La verdad de Azucena .

 

/ Por Lydia Cacho /

Azucena Uresti no le debe explicaciones a nadie, ella es una periodista mexicana con una larga carrera. El pasado 19 de enero anunció que se cerraba un ciclo de 20 años en el medio de comunicación Milenio Tv. Muchos han especulado sobre su salida y el presidente Andrés Manuel López Obrador ha tenido la insensatez de exigirle públicamente que explique su salida del medio de comunicación. Nadie, más que la propia Azucena, tiene derecho a decidir, cuándo, cómo y si da explicaciones respecto a su salida del noticiero.

Las y los periodistas recibimos constantes presiones por nuestro trabajo al revelar noticias y hacer análisis de los hechos que afectan a la sociedad, en México como en otros países, la presión comienza de forma sutil, primero los bots el redes sociales, desacreditando la voz de la reportera, si esto no funciona la escalada sube.

Entonces comienzan los ataque a la vida personal y privada, mentiras, acoso, acusaciones falsas sobre relaciones íntimas o sobre las razones por las cuales la reportera ha obtenido el puesto en el medio o ha tenido éxito con su trabajo. La función de estos ataques sistemáticos de baja intensidad es desacreditar la voz y la fuerza del prestigio de la periodista, porque la credibilidad es el bien más preciado de nuestra profesión.

Después llegan las micro censuras, estas se dan cuando el medio para el que trabajamos comienza a dar avisos, a veces sutil y otras explícitos, sobre lo que podemos o no decir en las columnas, noticieros e incluso en redes sociales.

En algunos casos, cuando esto no funciona y el trabajo de investigación de la periodista tiene un verdadero impacto social, llegan las amenazas con connotaciones de violencia sexual y física, todas ellas enfocadas en infringir violencia psicológica sostenida para debilitarla y hacer la labor periodística más difícil. En algunos casos, llega la violencia concreta, el secuestro e incluso el asesinato ordenado por algún agente del Estado o por miembros de la delincuencia organizada. Afortunadamente este no es el caso de Azucena, pero sí el contexto en el que trabajan mis colegas en México.

Recuerdo que un 26 de septiembre de 2014 recibí la llamada de un editor de El Universal, periódico en el que yo escribía desde hacía nueve años una columna de gran impacto en número de lecturas y credibilidad.

El entonces director no se atrevió a llamarme personalmente, simplemente me dijeron que el 28 de septiembre publicaría mi última columna de despedida; la titulé “Sureste peligroso, los Zetas en Quintana Roo”.

Las columnas anteriores analizaban los vínculos de corrupción del presidente Peña Nieto y Televisa; las anteriores a García Luna y los vínculos del ex presidente del PRI Pedro Joaquín Coldwell con el capo Pablo Escobar, otras hablaban de los vínculos de Emilio Gamboa y las redes de blanqueo de dinero y trata sexual de niñas, así que entre todas ellas tejían un interesante y acucioso trabajo periodístico que no gustaba a personajes públicos y privados en connivencia.

En aquel entonces Carlos Loret de Mola escribía su columna en el mismo periódico, la mía era la segunda más leída aunque a él le pagaran casi cinco veces más que a mi, el contexto siempre era importante porque incluso en el periodismo hay niveles de poder, yo tenia credibilidad pero no tenía poder, eso es importante comprenderlo.

Mi credibilidad y prestigio tenían menos peso que las llamadas que el director del medio recibía pidiendo mi salida. Resultó muy difícil entender de dónde venían las verdaderas presiones, si eran intereses económicos del propio medio o si en verdad habían recibido la llamada de Los Pinos que se rumoraba en la redacción.

Un colega de la redacción me llamó para decirme que el presidente del PRI y Gamboa habían desayunado con el director del periódico. No teníamos pruebas, simplemente dichos de meseros de el restaurante El Cardenal; los indicios hacían sentido, pero otra vez no tenia pruebas fehacientes de que pidieron mi salida.

Yo no podía decir nada porque no tenia la información suficiente para explicarlo, mi entonces pareja me recomendaba que no dijese nada, el medio podría irse contra mi y entonces quedaría sin capacidad de defenderme (ya tenía suficientes enemigos en las mafias del poder).

Muchos colegas me preguntaron, otros me presionaron y yo no hablé porque no era capaz de entender la verdad de fondo. Una cosa era imaginarla y otra tener la certeza, hasta que lo supe y entonces hablé, no necesité a nadie para hablar por mi.

Cuento esta anécdota que muchas hemos vivido, porque lo que no se ve detrás de la salida de una periodista como Azucena es toda la presión que ha recibido durante años, solo ella sabe lo que ha tenido que callar, a lo que ha bajado el tono, lo que no pudo decir en sus redes por temor a perder el trabajo.

Azucena Uresti es una profesional del periodismo, puede gustarte o no su estilo, puede gustarte o no su medio, pero su profesionalismo y compromiso son reales.

Nadie tiene derecho a exigirle más, ni a pedirle lo que no quiere. Me parece una falta de respeto que otros periodistas comiencen a soltar rumores sobre lo que ella ha vivido, como si no tuviese voz propia y derecho a decidir sus próximos pasos.

Nadie, tenga poder o no, debería de hablar por ella. Yo simplemente le digo que no está sola, que muchas entendemos su situación y que después de 20 años en el medio seguramente el cierre de este ciclo traerá nuevos planes para su carrera, que no será fácil porque hacer periodismo de calidad es cada vez más difícil entre la precariedad y las diversas presiones, pero habrá que seguir adelante porque rendirse no es opción.

!Integrate al comercio electrónico¡ Estrategias en la Nube
!Integrate al comercio electrónico¡ Estrategias en la Nube
!Integrate al comercio electrónico¡ Estrategias en la Nube
!Integrate al comercio electrónico¡ Estrategias en la Nube