes están repletas de mujeres con pancartas, igual el Metro, el Metrobús y hasta los taxis y vehículos privados van repletos de mujeres que se dirigen a la marcha. La ciudad, literal, está inundada. Y blindada, pues los principales monumentos y edificios históricos fueron cubiertos con vayas metálicas que desde ayer fueron intervenidas con los nombres de mujeres víctimas de feminicidio, mujeres desaparecidas y sus madres buscadoras.

Todas hablan del ambiente pacífico pero al mismo tiempo contestatario. Ninguna está conforme con el país en el que vive: “México lindo y querido, machista, homofóbico, violador y asesino”, dice una pancarta que porta una mujer de larga cabellera negra. Y es que las cifras no dejan lugar para la indiferencia. En promedio son asesinadas de 10 a 12 mujeres todos los días por el hecho de ser mujeres, y el 95 por ciento de los casos quedan impunes, de acuerdo a las cifras oficiales.

“Somos el corazón de las que ya no están”, se lee en otra pancarta que acompaña a las madres que cargan mantas con las fotos de sus hijas asesinadas o desaparecidas. “No están solas, no están solas”, les gritan cientos de mujeres a su paso. En el multitudinario río no se habían viso tantas pancartas juntas. Son las demandas de un país de mujeres indignadas. Y hartas.

“Las mujeres ya no lloran, las mujeres fracturan”, se lee en otra pancarta que alude a la famosa canción de Shakira. A un lado, decenas de siluetas moradas, emblema de la Glorieta de las Mujeres que Luchan, se abre paso entre las batucadas y bailes al ritmo de los tambores.

Hay mensajes antimilitaristas. “No a la Guardia Nacional en el Metro” y un rechazo al ejército en las calles. La presencia de hombres es escasa, pero no es agredida como en otras ocasiones.

En el Zócalo, desde las primeras entradas de los contingentes, policías dispersaron con gases lacrimógenos a las mujeres que se acercaron a las vallas del Palacio Nacional, y a las diez de la noche, aún con mujeres en el lugar, se apagaron las luces y la Plaza de la Constitución, en cuya asta no se levantó la bandera, quedó en completa oscuridad.