Pr Brenda Jaet.
El siguiente es un pequeño relato que me ayudará a ilustrar una idea que quiero compartirte, por favor ten paciencia y termina de leerlo.
Desde el domingo 15 de marzo me encuentro confinada en casa, saliendo lo mínimo indispensable junto a toda mi familia. Desde ese día, entre todos mis quehaceres y deberes hago ejercicio diariamente, tomo mis tres comidas en casa, tratando de hacerlas lo más nutritivas y apetitosas posible, retomando mi gusto por cocinar.
Mi único gustito todas las tardes son dos paquetes de obleas con chocolate y amaranto sin azúcar, deliciosas y chopeadas con café. Cada que dan las cinco de la tarde, como perro de Pavlov, salivo por mi capricho. Un mes y medio después descubro que subí tres kilos y que me aprieta la ropa.
Reviso paso a paso, mi dieta y, ¡resulta que mi caprichito tiene más de 500 calorías por paquete! ¿Qué?, ¡yo me tomo dos diarios! Cabe mencionar que mis hijas todo este tiempo me decían que revisara las calorías de las obleas porque se les hacía que era demasiado dos paquetes.
Me negué pensando que a veces hay que disfrutar y apapacharse con estos gustitos. Hasta que me puse los lentes y decidí leer las letras chiquitas de la etiqueta nutrimental. Ellos no mintieron, la información siempre estuvo ahí, yo simplemente no quise ver.
No importa, ojalá esos fueran los problemas verdaderos y todo fuera como unos cuantos kilos de más. Total, cierro la boca unos días y ya está. No soy nutriologa ni es mi intención escribir sobre dietas, ni expectativas enfermas sobre el cuerpo, pero esto me hizo reflexionar sobre cuántas otras áreas de mi vida he optado por mejor cerrar los ojos a la realidad.
Qué más he decidido no ver por permanecer en la ignorancia, comodidad o por miedo a enfrentarlo. Hay un dicho en ingles que dice: Ignorance is bliss, que se traduce como: la ignorancia es grata. Y es que nos guste o no existe una consecuencia para cada comportamiento que tenemos en la vida.
Lo que es un hecho es que una vez que decides despertar, no te puedes volver a dormir. Una vez que abres los ojos, no puedes regresar a lo de antes. Lo de las obleas es un ejemplo muy sencillo que demuestra claramente lo que significa el despertar de esa inconsciencia auto impuesta en la que pareciera que es muy cómodo vivir.
Cuando vuelva a comerme las obleas, ya sé cuántas calorías tienen, no puedo dejar de saberlo. No puedo dejar de ver lo que ya vi, de saber lo que ya sé. Es lo mismo con la vida.
Esta pandemia por el COVID-19, nos ha hecho abrir los ojos en áreas de nuestra vida que no habíamos siquiera volteado a mirar. Hemos tenido que despertar.
Cuando esto termine, no podremos regresar a lo de antes. Lo que ya vimos, lo que ya aprendimos, no lo podremos desaprender. Tenemos que esperar a ver cuál es la nueva normalidad que nos depara y será emocionante descubrirla con la nueva versión más despierta de nosotros mismos. El Heraldo