Sin tacto.
Entrevista con un ladrón/
Por Sergio González Levet.
Pues ¿qué creen? ¡Que el ladrón se regresó! Para las concienzudas lectoras y los amables lectores que no leyeron mi columna de ayer, conseguí convencer a un ladrón de que me platicara sobre las particularidades de su feo oficio y reproduje la charla, que culminó cuando mi entrevistado se alejó caminando hasta que lo perdí de vista.
Pero dos o tres minutos después pude atisbar que regresaba. Se acercó a mí y siguió contándome sobre su condenable trabajo, como si nunca hubiera dejado de hablar, lo que sospecho que sucedió.
—Y luego —siguió su monólogo sin dar explicación alguna, como si fuera el Gobernador de Veracruz— tengo que contarle sobre lo encarecidos que están los insumos de nuestro trabajo. Nosotros desde hace mucho usamos tapabocas para cubrirnos el rostro, y hace unos meses se acabaron. No se conseguía ni uno y los que había eran caros y malos. A mi hermano el mayor se le rompió uno en plena chamba y su cara quedó a los cuatro vientos para que la vieran sus clientes y las cámaras, que ahora hay en todas partes.
Aquí volteó a ver hacia todos lados, buscando alguna cámara que lo estuviera grabando y que me pudiera enseñar, hasta que la encontró, me la señaló sin decir nada y siguió con su circunloquio.
—¿Las balas? ¡Ni se diga! Si a usted se le ocurre soltar un tiro en prevención o para asustar a nuestros objetivos, pues ya salió poniendo. Porque en verdad es un robo lo que cuestan los proyectiles. Y mire quién se lo dice. Antes, en una persecución, por ejemplo, podíamos darnos el lujo de responder con una carga completa de cualquier pistola, pero ahora, si sueltas dos tiros, ya se quedaron tus hijos sin comer una semana.
En ésas estaba cuando pasaron dos policías que lo saludaron, humm, amistosamente. Él contestó el saludo sin voltearlos a ver, serio, y continuó su relato conmigo:
—Y lo peor es la lucha que se trae el López Obrador contra la corrupción. No la acabó para nada, pero sí la encareció mucho. Ahora los cuicos te piden una mochada mayor porque sus jefes les están exigiendo cuotas más altas. Ellos les dicen que ahorita el riesgo es mayor, porque en cualquier momento los puede descubrir algún empleado chairo convencido, y van al bote. Y qué riesgo va a ser. Ésos son los verdaderos ladrones. No como uno, que arriesga el pellejo y la libertad, y hasta tenemos el peligro de contagio, porque ni modo que guarde uno la sana distancia cuando vas a desvalijar a alguien. Nunca sabes lo que te estás robando, y en una de ésas lo sustraído está lleno de coronavirus.
Se calló un instante y se me quedó viendo, como pidiendo mi conmiseración. Iba yo a decirle algo, cuando volvió a abrir la boca y no paró hasta que dio por concluida la entrevista de este modo:
—Ahí tiene, señor, cómo nos han pegado la 4T y la pandemia. Le digo que no sé cómo le vamos a hacer para sobrevivir decentemente. Digo, es un decir…
Y se retiró caminando, callado por primera vez.