El miedo en femenino

[NAME CHANGED] Pilar, 15, looks out from the ¨Casa del Migrante”, a transit center for those who have been deported or are passing through the city in Guatemala City, Guatemala on May 2, 2018. She came to Guatemala with her whole family from El Progresso, Honduras. Pilar was approached by a girl in school that wanted her to join Mara 18 and wanted her to become a sex worker for the gang. The girl threatened her that if she did not join the gang, the Mara would kill her whole family. She asked her father to leave. They sold everything, didn’t tell anyone, and left one month ago. They plan to stay in Guatemala. Pilar says: “It was hard to leave my friends, especially because I couldn’t say goodbye. We couldn’t risk the gang finding out.” In recent years, an increasing number of children and families from the Northern Triangle countries of Central America – El Salvador, Honduras and Guatemala – are migrating northwards through irregular pathways, hoping to resettle in the U.S. Some are fleeing pervasive gang violence in their home communities, while others are trying to escape endemic poverty. Many are hoping to be reunified with family members already living in the U.S. or are looking for better education opportunities. The common thread that joins everyone who sets off on this journey, however, is the hope for a better life. The perils of the journey northward are well documented. Children and families without access to safe and legal migration pathways often take dangerous informal routes to reach their destinations. While transiting within the region and through Mexico, migrants from Central America may fall victim to trafficking, exploitation, violence and abuse at the hands of criminals or security forces. Unaccompanied children and women are at even greater risk. Anecdotal evidence suggests that the risk of victimization while in transit is significant. If much is known about the risks to migrants traveling northward, relatively scan

/Alejandro Hope /

Como cada tres meses, el Inegi dio a conocer los resultados de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), correspondientes en esta ocasión al mes de marzo de 2022.

Los resultados son mixtos. La percepción de inseguridad en el conjunto de los 75 núcleos urbanos donde se levanta la encuesta aumentó con respecto al trimestre previo: el porcentaje de personas que afirmaron sentirse inseguras en su ciudad pasó de 65.8% a 66.2% entre diciembre y marzo. El cambio es muy leve, pero la tendencia no es alentadora. Se trata del segundo trimestre consecutivo de incremento, algo que no sucedía desde 2019.

En algunas ciudades, el incremento fue más drástico. En Colima, por ejemplo, la percepción de inseguridad pasó de 66.5% a 85.7% entre diciembre y marzo. En Santa Catarina, Nuevo León, el aumento fue de 29 puntos porcentuales. Y en Querétaro, se registró un brinco de 9 puntos porcentuales. En cambio, algunas ciudades registraron caídas notables: en Chimalhuacán, Estado de México, la percepción de inseguridad disminuyó 11 puntos porcentuales. En Chetumal, Quintana Roo, la caída fue de 12 puntos porcentuales (Nota: los datos locales deben tomarse con cautela, ya que el reducido tamaño de la muestra en cada una de las ciudades puede ampliar el margen de error).

La ENSU da cuenta de un país donde el miedo al delito está distribuido de manera altamente desigual. En Fresnillo, Zacatecas, casi la totalidad de la población (97.1%) se siente insegura. San Pedro Garza García, Nuevo León, está en el otro extremo: allí solo uno de cada 9 habitantes (11.7%) declara sentirse inseguro en su ciudad.

Pero la geografía no es la única fuente de desigualdad. Las mujeres viven con mucho mayor temor que los hombres. En términos de la percepción general de inseguridad, la brecha es de casi 11 puntos porcentuales entre sexos.

La diferencia es más marcada al hacer la pregunta sobre la percepción de seguridad en espacios públicos específicos. En parques o centros recreativos, 59% de los hombres se sienten seguros; para las mujeres, el porcentaje correspondiente es 45%. En las calles que habitualmente usan, 47% de los hombres afirman sentirse seguros, mientras que solo 37% de las mujeres responden en el mismo sentido. En un banco, la brecha de género es de 13 puntos porcentuales. En un mercado, 12 puntos porcentuales.

El miedo restringe mucho más la vida de las mujeres que la de los hombres. Entre la población masculina urbana, una cuarta parte dejó de visitar a parientes o amigos por temor al delito. Entre las mujeres, la proporción es de una de cada tres. La mitad de las mujeres dejó de caminar de noche en los alrededores de su vivienda, mientras que entre los hombres, la proporción fue de 40%. Seis de cada 10 mujeres dejaron de llevar cosas de valor en la calle, contra 50% entre los hombres.

Además, las mujeres expresan mucho menos confianza en las autoridades que los hombres. Entre la población masculina, 50.8% manifiesta tener mucha confianza en la Marina y 44% afirma lo mismo para el caso del Ejército. Los porcentajes correspondientes para las mujeres son 39.6% y 33%, respectivamente. Con la Guardia Nacional, la brecha de confianza es de seis puntos porcentuales. La distancia es menor para las policías estatales y municipales debido a que muy pocos hombres o mujeres (menos de 8% en todos los casos) manifiestan tener mucha confianza en esas corporaciones.

El miedo y la desconfianza tienen rostro femenino. Si las autoridades quieren mejorar la percepción de inseguridad, bien harían en atender las causas que llevan a las mujeres a sentirse mucho más vulnerables que los hombres.

!Integrate al comercio electrónico¡ Estrategias en la Nube
!Integrate al comercio electrónico¡ Estrategias en la Nube
!Integrate al comercio electrónico¡ Estrategias en la Nube
!Integrate al comercio electrónico¡ Estrategias en la Nube