/ Peniley Ramírez /
Daniel Asaf, el hombre que cuida al Presidente, ha estado siempre rodeado por el delito. En 2016, la empresa Autofin lo acusó de haber participado, con su padre, en un fraude tras la compra de dos autos Nissan. Lo acusaron ante la fiscalía de la CDMX. El caso estuvo abierto dos años. Obtuve documentos de la investigación. Ahí se lee que lo citaron a declarar, pero nunca acudió. El asunto no llegó ante un juez. El 29 de noviembre de 2018, dos días antes de que comenzara el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el ministerio público solicitó que se archivara el caso.
Entonces, Asaf comenzó a trabajar como jefe de un equipo de 20 ayudantes del Presidente. Todo el sexenio ha recibido los recados secretos, cuida la integridad física de AMLO y tiene acceso a información confidencial sobre los movimientos del Presidente, su familia, sus allegados y su gabinete.
En registros públicos y en los militares de Guacamaya Leaks, confirmé que el Ejército investigó a Asaf, pero no sus antecedentes judiciales, antes de que lo nombraran guardia del Presidente. Tampoco hallé que la acusación de fraude resultara un obstáculo en la acelerada carrera de Asaf, quien pasó, en cuatro años, de socio de un restaurante de comida mexicana a servidor público de primer nivel. Pregunté a la Presidencia y al propio Asaf, en cuestionarios por escrito, si el gobierno indagó sobre el caso de fraude antes de darle el puesto. No obtuve respuesta.
Hasta agosto de 2018, Asaf era casi desconocido en México. En ese momento, AMLO anunció que él iba a dirigir a sus ayudantes. En las semblanzas que se publicaron, se dijo que era un “empresario de origen libanés”, excandidato de Morena a la Asamblea Constituyente de la CDMX. En registros públicos encontré que, hasta ese momento, el único negocio de Asaf era un restaurante donde compartía acciones con cinco personas más. Solo después de que ocupó el puesto presidencial abrió otras tres empresas, en las que es socio actualmente.
No encontré más antecedentes de la familia Asaf en registros empresariales, pero sí en archivos policiacos. En el 2000, su tío, Alfredo Asaf, estuvo preso en el penal varonil norte de la capital, por delitos patrimoniales y de abuso de confianza. Años más tarde, lo acusaron en una controversia por arrendamientos de inmuebles.
Estos casos son menores en comparación con los de Jorge Asaf Bala, tío de Alfredo y abuelo del guardia del Presidente.
En 1967, una corte de apelaciones revisó un caso en Nueva York. Jorge Asaf Bala, el abuelo paterno de Daniel Asaf, era uno de los acusados que resultó convicto. Los documentos públicos de este caso, radicados en Brooklyn, dicen que Asaf Bala conspiró para traficar cocaína y heroína entre México y NY. Las autoridades estadounidenses infiltraron a un agente, que se hizo pasar por un negociante árabe y acordó con Asaf Bala la venta de la droga. Después de la negociación, la policía mexicana detuvo a Asaf. En registros de la época, hallé que Asaf Bala era conocido en el mundo criminal como el “Al Capone mexicano”.
Años después, un nieto de Asaf Bala -primo hermano del ayudante de AMLO- también fue condenado por narcotráfico. Jorge Patricio Asaf Gómez, conocido como “Pato”, fue acusado primero en México, por otro fraude con autos de Autofin. Luego, lo acusaron en NY de traficar cocaína. Los registros públicos dicen que “Pato” trabajaba en una red con Oscar Nava Valencia, el hombre que en aquellos años surtía a Nueva York con la cocaína de Joaquín “El Chapo” Guzmán y sus socios.
En NY, “Pato” se declaró culpable de haber traficado cocaína y heroína. Cumplió tres años en una cárcel estadounidense y lo liberaron en marzo de 2010. Una década después, “Pato” publicó sus memorias. Allí, dice que el peso de su abuelo, en parte, lo llevó a “cruzar esa línea entre lo legal y lo ilegal”.
Claramente, Daniel Asaf, el guardia de AMLO, no es responsable por los crímenes que cometieran su abuelo, su tío y su primo. Sus funciones en el gobierno, sin embargo, son muy delicadas. Lo han llevado incluso a cuidar al Presidente cuando ha visitado la Casa Blanca. La pregunta clave es qué tanto se sabe en Palacio Nacional de ese entorno familiar, y qué han hecho las corporaciones de inteligencia de México para garantizar la seguridad del Presidente.
@penileyramirez