Ojo Por Ojo.
/Alvaro Cueva/
No sé qué es más imperdonable, si lo que está pasando en México con las mujeres o la indiferencia de todos ante esto. Me queda claro que ni Andrés Manuel López Obrador, ni el Papa Francisco ni Batman nos van a venir a ayudar.
¿Cómo le vamos a hacer para solucionar esto? ¿Cómo le vamos a hacer para que nuestras mujeres dejen de ser acosadas, golpeadas, torturadas, secuestradas, esclavizadas, prostituidas, violadas, asesinadas, desmembradas y desaparecidas? ¡Cómo! Sí tenemos que hacer algo ya, nosotros, ¿pero qué?
A mí todo este tema me pone muy mal porque, por alguna extraña razón, yo crecí con una idea diferente de esto. Juro que es verdad: me educaron con frases como “a una mujer no se le pega ni con el pétalo de una rosa” y con obligaciones como la de cederle el lugar a las mujeres en los camiones.
Igual, en la educación que me dieron, México era un matriarcado donde las madres y las abuelas eran los ejes de las familias y donde no existía mayor objeto de veneración que la figura femenina. Por eso lo del 10 de mayo, las recitaciones y todas esas cosas.
En teoría, las mujeres eran, son y serán siempre lo máximo. Ahora resulta que a las mujeres se les pega y que se les deja paradas en los camiones. ¿Matriarcado? ¡Cuál! La palabra de moda es patriarcado.
¿A qué hora esos padres ausentes que han caracterizado nuestra cultura desde tiempos ancestrales se convirtieron en los dueños de la realidad? PUBLICIDAD Aquí hay muchas cosas que no me cuadran. ¿Qué fue lo que pasó para que llegáramos a esto? ¿Quién vino, de qué planeta, a cambiar esto tan sagrado?
Nada justifica lo que nuestras mujeres están viviendo. Ellas pueden salir a la hora que quieran, vestidas como quieran, a hacer lo que se les pegue la gana y nada malo les debería de pasar. ¿Cómo es posible que en este país los hombres podamos andar sin camisa sin que nadie nos diga nada y que las mujeres, por el simple hecho de andar en pantalón corto, estén mandando un mensaje de “por favor viólame, mátame y, de preferencia, tira mi cuerpo en cachitos en el lugar más alejado que puedas”? Perdón si sueno grosero, pero ya no sé qué hacer para llamar la atención ni de mis lectores, ni de mis seguidores ni de las autoridades.
Entiendo perfectamente bien a las mujeres que toman las calles, que destruyen monumentos y atacan en grupo a quien se pueda. Es que tal parece que no hay manera de que los demás las escuchen, de que las miren, de que las respeten. Sí, nada de esto es nuevo. Sí, las redes sociales contribuyen a hacer visible algo que muchos nunca quisieron ver. Pero nada ganamos echándole la culpa al que estuvo antes.
Hay que cambiar. ¿Qué propongo? Primero, reconocer el problema. Segundo, como bien escribió Sara Sefchovich en “¡Atrévete!”, hablar con las mamás, pero no de las víctimas, de los hombres. ¿Para qué? Para que cambien la narrativa, para que los reeduquen. Y tercero, que así como gobiernos, medios y empresas tienen sus campañas de “la media naranja reparte cariñitos”, “no está chido” y “¿sabes cuántas empresas están detrás de esto”?”, hagamos campañas para detener todas las manifestaciones de odio en contra de la mujer. No puede ser que tengamos la realidad que tenemos y que las prioridades sean otras. ¿Usted qué propone? Vamos, ayúdeme