Desde el Palacio.

Carlos Elizondo Mayer-Serra.

El Palacio Nacional es un gran museo. Cambiarlo por Los Pinos fue un éxito propagandístico. Le permitió mostrar al pueblo los excesos de la vida de Peña Nieto en Los Pinos. Fue también un éxito personal: contra lo que prometió, no vive en una casa, sino en un palacio.

Cumplió su capricho, pero un museo no tiene las instalaciones necesarias, ya no digamos suficientes, para desempeñar el trabajo de un Presidente. No hay salas de juntas adecuadas ni espacio para todo su equipo. Está mal comunicado, comúnmente hay mucho tráfico, no hay estacionamiento. Es un riesgo en caso de sismo. Está en medio de una zona violenta con fuerte presencia de bandas criminales.

Fue deprimente ver las primeras reacciones de AMLO ante el temblor de este martes: nervioso, dando vueltas como león enjaulado con celular en mano supuestamente coordinando la respuesta. Luego lo quisieron proyectar presidencial y lo sentaron en su escritorio, propio de un museo. Por celular nos iba narrando la respuesta de su interlocutor. ¿No sabe que los celulares tienen altavoz o no quería que supiéramos la verdadera conversación? Lo vimos anotando con dificultad 3 dígitos: 9-1-1.

Ante la imposibilidad de actuar, los propagandistas del Palacio querían por lo menos mostrar a un Presidente preocupado y ocupado. ¿No se dan cuenta del daño que le hacen al exhibirlo?

Los Pinos tenía un centro de mando de primera. Desde ahí se accedía a la información disponible en tiempo real. A través de videoconferencias, AMLO podría haberse reunido con los actores relevantes. Es un lugar seguro en caso de sismo. Lejos de la calle, que hoy es hasta riesgo de balas perdidas. Los visitantes no tendrían que exponerse a la prensa. No habríamos visto a Alfonso Durazo, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, al entrar a Palacio, revisando en su celular la información que iba surgiendo, mientras los reporteros le preguntaban sobre el sismo. “Espérenme, está un poquito lenta la señal”, dijo.

¿Qué respeto le tendrá el crimen organizado a un secretario con una señal lenta? ¿Cómo será ese gabinete de Seguridad diario, quiénes entrarán? ¿Será una reunión con AMLO enfrente hablando a sus pupilos, como vimos en un video hace unas semanas? ¿Puede un Presidente que se mueve en vuelo comercial tomar decisiones difíciles que a veces requieren reaccionar inmediatamente frente a un problema?

AMLO optó por renunciar a los instrumentos para gobernar y privilegiar los símbolos. No pensó en las condiciones de trabajo porque le importa hablar, hacer giras, simular que enfrenta los problemas.

Gobernar desde la palabra y el teatro va dejando problemas en el camino. Creer que los criminales van a respetarlo porque promete abrazos, pedir a las madres convencer a sus hijos de ser buenas personas, y repartir becas a los jóvenes por un año para que se inserten en el mercado de trabajo es no sólo ingenuo, es contraproducente.

Tras el desafío inédito del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) con el atentado en una zona residencial de la capital del país, ojalá AMLO mida el tamaño y entienda que requiere todos los instrumentos del poder para enfrentarlos. Tiene que estar protegido, la tontería esa del que nada debe nada teme, es solo un buen slogan de campaña. De hecho el viernes nos dijo lo contrario, que el atentado es una muestra de que se está combatiendo al crimen.

Para poder enfrentar al crimen organizado tiene que operar como un verdadero jefe de Estado. Esto incluye renunciar a vivir en un museo, por más que lo disfrute, tener el valor de regresar a Los Pinos y operar con los protocolos de seguridad más elevados disponibles. Debería también desempolvar ese avión estacionado en California. La buena noticia es que como la rifa del avión presidencial era una mera simulación, lo puede usar cuando tenga la honestidad valiente para decir me equivoqué.

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