Estábamos mejor cuando estábamos peor.

**Francisco Cabral Bravo

La salud del pueblo está en la supremacía de la ley. (Cicerón)
Los partidos políticos tienen una guía por el poder que jamás ocultan se muestran mermados ideológicamente y entre todos le han propinado una verdadera paliza a la ética.
Evidentemente la política es un asunto terrenal de hombres y no dioses, sólo que los desfiguros se multiplican para que tengamos élites onerosas, opacas como decadentes. En la actualidad nuestros partidos políticos navegan en la nada del pensamiento político, en día son aliados de ocasión al filo del más incomprensible pragmatismo, después se cuestionan y parece que su única misión es ganar poder al más típico estilo maquiavélico, como sea, diría un clásico. En estos tiempos, los cuadros de los diferentes partidos políticos exhiben sin pudor alguno su grado superlativo de ignorancia, los debates se anulan, las ideas palidecen ante la lluvia de exabruptos lanzados por doquier como sistema. La política como tal es ciencia, arte, teóricamente; es algo muy distinto a lo que ocurre en la práctica en donde prevalece la condición humana que tiene mucho de miserable.
No hay referentes intelectuales importantes, la formación de cuadros se posterga y por ello vemos las mismas caras, idénticos estilos, así hasta el hastío. Las ideologías están al borde de la extinción porque muchas las suplantan a través de su catarsis, por pragmatismo rampante.
Decía en líneas anteriores que en 2020, la periodista y escritora norteamericana Anne Applebaum traza un periplo político y personal que parte de una fiesta que ella y su esposo, un ministro en el gobierno de centroderecha de Polonia, Radosław Sikorski, ofrecieron a un grupo de liberales de derecha polacos, ingleses, norteamericanos y rusos en diciembre de 1999. Una fiesta de amigos que celebraban a una Europa del este que, como en la mansión en la que estaban, se reconstruía en democracia y libertad después del derrumbe de la cortina de hierro.
Hoy, veinte años después, muchos de los asistentes a esa fiesta se han sumado a las filas de apoyadores de los gobiernos populistas de Hungría y Polonia. Los mismos que antes eran demócratas liberales de centroderecha que apoyaban la integración comercial con occidente y promovían sus valores políticos, ahora defienden a líderes iliberales, a demagogos y déspotas que desprecian precisamente esos valores. Con la pérdida de las creencias liberales vino también el fin de la amistad. Applebaum explora muchas posibles explicaciones para entender la conversión de demócratas liberales que ahora apoyan a regímenes autoritarios y corruptos, y es posible que todas tengan algo de validez, pero un aspecto de esta corrida ideológica que preocupa a la autora es la imposibilidad de dialogar y debatir de entre quiénes piensan distinto. La política de hoy no solamente se discute o abarca el espacio propiamente político, sino que la polarización la ha llevado a invadir el ámbito personal.
La polarización y el tribalismo no funcionan en un sistema democrático que fue construido e ideado para ciudadanos razonables que discuten y debaten con sentido crítico, respeto, tolerancia y civilidad. 
En otro tema me atrevo a pensar que el reto del cambio climático nos obliga a cambiar las visiones imperantes y adoptar relaciones transversales y cooperativas, entender que los recursos naturales son finitos.
Según la ONU y su claridoso secretario general, António Guterres, el mundo se acerca a los límites conocidos o conocibles para la existencia de la especie humana. Se trata, lo han dicho y enfatizado los estudios y científicos de prácticamente todo el orbe, de un panorama donde se cuecen perspectivas y certidumbres todas ominosas. Mucha educación y sensibilidad tendrá que desplegar la humanidad para enfrentar y superar tamaño desafío. 
Estar a la altura de los cambios del mundo supone esfuerzos mayúsculos de políticos, científicos y capitalistas, así como de un acompañamiento cívico de gran envergadura y consistencia. Los sacrificios serán muchos y profundos, proporcionales al daño hecho a la naturaleza, porque a final de cuentas a lo que nos convoca el llamado angustioso de alerta hecho por la ONU es a cambiar nuestra formas de vida y a relacionarnos con la naturaleza. Porque en ello nos la jugamos toda.
No han sido las huellas aztecas en Glasgow las más promisorias y tranquilizantes, como expuso con claridad  Enrique Provencio en Reforma 29-10-21: “Como país no contamos con una estrategia hacia la neutralidad del carbono, e incluso las metas insuficientes para 2030 están en riesgo de incumplimiento por el trato que se ésta dando a las energías renovables y por el crecimiento que vendrá en el uso de combustibles fósiles. No hay modo de ocultarlo”.
La encrucijada no podía ser más transparente. Es indispensable que la hagamos divisa multidimensional para un cambio profundo que será largo y doloroso pero inevitable.
Ni el mundo ni México deben seguir recurriendo a soluciones cosméticas. Estamos obligados a repensar las mismas premisas, sobre las que hemos basado nuestras formas de trabajo, de producción y de consumo simplemente porque nos estamos jugando la vida.
Me atrevo a pensar que la administración federal ha iniciado ya el camino, tan difícil para todo gobierno, de la cuenta atrás, cuando el tiempo se acaba y los logros todavía no llegan. Pero creo que ninguno tan dramático como el de la seguridad. La secretaría de Seguridad Ciudadana Rosa Icela Rodríguez hacia la defensa en el Congreso de la estrategia de seguridad, defendía el lema de “abrazos y no balazos” diciendo que de esa forma no morirían inocentes y argumentaba que los homicidios se habían reducido un 3.9% respecto a octubre del año pasado.
Rosa Icela es una funcionaria eficiente y respetable en un gabinete donde pocos se arriesgan públicamente, pero lo dicho es simplemente una consigna publicitaria, es una estrategia que fracasó hace ya mucho tiempo.
La danza de cifras no sirve para ocultar la realidad en esta administración llevamos más de cien mil muertos, muchos más que en todo el sexenio de Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto.
De poco sirve la tendencia descendente de unos puntos porcentuales cuando los niveles de homicidio están en el decil más alto de nuestra historia y se mantienen así durante tres años. No sólo no se ha reducido respecto a sexenios anteriores, han aumentado dramáticamente. Como han aumentado las desapariciones, según el propio subsecretario Alejandro Encinas, hay más de cien mil desaparecidos en el país, 24 mil sólo en lo que va de este sexenio. Hay avances en la seguridad en algunos puntos del país, como en la Ciudad de México pero en buena parte del territorio nacional la seguridad es una quimera. La violencia derivada del crimen organizado, de eso estamos hablando, no admite fronteras y se instala allí donde se le permite expandirse.
Nada lastima más a la población que la inseguridad que va de la mano con la impunidad. Se suceden los actos violentos, ¿ y cuántos detenidos hay? Rosa Icela decía, que iban más de 2500 detenidos relacionados con el crimen organizado en lo que va del sexenio, pero el número de asesinados supera los cien mil.
No hay proporción entre los detenidos y sus víctimas, matar, desaparecer y extorsionar sale muy barato. Es verdad que se han hecho algunas cosas bien y que hay también algunos éxitos muy específicos. Se puede tener instrumental de primera calidad y cirujanos expertos, pero si el diagnóstico está errado, ninguna cirugía tendrá éxito.
Recuerda las cosas se valúan y las personas se valoran. Es un enigma si, a lo largo de los siglos, nos hemos perfeccionado o sin tan sólo hemos progresado. Si hoy somos mejores personas o si tan sólo tenemos mejores cosas.
La mayor diferencia entre los ocho siglos de la Edad Media y los ocho siglos que la precedieron no fue tan sólo la presencia de lo malo, sino la ausencia de lo bueno.
Si pensamos en la Roma Imperial, repugnan el poder sin límites de Tiberio, la crueldad sin igual de Nerón o la extravagancia sin razón de Calígula. Esto también estuvo presente en la Edad Media. Pero el Imperio Romano, además gozó la inteligencia de Trajano, la sensatez de Adriano, la visión de Augusto y la videncia de Julio César.
Estas virtudes no existieron en el medioevo.
La Grecia Clásica tuvo científicos como Arquímides, intelectuales como Eurípides, filósofos como Aristóteles y hasta militares como Temístocles o políticos como Pericles.
Elegí ser honesto donde eso estorba.
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