*Nota del editor. El 5 de noviembre de 2021, el autor de esta columna fue reconocido con Mención Honorífica en la categoría de Opinión por el jurado del Consejo Ciudadano del Premio Nacional de Periodismo por su trabajo con el título Isabel Arvide y su modelo de ser periodista en México, también publicado en este espacio
/ Por Rogelio Hernández López /
Las y los reporteros de política, y también los columnistas, tenemos que hacer un esfuerzo por actualizar nuestros métodos de análisis como periodistas para percibir y entender los fenómenos sociales y políticos que derivan de la politización acelerada: también debiéramos aceptar que ya es anacronismo tratar de informar solo por lo que dicen las personalidades, hacen, cómo se visten o con quién se juntan; sólo de las elites, pues.
Esta es una premisa de trabajo que deambula desde hace años en este reportero y que se ratificó al conversar, por separado, con los colegas Abraham Gorostieta de Quintana Roo, Alberto Witvrun de Hidalgo y también de escuchar una perspicaz intervención del ensayista Fabrizio Mejía Madrid, a quien cito con mis palabras:
Pocos entienden que, en realidad, eso que llaman polarización es participación ciudadana masiva como no habíamos visto y que deriva de un alto nivel de politización.
Es que las y los periodistas, especialmente quienes reporteamos, estamos obligados a documentar, entender y explicar mejor que la participación de muchísima más gente en asuntos políticos es El fenómeno social y político más importante de México.
Esa politización, que se ha ido masificando paulatinamente, no se queda en lo electoral, se expresa en la multiplicación de movimientos por servicios o derechos, movilizaciones de protesta, resistencias individuales o masivas a polos de poder económico, político e incluso armados.
En formas múltiples se expresa esa adquisición de conciencia política de la gente común y a esa gente debe atender prioritariamente el periodismo de responsabilidad social.
Actualizarse
Durante años, este veterano reportero de la política ilusionaba en que llegaría el tiempo en que los mexicanos hablarían de política como de los chismes de la farándula, o mejor aún del futbol soccer, que discuten con pasión porque se sienten medios de contención, delanteros, entrenadores, cronistas, apuestan, gritan, se enardecen. Soñaba que así el país se transformaría cuando la mayoría de la gente decidiera examinar diariamente a sus políticos, a sus gobernantes como a los futbolistas. Y ese sueño fue rebasado ampliamente. La hiperpolitización llegó.
Por ejemplo, la política y estilos como el del presidente Andrés Manuel López Obrador alientan diariamente hasta a los comedores de millones de mexicanos con discusiones que rompen consensos, presionan a redefiniciones; el apasionamiento permea todo y se convierte en acción, en movimientos; muchos le llaman a esto polarización porque tiene como trasfondo la conciencia de necesidades colectivas de cambios o de resistencia a ellos.
Los ejemplos más persistentes y actuales de la alta politización son dos movimientos sociales que ponen a prueba los dichos y los hechos del gobierno autodenominado de la Cuarta Transformación:
“Por un lado, el movimiento social articulado por comunidades y pueblos indígenas que protestan por la construcción de megaproyectos de desarrollo, los cuales ponen en riesgo su territorio, su forma de vida y su propia existencia; y por el otro, el movimiento feminista, el cual, ante el aumento de la violencia feminicida, los feminicidios y la crueldad con la que se cometen, ha salido masivamente a las calles a exigir su atención urgente”. Así lo describió recientemente la especialista Aleida Hernández, profesora e investigadora de la UNAM.
Insisto. Entre periodistas es indispensable actualizar nuestras formas de percibir y entender la relación entre ciudadanos y política y para eso no basta con voluntad personal. Hay que saber cómo encontrar los ángulos y significancias de cada expresión política masiva de la gente común con los recursos de las ciencias, encontrar estudios científicos específicos sobre movimientos sociales, no solo en los teóricos clásicos de la política sino entre mexicanos que los hayan investigado en distintos momentos y con el rigor de la academia.
Un ejercicio, académico
En ese marco, quienes participaremos en el curso de Periodismo Político en el posgrado de Especialidad en Periodismo que coordina la maestra Dalia Reyes de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Coahuila tendremos oportunidad de intercambiar durante 40 horas, la información y percepciones de los métodos viejos que usamos las y los periodistas para entender los nuevos fenómenos de la política,
Allí les propondré explorar, con otras miradas y enfoques, la situación política del país y de Coahuila a partir de las expresiones de la politización masiva y los movimientos sociales actuales, que poco a poco se hicieron hipermasivos, porque consciente o intuitivamente se acumularon inconformidades contra las políticas neoliberales y las elites de partidos y poderes económicos y políticos.
Es inevitable, en ese contexto, analizar con franqueza, que el movimiento de Andrés Manuel López Obrador aceleró esa toma de conciencia que comenzó a masificarse desde los movimientos médicos y magisteriales de los años 50, de los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971, de los movimientos cívico-electorales de 1988, de las radicalización indígena del 2000 y así sucesivamente hasta llegar a las elecciones federales de 2018.
El militante de izquierda y analista David Cilia ha estudiado y documentado que al iniciar la politización actual eran cientos, luego miles, después cientos de miles y ahora son millones los mexicanos que hablan y participan en política como no lo hacían antes. Para probar su tesis basta citar los datos de votaciones federales del Instituto Nacional Electoral (INE) y de Consulta Mitofsky:
En 2006 votaron 41.7 millones de personas (59 % de electores), en 2012 fueron a las urnas 50.1 millones (63 % de electores) y en 2018 participó el 63 por ciento de electores (56 millones 611 mil) y más de la mitad del total (53.19 por ciento) fue para quien ofreció acabar con el neoliberalismo, aumentar el gasto social, acabar con la corrupción y transformar todas las instituciones. A esos fenómenos algunos le llaman simple o interesadamente, polarización.
Qué actualizar
En ese curso de actualización tendremos que revisar conceptos básicos como el significado de Politizar, que los teóricos asegura que tiene dos acepciones básicas: “Dar orientación o contenido político a acciones, pensamientos, etc., que, corrientemente, no lo tienen. / Inculcar a alguien una formación o conciencia política.”
Para actualizar nuestros métodos de análisis tendremos que revisar el enfoque que se hace de las sociedades desde las ciencias exactas, como lo ha hecho extraordinariamente Philip Ball, el doctor en física, químico y divulgador científico británico en su libro Masa Crítica, cambio caos y complejidad. Lo parafraseo:
Cuando es muy alta la conciencia social se convierte en actuaciones políticas masivas. Esa politización es la capacidad para identificar las necesidades y problemas individuales con los colectivos que tienen comunidades, grupos o clases sociales y se convierten en motor de cambios de gobiernos, regímenes y hasta modelos económicos sociales.
Norberto Bobbio, desde las ciencias sociales, ya había descrito en su viejo Diccionario de Política la relación de conciencia social y politización:
“… cuando el poder está en crisis, porque su estructura ha entrado en contradicción con el desarrollo de la sociedad, entra también en crisis el principio de lo que lo justifica. Ocurre esto porque en las fases revolucionarias, o sea cuando el aparato del poder se deshace, caen también los velos ideológicos que lo ocultaban a la población y se manifiesta a plena luz su incapacidad de resolver los problemas que van madurando en la sociedad. Entonces la conciencia de las masas entra en contradicción con la estructura política de la sociedad; todos se vuelven políticamente activos…”
Seguramente también tendremos que conocer los pocos estudios académicos al respecto que han profundizado en los cambios producidos en los primeros años de la elección de López Obrador. Por Ejemplo, los trabajos compilados por Francisco Javier Aguilar García con el título Los movimientos sociales en la vida política mexicana. (Primera edición. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Sociales, 2019).
Ese curso iniciará esta semana con una paradoja: para actualizar métodos y técnicas para el ejercicio profesional hay que revalidar los principios básicos del periodismo: la definición académica y jurídica de ser periodista, su responsabilidad con la gente común, el reporteo y la verificación de datos como la actividad esencial de todo periodista y los códigos de ética, incluidas las normas básicas que acuñaron dos de los más reputados del periodismo mundial:
Para el buen periodista la objetividad no existe, pero si tiene que conducirse con sinceridad: (Ryszard Kapuściński). Para ser buen periodista se necesitan tres cosas: Precisión, precisión y precisión (Joseph Pulitzer). Colegas, actualicemos nuestro ejercicio profesional.