El ocaso de Gertz Manero

*Gertz parece haber perdido la cualidad de entender cuando el telón comienza a bajar.

/ Roberto Rock L /

Alcanzaba diciembre su segunda semana cuando el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, se reunió en privado con Alejandro Gertz Manero, a la luz de acciones penales que el fiscal federal ha emprendido sin mayor base aparente que un ánimo de venganza personal contra diversos personajes, algunos de ellos cercanos a Palacio.

Ese encuentro sembró en el primer círculo presidencial la certeza de que Gertz ha iniciado un deterioro acaso propio en un hombre próximo a cumplir 83 años, pero incompatible con quien ha sido una figura pública clave durante el último cuarto de siglo.

Su encuentro con López Hernández fue precipitado por indicios de que Gertz, apoyado por su hombre de confianza, el subprocurador Juan Ramos, había concertado con el litigante Antonio Collado que su hermano, el abogado Juan Collado —preso desde julio de 2019 por delincuencia organizada y lavado de dinero—, presentara una denuncia por presunta extorsión en contra de Juan Antonio Araujo —cabeza de uno de los principales despachos penalistas—, en la que se buscaba implicar al exconsejero jurídico de la Presidencia, Julio Scherer Ibarra.

Reportes periodísticos dieron cuenta de que el subprocurador Ramos se reunió con Collado el 10 de diciembre en el Reclusorio Norte de la ciudad de México, con el propósito de negociar, a cambio de tal denuncia, un acuerdo que convertiría a Collado en testigo protegido, por lo que podría seguirse defendiendo en libertad de los cuatro juicios que le han sido enderezados. Su demanda, que debía alegar que Araujo lo había extorsionado a nombre de Scherer, debió haber tenido escasos asideros porque el asunto se diluyó en los siguientes días.

Fuentes gubernamentales sostuvieron a este espacio que Gertz rompió una cercanía que cultivó por años con Scherer Ibarra, al que ahora le estaría atribuyendo estar detrás de la cobertura mediática otorgada a los escándalos por el patrimonio del fiscal, revelado por los “Panamá Papers”, los “¨Pandora Papers” o sus presuntas operaciones inmobiliarias; el rechazo que ha despertado su largo acoso judicial contra la señora Laura Morán Servín y su familia, pareja ella por décadas de su hermano Federico Gertz, entre otras historias.

Nieto de Cornelius Gertz, innovador empresario alemán y representante del imperio austrohúngaro; hijo de la poeta y novelista Mercedes Manero; amante de la aviación; testarudo y celoso de su vida privada; implacable litigante y esgrimista político, Gertz parece haber perdido la cualidad de ser, como buen apasionado al teatro, alguien que sabe estar frente a los reflectores, pero también entender cuando el telón comienza a bajar.

En otra deriva que parece desbordar las capacidades disuasivas de Palacio y en particular del referido secretario Adán Augusto López, el fiscal de la República parece haber dedicado parte importante de los dos meses recientes a perseguir al ex titular de la UIF, Santiago Nieto, quien dimitió en noviembre pasado a causa de la irascible reacción presidencial ante su boda en Guatemala.

La fiscalía había acogido ya al menos tres denuncias penales contra Nieto Castillo presentadas en su contra por Emilio Lozoya, exdirector de Pemex. Pero informes recientes dan cuenta de que se ha dado cabida al menos a una docena más de querellas, presentadas por empresarios —en la lista podría haber también políticos e incluso narcotraficantes— afectados por el congelamiento de sus cuentas por parte de la UIF. El propio fiscal muestra activismo en la búsqueda de elementos para enderezar acciones no solo contra Nieto sino también contra su esposa, la consejera electoral Carla Humphrey.

Abrazado a sus propias obsesiones, Gertz Manero se asignó a sí mismo esta nueva batalla. Podría ser la última.

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