*No hay cosa más bella que una mujer que se defiende, afirmó la artista española en su presentación en el FITU.
*Charla de la Cátedra Ingmar Bergman.
/María Eugenia Sevilla /
Para la teatrera española Juana Dolores, actriz de formación, poeta, dramaturga y directora de sus propias obras, hasta ahora unipersonales, es momento de hablar de la superación del feminismo.
“No quiero que se me malentienda: superar el feminismo no significa que deba desaparecer, que tengamos que dejar de hablar de él, que se dejen de hacer festivales, mesas y múltiples cosas lideradas por mujeres hablando de cosas de ellas y también de hombres”, advirtió en su primera visita al país, invitada al 30 Festival Internacional de Teatro Universitario (FITU).
Matizó que se refiere al feminismo que es entendido como una idea de lo que sólo tiene que ver con las mujeres, como un regodeo en la victimización, revictimización y autovictimización, lo que es “algo muy peligroso”.
“Parecería que sólo podemos hablar de nuestras opresiones, y de las victimizaciones que sufrimos”, puntualizó en la charla organizada por la Cátedra Extraordinaria Ingmar Bergman en Cine y Teatro sobre feminismos, violencia y belleza en las artes escénicas, con las teatreras mexicanas Micaela Gramajo y Sayuri Navarro, en el auditorio del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC).
Para la artista catalana, quien presenta una serie de encuentros y montajes dentro del FITU, el feminismo no es una ideología, sino una reacción ideológica contra el machismo y el patriarcado. El movimiento ha ganado libertades, pero también conflictos y sufrimiento. “Porque ser feminista no significa simplemente ser una mujer empoderada, simboliza precisamente entrar en conflicto persistente y analizar tu realidad desde otras perspectivas que no son las que constantemente te inculcan”.
Las “cosas de mujeres”, continuó, son también cosas de hombres. Ellas no tienen que ser las únicas responsables de lo que sucede con la violencia machista. Si bien los varones igual encuentran limitaciones sistémicas que los conducen a ciertas actitudes –lo que no los exculpa ni los justifica–, en la medida en la que ambos comparten existencia, es necesario que ellos se hagan responsables, a su vez, de lo que significa la lucha feminista.
Se sabe heredera de una cierta cultura femenina, que entiende la feminidad no como un rol de género sujeto a la vulnerabilidad y a la violencia.
“La entiendo como algo que ha sucedido a lo largo de la historia del arte, en manos de hombres y de mujeres: yo sí quiero interpretar a Medea, Antígona, a Julieta, a Lady Macbeth, a Nina, de Chéjov; consciente de que esos personajes están atravesados por una visión masculina, pero como son mujeres, forman parte de mi herencia, de mi tradición cultural y las quiero vindicar desde aquí”, reflexionó.
Por otra parte, la feminidad a lo largo de la historia del arte ha cambiado, consideró la artista. Hay amazonas y valquirias tremendamente violentas, las revolucionarias, algunas más sangrientas que otras. “Me gustan los íconos femeninos porque están interpretados por mujeres”.
La feminización como estética, consideró, es un territorio interesante en el que ellas pueden apropiarse de las violencias que le son propias. “La mujer es violenta cuando se defiende”, añadió. “Y no hay cosa más bella que una mujer que se defiende”.
En su trabajo, su visión del feminismo es desplegada y estetizada a través de dos líneas: una es la autoficción y la otra se basa en la reflexión sobre la herencia que como mujer tiene de la cultura patriarcal que por siglos ha encabezado la narrativa de lo femenino en la creación.
Una alternativa
Sayuri Navarro y Micaela Gramajo coincidieron en que el teatro feminista es, más que un arte hecho por mujeres, una alternativa a los modos de producción y a las violencias sistémicas que privan en las compañías y escuelas que poseen aún una tradición patriarcal.
Navarro se refirió a la pedagogía de la crueldad que, con amenazas tácitas o explícitas, inculca dar la vida por el teatro, por encima de cualquier sacrificio o violencia. “No es normal que un director te tire la onda para que seas la protagonista, que le grite a la producción, a actores o actrices; no es normal todo esto que hemos construido a partir del genio teatral, que es totalmente patriarcal. Estamos saliendo de años de violencia. Siento a mi generación como en un proceso de sanación del trauma”.
“En las nuevas generaciones de mujeres teatreras nos enseñan que se puede soñar, pensar y hacer un teatro para la vida”, convino Gramajo.