*Razones
/ Jorge Fernández Menéndez. /
No sé si Xóchitl Gálvez logró recuperar con su evento y discurso del domingo los espacios que había perdido en las últimas semanas con una campaña que no se sabía muy bien hacia dónde iba. Pero el discurso en esta ocasión fue bueno, bien dicho y con un escenario digno, lo que creo que le permite tener las bases para relanzar una campaña para una elección que en absoluto está ya definida.
Durante semanas la narrativa de la candidata de la oposición se entremezcló con demasiados temas, sin ninguna claridad, sin saber cuáles eran sus verdaderas ideas. Este domingo sí tuvo claridad, hubo una narrativa y fueron al centro de las grandes carencias e insuficiencias de la actual administración: vida, verdad y libertad. Esas tres palabras pueden articular un discurso.
La vida ha estado tan en riesgo durante este sexenio que un millón de personas que no debían morir lo hicieron, por los asesinatos del crimen organizado, por la pésima gestión de la pandemia, por la falta de medicamentos, porque fueron desaparecidos y nadie, más que las madres buscadoras, los trata de encontrar, al contrario, los quieren borrar.
Se debe hablar de verdad porque la narrativa presidencial está construida de falacias, de medias verdades o de mentiras absolutas: en Palacio se vive en una realidad alterna o en el reino de los otros datos. Y el daño que ese encono presidencial le hace a la gente y al país es enorme. Libertad porque cuando se quiere destruir instituciones, cuando se quiere acabar con la división de poderes, con los órganos de control, cuando el objetivo de un gobierno es imponer un carro completo electoral, cuando se considera a los opositores como traidores, cuando se denigra a medios, comunicadores, intelectuales, científicos, se está tratando de socavar la libertad, se la pone en riesgo, se la lastima.
No sé si le alcanzará a Xóchitl para ganar el 2 de junio, pero ahora sí tiene una base discursiva sobre la cual construir, con la mira puesta en el pasado, pero sobre todo en quien es su rival: Claudia Sheinbaum, que hasta ahora enarbolaba su discurso de continuidad sin sobresaltos.
Quizás ya no sea así: no sólo parece haber encontrado Xóchitl un discurso y una narrativa. En el entorno de Claudia se vienen sumando temas que serán difíciles de neutralizar: la creciente inseguridad, las diferencias cada día más marcadas con Estados Unidos, las denuncias por corrupción que se pusieron de relieve en el texto de Sanjuana Martínez, los hijos del Presidente, el creciente aislamiento del primer mandatario.
Los números de las encuestas no mienten. Si bien se mantiene la alta popularidad presidencial, sigue habiendo 45 por ciento de la población que no lo apoya. A esta altura del gobierno es mucho más probable que crezca el porcentaje de disconformes que el de apoyadores. Y la inconformidad con las principales políticas del gobierno son notables, sobre todo en el ámbito de la seguridad, pero también en la corrupción y en la capacidad de gobernar.
El discurso de Claudia de poner un segundo piso a la 4T tiene lógica en una planicie política sin sobresaltos, pero no en un campo minado de denuncias. Se entiende que Claudia no quiera hablar de cambios ante un Presidente que sueña con imponer en los hechos una nueva Constitución hasta en los últimos días de su mandato, con un presupuesto a futuro que está casi por completo etiquetado, con algunas de las candidaturas más importantes en manos de sus rivales internos.
Pero plantear la simple continuidad nunca ha sido una buena estrategia electoral en tiempos tan convulsos como los nuestros, menos aún imponerle a quien se plantea como sucesora un corset político, ideológico y presupuestal tan ajustado que podría asfixiarla.
La oposición, de la misma forma que parece haber encontrado un discurso y una narrativa se enfrenta a sus propios demonios. El enorme autogol de Marko Cortés con los acuerdos en Coahuila es grave no sólo porque distrajo la conversación en un momento muy difícil para el oficialismo, lo es mucho más por la absoluta tontería de divulgarlo, y por los daños colaterales que puede provocar en los centenares de candidaturas que aún están por definirse en el ámbito local.
Si el presidente del principal partido de una coalición nacional la pone en riesgo por una alcaldía, el mensaje hacia abajo es que se va a pelear por todas. Y nada afecta más a las coaliciones electorales que las divisiones internas. Esa es una realidad también para Morena, pero mucho más para la oposición, porque los partidos no son el factor de cohesión de la misma: lo es una candidata y, sobre todo, un sentimiento opositor, de querer cambiar el gobierno. El reparto de posiciones entre los partidos es un tema entre ellos, que bien podrían dejar en el clóset.
Lo cierto es que Xóchitl se ganó otra oportunidad. Dependerá de ella aprovecharla y para eso al discurso y la narrativa deberá sumar cambios en su equipo y en su dinámica de campaña. En el entorno de la candidata de la oposición son pocos los que aportan y muchos los que molestan. Sería hora de que allí también haya un relanzamiento.