- El Ágora .
/ Octavio Campos Ortiz /
Parte del proyecto político de la 4T, además de administrar la pobreza mediante los programas asistencialistas, es procurar una educación mediocre que solo forme mano de obra barata y convierta al país en una comunidad de ignorantes y de obreros poco competitivos. Y vaya que se esmeran para lograrlo. Con una desarticulada e ideologizada Secretaría de Educación Pública, donde los efímeros herederos del escritorio de José Vasconcelos solo han visto la dependencia como trampolín político, las nuevas generaciones de alumnos tienen que aceptar una instrucción escolar sin verdaderos programas de estudios, únicamente con improvisados planes elaborados por analfabetas funcionarios segundones que creen que leer es un acto capitalista y pretenden, en aras de agradar a su guía espiritual, sepultar el conocimiento científico y la formación crítica por considerarlos neoliberales y dogmatizar a los escolapios para que asuman, con resignación, su destino manifiesto de vivir en la pobreza y recibir una remuneración que les permita sobrevivir. No se prepara a profesionistas calificados, sino a mediocres empleados u obreros de medio pelo que puedan ser absorbidos por la planta productiva.
La prueba PISA nos ubicó en el penúltimo lugar de los países de la OCDE y comprobó que los estudiantes mexicanos no saben hacer operaciones simples de matemáticas ni tienen aceptable comprensión de lectura y tampoco asimilan el conocimiento de las ciencias. Según el estudio del organismo internacional se tuvo una regresión de 20 años en la formación de la población estudiantil. En menos de un sexenio, la administración de la 4T logró destruir el sistema educativo nacional, desaparecer la excelencia académica y como vaticinó una ridícula y segundona funcionaria de la SEP, ahora los niños y jóvenes no buscan el diez ni ser competitivos en las aulas.
El propio presidente, cuando le conviene, rechaza los parámetros internacionales que miden crecimiento y desarrollo; por supuesto descalificó los resultados de la prueba con el peregrino argumento de que esas mediciones se hicieron bajo la óptica del odiado neoliberalismo y por lo tanto no le hacen caso en su gobierno, como tampoco lo hace con el criticado FMI, aunque reciba préstamos del organismo financiero. La SEP salió con un galimatías para achacar a la pandemia el evidente retraso educativo, como si en el resto de las naciones del mundo no se hubiera aplicado el confinamiento obligatorio. Países latinoamericanos con menor desarrollo que el nuestro subieron su porcentaje en las pruebas PISA.
Las nuevas generaciones están condenadas a recibir una pobre educación pública, sin fundamentos científicos ni herramientas para el razonamiento crítico. En vano fue la cruzada civil que se opuso a los nuevos libros de textos, los cuales están llenos de errores ortográficos, históricos y de edición, pero eso no importa a las mediocres autoridades educativas, quienes carecen de formación pedagógica y experiencia en el ramo, pero a los que les gusta experimentar con los infantes y negarle su derecho constitucional a una educación de calidad. Preferible un “Lero, lero, yo si saqué diez” que millones de grises estudiantes que no pasarán de carne de cañón para ocuparse en empresas obsoletas donde no se requiera la competitividad ni la preparación en las nuevas tecnologías. Ocupados, pero con bajos salarios.
Ese es el país que quiere dejar la 4T con una educación de quinta.