El dolor de las madres en México

Los derechos Hoy

/ Arturo Zaldívar /

Por mucho tiempo, los días de celebración a las madres en todas partes del mundo han servido para reforzar un estereotipo de maternidad virtuosa al que todas las mujeres deberían aspirar. La lucha feminista ha llevado a cuestionar estos patrones y a resignificar esta conmemoración, para que deje de ser una alabanza a la maternidad como virtud femenina.

Pero más allá de esta reflexión obligada, la realidad que vive nuestro país desde el inicio de la llamada guerra contra el narcotráfico y que ha llevado a una lastimosa descomposición social, exige visibilizar lo que para muchas mujeres implica ser madres en este México.

Hoy es preciso pensar en las madres que están buscando a sus hijas e hijos con el corazón destrozado. En aquellas que exigen verdad y justicia porque les arrebataron lo más valioso de su vida. Las que excavan en las carreteras y en los cerros, en las fosas clandestinas y servicios forenses, enfrentado el terror del crimen organizado y la indolencia del Estado.

Las madres que sufren la angustia y la impotencia de buscar y no encontrar; de no saber nada de los suyos, de no volverlos a ver jamás.

Hoy debemos mirar de frente el dolor de las madres que emprendieron la búsqueda solas y reconocer la lucha de las que se convirtieron en defensoras de derechos humanos y trabajan por encontrar a los hijos de otras; a las que se organizan y defienden los derechos de sus compañeras, de los que están ausentes, de quienes piden ayuda. A las que transformaron el dolor en solidaridad y el sufrimiento en comunidad.

A las que siguen en pie de lucha, juntas, hasta encontrarlos. Hoy pensamos en las madres de las víctimas de feminicidio, que todos los días nos arrebata a más de 10 mujeres, muchas veces en contextos de violencia familiar. En sus gritos de desesperación, que denuncian la violencia de género desenfrenada en este país, poniendo en riesgo su vida con la esperanza de hacer justicia para sus hijas, para sus nietas, para sus sobrinas y para sus hermanas.

Este día también pensamos en las madres que son víctimas de violencia familiar, presas del maltrato de su pareja, aterrorizadas de alzar la voz por el miedo a recibir agresiones físicas, psicológicas, sexuales o económicas.

Pensamos en las madres que están en prisión y se enfrentan todos los días con el hacinamiento, la sobrepoblación, las condiciones deficientes de reclusión, la ausencia de servicios básicos y la violencia del sistema penitenciario. Pensamos en las madres que soportan acoso, tortura, trata, exclusión y silencio en este país. En las madres que han muerto, las que han desaparecido, las que ya no están. Estas son las madres de México.

Hoy decimos con fuerza que ninguna de ellas debe pasar por esto. Que ninguna mujer tiene que llorar en las noches de angustia, buscar a sus hijas y a sus hijos en fosas, vivir con miedo y desesperación. Este 10 de mayo escuchamos sus demandas de justicia.

Nos recuerdan que la búsqueda no se detiene. Nos exigen que no cerremos los ojos. Que no olvidemos sus agravios.
Que su dolor también es el nuestro. Que sus hijas y sus hijos deben ser encontrados, que sus denuncias no son expedientes destinados al olvido, sino personas que esperan, necesitan y merecen justicia.

Nuestra deuda con ellas como sociedad es enorme. Debemos verlas a la cara y hacer nuestro trabajo, cada uno desde nuestro ámbito de responsabilidad.

No más impunidad. No más desaparecidas. No más víctimas de feminicidio. Ni una más. Arturo Zaldívar

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