Desigualdad de género: un lastre global que debemos superar.

  • Zona de Reflexión.
  • /Escrito por Lucía Lagunes Huerta/

Hoy quiero hablar sobre las sombras o velos que aún existen cuando hablamos de igualdad versus desigualdad entre mujeres y hombres.

A menudo, tras los avances alcanzados en derechos de las mujeres, se cree que la igualdad plena es una realidad y que los obstáculos socio-culturales han sido superados. A esto se suma una visión sexista, que al hablar de desigualdad entre sexos es un asunto que solo les importa a las mujeres porque ellas son las afectadas, sin reconocer que es un lastre para toda la humanidad.

Estas visiones no solo son erróneas, sino que ocultan los impactos globales de la desigualdad entre mujeres y hombres y cómo ésta hace más pobre al mundo, no solo en términos humanos sino económicos.

Según información revelada en la tercera Cumbre Ministerial sobre Política Exterior Feminista, que se llevó a cabo en nuestro país durante los primeros tres días de esta semana, se cuestionó si todos los países del mundo cerrarán brechas de desigualdad, esto compañarado con el país más avanzado de cada región, con lo cual, el mundo ganaría 28 billones de dólares en el Producto Interno Bruto Global.

Esto representa el doble del aporte que en 2021 destinaron las naciones del mundo a las empresas y los hogares afectados por el COVID-19.

Así de grande es la ganancia que tendría el mundo si se lograra la igualdad entre los sexos. Es decir, todas y todos viviríamos mejor y tendríamos oportunidades de desarrollo tanto individuales como colectivos en nuestras comunidades y países.

La igualdad siempre camina en ambas dimensiones, como el feminismo. Lo sorprendente es que, pese a lo positivo que significa la igualdad de las mujeres, las resistencias siguen ahí y el mundo, en especial los gobiernos, no aceleren este cambio.

La política de «poco a poquito» es prácticamente arrancada por la movilización y exigencias de la organización de las mujeres.

El resultado de esta política a cuenta gotas también está medido: la humanidad tardará 131 años en terminar con la desigualdad de género, siempre y cuando se siga avanzando tal como se ha hecho hasta hoy.

Es decir, pasarán al menos 10 generaciones antes de que se viva de otra manera, con todo lo que eso implica. Mientras se alimente la desigualdad entre mujeres y hombres, ninguna de las metas que tenemos hoy para el cambio y el desarrollo tendrá resultados significativos, y el avance será lento.

A escala global, una de cada 10 mujeres vive en la pobreza extrema; cinco mujeres y niñas son asesinadas cada hora por alguien de su propia familia; en promedio, las mujeres ganan un 20 por ciento menos que los hombres en trabajos con las mismas capacidades y responsabilidades; y son víctimas de políticas excluyentes que alientan la migración irregular y la trata de personas.

Esto ha sido reconocido por los propios gobiernos participantes de esta cumbre ministerial. Si tienen tan claro el diagnóstico, ¿qué esperan para apresurar el cambio y desarrollar políticas de Estado que coloquen en el centro a las mujeres y sus derechos? Esto no solo es justo, sino que también ganaría para el mundo los 28 billones de dólares estimados.

Paradójicamente, el acelerador está en las manos de quienes han hablado durante tres días de la política exterior feminista y han hecho poco para hacer realidad la igualdad de las mujeres.

Es tiempo ya de que el discurso gubernamental se transforme en políticas internas nacionales que logren la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres.

Parte de los velos y las sombras es que, junto al diagnóstico económico de la igualdad o desigualdad, es necesario superar las barreras socio-culturales que obstaculizan condiciones justas e igualitarias para las mujeres, incluso cuando ocupan puestos de dirección o los máximos escaños políticos.

La lectura social, mediática y periodística de la presencia femenina en el mundo público sigue siendo sexista.

El diagnóstico ya está claro. Ahora falta el compromiso político palpable para que aquello que los gobiernos dicen anhelar, la igualdad entre mujeres y hombres, se vuelva una realidad antes de 100 años.

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