*Cuerpos-territorio en disputa por grupos armados.
21.09.2025 Oaxaca.- Mientras cenaba en la comunidad de San Cristóbal, Diana Laura Espinoza Cordero fue asesinada a balazos. Tenía 15 años, estudiaba el primer semestre de preparatoria en el COBAO Plantel 35 y soñaba con ser enfermera.
Su muerte, ocurrida el viernes, no es un hecho aislado: forma parte de una espiral de violencia que convierte a niñas y adolescentes en blanco de castigo, en medio de disputas entre grupos armados que han hecho del cuerpo femenino un campo de guerra.
Según testimonios, un grupo de jóvenes armados irrumpió en el lugar y le disparó en múltiples ocasiones. Fue trasladada con vida a la Clínica más cercana, pero falleció minutos después.
La violencia que arrebató la vida de Diana Laura no es un hecho aislado. Es parte de una estrategia armada que se despliega sobre los cuerpos de las mujeres más jóvenes, en regiones donde el Estado ha cedido el control a grupos criminales.
En regiones como el Istmo de Tehuantepec —de donde era originaria Diana Laura— los grupos del crimen organizado han adoptado prácticas de guerra que incluyen el uso de los cuerpos de mujeres como instrumento de castigo, venganza o control territorial.
Las adolescentes son especialmente vulnerables: se les asesina para enviar advertencias, se les desaparece para silenciar comunidades, se les violenta como parte de una lógica de dominación que no distingue entre conflicto armado y crimen cotidiano.
En Oaxaca, 64 mujeres han sido asesinadas de forma violenta en lo que va de 2025; 63% de esos feminicidios fueron cometidos con armas de fuego. El Istmo concentra el 30% de los casos.
En esta guerra no declarada, el cuerpo femenino es el mapa donde se trazan las disputas entre grupos armados, intereses políticos y omisiones institucionales.
Durante la actual administración estatal, se han registrado 268 muertes violentas de mujeres que para no aumentar la cifra de incidencia no se registran como feminicidios. Pero más allá de las cifras, lo que se revela es una normalización del exterminio femenino en zonas de alta militarización, extractivismo y abandono institucional.
Las adolescentes son las más vulnerables: viven en territorios donde la escuela, la calle y el hogar pueden convertirse en escenarios de ejecución.
La Fiscalía activó el protocolo de feminicidio en el caso de Diana Laura, pero hasta ahora no hay detenidos. La comunidad exige justicia, pero también exige que se reconozca el patrón.
Los cuerpos de las mujeres no son solo víctimas, son territorio en disputa. Y mientras no se desmantele esa lógica, la violencia seguirá cobrando vidas.