Dos herencias

Dos herencias

/Carlos Elizondo Mayer-Serra/

Sin el TLCAN, la gran herencia neoliberal de Carlos Salinas, AMLO no podría gozar de un crecimiento de 6 por ciento o más para este año. La otra herencia es la autonomía del Banco Central, y el tipo de cambio flexible. Esto último consecuencia del mal manejo de la política cambiaria del gobierno de Salinas, lo cual llevó a la devaluación de diciembre de 1994 y a la flotación del peso. AMLO entendió que no podía abandonar la integración económica con Estados Unidos ni jugar con la autonomía del Banco Central.

Para construir esa sociedad más justa que dice buscar, AMLO debe vivir bajo dos reglas del neoliberalismo: la integración comercial y una plena libertad cambiaria con un banco central autónomo. Ambas son las que le dan a México una ventaja sobre el resto de la región. La inversión extranjera que sí llega a México es en su mayoría por el T-MEC. Los estados donde se está recuperando más el empleo formal son aquéllos donde hay actividad manufacturera vinculada a la exportación o al turismo internacional.

Con las reglas laborales actuales, resultado del T-MEC, los sindicatos deben ser electos por los trabajadores a los que dicen representar. Esto podría ayudar a un aumento en los salarios, pero sólo si México tiene una política económica capaz de atraer la inversión, la única forma de crear más empleo formal y de tener de manera sostenible salarios más altos.

AMLO no promueve la inversión, la ahuyenta. En materia energética, el gobierno tiene un objetivo que empaña cualquier otro: el control del sector a través de la expansión de la CFE y Pemex. No importa cuántas reglas o leyes se tengan que cambiar, ni el costo para la certidumbre energética del país.

Darle a Pemex la responsabilidad de desarrollar el campo petrolero Zama, el más grande descubrimiento de crudo en décadas, hecho por una de las empresas privadas ganadoras de las licitaciones de yacimientos del gobierno anterior, la petrolera Talos, es arbitrario y llevará a todo tipo de conflictos legales.

Incluso de resolverse pronto estas disputas, Pemex tardará mucho más en desarrollar ese campo que Talos. Esto va en contra de los ingresos del Estado mexicano. Según el presidente de Talos, el flujo de ingreso para el gobierno mexicano sería de aproximadamente 28 mil millones de dólares: https://bit.ly/3i0Yw6L Para el Estado mexicano lo importante debiera ser quién logra extraerlo más pronto y de forma óptima. Pemex no pudo hacer ni un pozo delimitador en su parte del campo.

Una política económica pro inversión, si se hace sin favoritismos ni corrupción, no está peleada con la búsqueda de justicia. Al contrario, más crecimiento económico lleva al círculo virtuoso de más empleo formal y también a una mayor recaudación, más recursos para las tareas que sólo el gobierno puede y debe hacer.

La paradoja es que AMLO puede hacer todo tipo de errores por la solidez de estas dos herencias. El tipo de cambio flotante y la autonomía del Banco de México han permitido absorber shocks exógenos, como el colapso del precio del crudo en marzo del año pasado, o bien, shocks endógenos, como cuando AMLO decidió suspender la obra de infraestructura del Estado mexicano más importante de su historia reciente: el aeropuerto de Texcoco. En un régimen cambiario distinto, como el fijo de sus añorados años sesenta, con incertidumbre sobre la estabilidad macroeconómica, como en los años setenta, sin el ancla que representa el T-MEC, que brinda cierta certidumbre a los inversionistas, la absurda decisión de cancelar el aeropuerto hubiera llevado a una catastrófica devaluación y la crisis económica subsecuente.

AMLO no aprovecha a plenitud la herencia neoliberal recibida. Pero la solidez de ésta le permite amortiguar los costos de una política económica basada en la ocurrencia presidencial.

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