Escrito por Diana Hernández Gómez.
Ciudad de México.- La Ciudad de México es una de las ciudades más grandes a nivel mundial, lo que implica una alta demanda en los servicios de transporte y movilidad. De acuerdo con la especialista Daniela Flores González, las soluciones que se dan a esta demanda están dejando de lado las necesidades de las mujeres, lo que —entre otras cosas— las expone a situaciones como el acoso sexual. Esto, a su vez, orilla a las usuarias a tomar decisiones como cambiar su vestimenta dependiendo del transporte que tomarán o invertir más dinero para sentirse seguras en la vía pública.
En una conferencia ofrecida este 12 de junio en la Cafebrería El Péndulo Hamburgo, Daniela Flores González (investigadora con enfoque social egresada de la Licenciatura en Comunicación de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM) explicó que la movilidad implica diversas cuestiones como la comodidad, las posibilidades económicas, la ubicación geográfica de las y los usuarios… y el género.
Tal como recapituló Flores González, históricamente, a los hombres se les ha designado el rol de proveedores del hogar, lo que para ellos significa salir del hogar para trabajar o adquirir bienes para la familia. A las mujeres, en cambio, las sociedades las han recluido en el espacio doméstico, donde su único fin es (o era) encargarse exclusivamente de las labores de cuidado.
Lo anterior explica por qué, de acuerdo con la investigadora, el diseño del espacio y el transporte público haya sido pensado desde un inicio con base en las necesidades de los hombres. Y es que, aunque las mujeres también se trasladaban de un espacio a otro anteriormente, sus traslados eran mucho más cortos, por lo que no necesitaban de una red de movilidad amplia.
Esta situación cambió en la década de 1980, cuando (de acuerdo con Daniela Flores) las mujeres comenzaron a salir al espacio público en busca de otras posibilidades de vida que fueran más allá del rol de cuidadoras. Sin embargo, desde entonces hasta ahora, se han enfrentado a la constante de la violencia en las calles y en el transporte público. En el caso específico de la Ciudad de México, las cifras evidencian que aunque cada vez hay más mujeres en lo público, estas violencias no ceden por completo.
La violencia contra las mujeres en el espacio de la CDMX
Daniela Flores González (quien trabaja en la empresa WhereIsMyTransport, enfocada en el desarrollo de soluciones tecnológicas enfocadas en la movilidad) ha realizado diversas investigaciones sobre movilidad y género a lo largo de sus diez años de experiencia. Gracias a sus trabajos ha logrado recopilar diferentes cifras que muestran las dificultades a las que nos enfrentamos las mujeres en la CDMX cuando buscamos trasladarnos de un lado a otro.
En primer lugar, la también consultora política explica que el 54 por ciento de los viajes realizados en transporte en la capital mexicana y la Zona Metropolitana son realizados por mujeres. De estos viajes, según datos del Banco de Desarrollo de América Latina, 3 de cada 10 están relacionados con labores de cuidado; también 3 de cada 10 tienen que ver con trabajos remunerados y 2 de cada 10 con el estudio.
Esto apunta a una diversificación de opciones de vida de las mujeres. No obstante, como estas opciones rompen con el rol que el patriarcado les asignó, la respuesta que muchas de ellas tienen de parte de los hombres es la violencia, y el principal rostro de estas agresiones es el del acoso sexual expresado a través de miradas, palabras y acercamientos físicos. De acuerdo con Daniela Flores, 6 de cada 10 mujeres en la Ciudad de México han experimentado acoso en el espacio público; la cifra para los hombres es de 6 de cada 100.
Del total de mujeres víctimas de esta violencia, el 55 por ciento ha sido agredida dentro del transporte público. El 37 por ciento ha vivido acoso en la calle, el 31 por ciento en paraderos o paradas de camiones y el 19 por ciento en alguna estación del Metro o del Metrobús. Esto quiere decir que el acoso permea todo el proceso de movilidad de las mujeres en la Ciudad de México.
Esta violencia orilla a las mujeres a cambiar sus opciones de movilidad e, incluso, su apariencia física para sentirse más seguras. De hecho, según lo expuesto por Flores González, 5 de cada 10 mujeres eligen su atuendo del día dependiendo del transporte que van a usar. Además, solo el 12 por ciento de las mujeres usuarias de transporte público lo utilizan después de las 8 de la noche ante los riesgos de seguridad que esto pudiera conllevar.
Lo anterior tiene repercusiones en la economía de las mujeres, pues una de sus alternativas ante la inseguridad del transporte público es optar por taxis de aplicación, cuyos costos son notablemente mayores. Por el contrario, también pueden tomar otras rutas aunque eso signifique gastar más dinero e invertir más tiempo en transporte.
Pero esta no es la única afectación en los ingresos de las mujeres desatada por la violencia en el transporte público. Según los datos recopilados y analizados por la investigadora mexicana, 6 de cada 10 mujeres han rechazado una oferta de trabajo debido a factores como:
- Dificultades de movilidad para llegar y salir del centro de trabajo
- Horarios en los que tendrían que trasladarse (sobre todo si tendrán que llegar tarde a casa)
- No contar con una opción de transporte segura para trasladarse
Detrás de estas violencias está el ejercicio de poder contra quienes rompen los roles tradicionales. También —según apunta Daniela Flores—, una masculinidad que no sabe cómo interactuar con las mujeres porque sigue viéndolas como un objeto para su disfrute sexual. Así, aunque las mujeres rompan con los estereotipos que la sociedad patriarcal les ha asignado, la violencia en el espacio público las orilla a no salir de lo privado o a buscar alternativas que siguen abriendo la brecha económica entre ellas y los hombres.
¿Qué hacer para generar un cambio?
En esta problemática, Daniela Flores González advierte que aunque los roles de género cambian, el diseño del espacio público y las políticas de gobierno alrededor de él no se transforman de fondo. No hay, por ejemplo, espacios cómodos para que las mujeres puedan lactar, ni horarios accesibles en el transporte para las mujeres que están en el sector informal y deben moverse en un horario diferente al de las oficinas.
Por ello, la investigadora asegura que una de las soluciones ante tal situación es analizar el espacio público desde una perspectiva de género para así proponer su rediseño y sus políticas públicas con una mirada más incluyente con las mujeres y sus necesidades, quienes la mayoría de las veces no solo trabajan o estudian sino que también cuidan de alguien en casa.
Las soluciones también caen en el campo de lo personal: no callar ante el acoso y transformar nuestros modos de convivencia y nuestra presencia en el espacio público también pueden ayudar a que, poco a poco, la movilidad de las mujeres en la Ciudad de México deje de estar marcada por la violencia.