El país del fentanilo

LINOTIPIA

/ Peniley Ramírez /

En octubre de 2019, le pregunté a Andrés Manuel López Obrador en una conferencia matutina qué estaba haciendo su gobierno para combatir la producción de fentanilo en México y su tráfico de México a Estados Unidos.

“Se están destruyendo laboratorios, constantemente”, respondió.

Yo llevaba meses trabajando en una base de datos con el registro de los laboratorios que se habían destruido, muy pocos hasta entonces, y los decomisos que se habían hecho desde diciembre de 2018. En Univision Investiga, donde trabajaba, queríamos entender si México era aún solo un país que servía de paso al fentanilo, o ya era un sitio de producción.

Horas después de la conferencia, desde la Presidencia me enviaron un documento. Decía: “no hay evidencia sobre el establecimiento de algún laboratorio para la producción de esta droga en el país”. Así que, según el Presidente, se destruían laboratorios “constantemente” y según su oficina, los laboratorios no existían.

Para confirmar cuál versión era cierta, viajé a Sinaloa un par de meses después. Con Miguel Ángel Vega, un periodista de Ríodoce, fui a entrevistar a sus fuentes. Durante dos días, grabamos cómo elaboraban el fentanilo, desde la mezcla del precursor y la adición de heroína. Filmamos cómo lo mezclaban, lo filtraban, lo empacaban y al día siguiente, ya seco, lo ocultaban en el asiento de un auto para llevarlo a California. El laboratorio era en realidad una cocina de gas muy rudimentaria, con una prensa, una sábana para filtrar, una lona hecha con bolsas negras de basura.

Desde entonces, el mercado del fentanilo cambió radicalmente. La región de Wuhan, desde donde se exportaba la mayor parte de los precursores hacia México, cerró prácticamente todo contacto con el mundo exterior, desde que se supo que allí había surgido el coronavirus.

Tras el frenón de los primeros meses de la pandemia, los fabricantes en Sinaloa, Michoacán, Jalisco, comenzaron a producir fentanilo cada vez en mayor escala, comprando el precursor en otras regiones del mundo. El Ejército anunció orgullosamente los decomisos de varios “laboratorios” de mucho más alcance al que conocí, en varios estados.

Ahora, otra vez, la administración obradorista dice que los laboratorios no existen. Esta semana, además del Presidente, Roberto Velasco (jefe de la unidad para América del Norte de la Cancillería) dijo que “no se tiene registro de producción o síntesis de fentanilo en México”. Añadió que los decomisos no son de laboratorios sino de “talleres”, donde se hace el “acondicionamiento y terminado” del fentanilo y precursores.

Con esto, Velasco contradice no solo lo que yo misma vi, y han visto mis colegas de Vice, National Geographic, Televisa y otros medios, sino al Ejército mexicano. Además, su explicación carece de sentido. El precursor es la sustancia básica con la que se fabrica el fentanilo. “Acondicionar” el precursor significa: elaborar fentanilo.

La declaración engañosa es importante por el momento cuando ocurre. No es una mera anécdota y hay que dimensionarla.

“Lo que dice AMLO no es creíble y es preocupante que Velasco lo repita, porque él ha sido un interlocutor clave del gobierno de Obrador y el de Biden”, me dijo Vanda Felbab-Brown, una investigadora del Instituto Brookings de Washington.

Desde que Estados Unidos detuvo a Salvador Cienfuegos, y después lo liberó, me dijo la analista, México ha restringido la participación estadounidense en labores de inteligencia y ha “liquidado cualquier cooperación significativa con agencias de seguridad estadounidenses”.

En informes oficiales, Estados Unidos señala a México como productor de fentanilo, al Cártel Jalisco Nueva Generación y de Sinaloa como protagonistas de la crisis de sobredosis en Estados Unidos por esta sustancia, y a México como un país clave en la producción, no solo la sede de “talleres para acondicionar”.

Creo que estamos viendo una crisis diplomática en curso, que pasa por las negociaciones del acuerdo Bicentenario -la nueva versión de la Iniciativa Mérida- y el endurecimiento de la postura de Washington hacia qué significan los niveles de complicidad, corrupción y poder de los cárteles en el México obradorista.

Este es un momento clave en los meses que vienen, con ambos países a punto de comenzar procesos electorales. Y el asunto del fentanilo será protagonista.

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