** LA VIDA DE LAS EMOCIONES.
/ Por Valeria Villa. /
Hay muchos caminos para entender y después abordar clínicamente el enojo como falta de control. Pueden ser gritos, amenazas, ganas de golpear algo o en el peor de los casos a alguien, y hacerlo. Las escuelas de terapia que se basan en una posición de autoridad incuestionable por parte del terapeuta tienen el defecto de ser regañonas, autoritarias, diríamos superyoicas en lenguaje analítico. Preguntarle a un paciente cómo se controlará la siguiente vez, es un tanto agresivo e inocente. Está claro que si el paciente pide ayuda es porque no sabe qué hacer para no estallar. Criticar al paciente diciéndole que está destruyendo sus relaciones con su ira tampoco suma nada, sólo intensifica la culpa que la mayoría de las personas sienten cuando han hecho o dicho algo de lo que se arrepienten cuando la cólera ya pasó.
Hay un tipo de enojo que se presenta de modo indiferenciado: la persona se enoja por todo y con todos, por asuntos que casi nunca son graves. No es difícil suponer que alguien que se enoja así, como si viviera enojado, que sólo necesita un detonante para explotar, está enojado por otras razones. Aunque parezca una obviedad, en estos casos siempre hay que preguntar con quién está realmente enojado el paciente, qué de su historia lo ha hecho sentir tan mal, quién le ha hecho sufrir tanto, qué le faltó mientras crecía, y preguntas similares que busquen las causas primeras del enojo. Si pensamos en tipos de personalidad, podemos decir que la gente que se enoja mucho tiene intensos rasgos paranoides: es suspicaz, irritable, fácilmente se siente ofendida y muchas veces, al estar tan pendiente de posibles agresiones en su contra, agrede primero como una forma de defenderse. También es posible pensar en un cuadro depresivo de tipo distímico: esta depresión es moderada pero prolongada y se caracteriza, entre otros síntomas, por mucha intolerancia. Al distímico todo le molesta.
Si nos centramos en la conducta observable, dejaremos sin atender las causas profundas de estas actuaciones impulsivas o acting outs, que siempre tienen que ver con una pobre capacidad de pensar, reflexionar, anticipar consecuencias y tomar decisiones ponderadas. El enojo indiscriminado como síntoma está relacionado con la incapacidad para pensar por lo que parte del trabajo con estos pacientes es crear, junto con ellos, espacio para pensar.
Para el trabajo clínico con estos pacientes, es plausible utilizar la teoría del pensamiento de Bion, que puede sintetizarse en 4 principios del funcionamiento mental: 1. El pensamiento es impulsado por la necesidad humana de conocer la verdad −la realidad de quien uno es y sobre lo que está ocurriendo en la propia vida. 2. Se necesitan dos mentes para pensar los pensamientos más perturbadores de una persona. 3. La capacidad de pensar se desarrolla para acomodar los pensamientos derivados de experiencias emocionales perturbadoras. 4. Existe una función psicoanalítica inherente de la personalidad, y soñar es el proceso principal a través del cual está función es realizada.
Si somos capaces de pensarnos y de entender quiénes somos y qué nos pasa, tal vez deje de ser necesario comunicarnos tan torpemente mediante el enojo desbordado.