Este ocho de marzo importa. Por nuestros silencios compartidos .

/ Aranza Gleason /

Enlace Judío – El silencio habita en aquello que no queremos ver, eso que es tan difícil de expresar que con el tiempo preferimos irlo enterrando en vez de curarlo. Y aunque no queramos aceptarlo, muchas veces, lo que habita en el silencio termina por ser aquello que nos es más nocivo, nuestro cáncer más nefasto. El silencio puede ser impuesto o tristemente aceptado, en cualquier caso es nuestra responsabilidad como individuos y sociedad tratar de romper esos silencios, pues de ello depende en completo nuestra cura. Cuando las cosas no se hablan, simplemente no se aceptan. Hoy como mujeres tristemente cargamos varios silencios.

El siete octubre pasado ocurrió una de las masacres más sádicas y sangrientas que han existido por muchos años en Medio Oriente. Miembros del grupo terrorista Hamas entraron a poblaciones civiles de Israel, mataron a más de 1,300 civiles, torturaron y quemaron vivas a familias enteras. Además tomaron como rehenes a 240 personas. Entre los crímenes que cometieron, una de las cosas más horrendas que ocurrió es que este grupo ha decidido usar la violación y la tortura sexual como una forma de amenaza y arma.

Los terroristas difundieron videos grabados donde vemos a mujeres israelíes siendo brutalmente violadas y asesinadas, y se glorificaron de los cuerpos habían sido cercenados y lastimados en zonas genitales y erógenas. Se sabe que incluso hoy las mujeres y hombres que siguen bajo el secuestro de este grupo son presa de este tipo de abusos. Es algo que sólo de pensar en ello causa horror, que el mismo gobierno de Israel al recopilar las grabaciones advierte de la preparación mental que se necesita antes de entrar en contacto con las imágenes. Es algo que nos atañe a todos los que remotamente somos testigos. Frente a lo cual no podemos sino expresar solidaridad y dolor. Nos involucra como humanos, como judíos y como mujeres.

Como humanos porque somos responsables del mundo que en conjunto construimos, como judíos porque fueron crímenes realizados contra personas precisamente por habitar en el estado judío o por su condición de judíos, siendo presa del antisemitismo que rodea esa región; también como judíos porque al considerarnos como parte de un mismo pueblo lo que le sucede a uno nos importa a todos. Como mujeres porque la violación y el crimen de la tortura sexual es un crimen de odio contra la mujer. Es dirigida hacia la mujer como una forma de dominio donde el agresor ata la naturaleza del daño que comete al género de la víctima. Escoge precisamente esa manera de tortura porque la víctima es mujer.

Estos crímenes que se cometieron tristemente también han ocurrido, de forma velada y bajo otro contexto, en México, el país en el que se encuentra nuestro periódico, y al que pertenecemos muchos de nosotros. Aquí, también es común encontrar cuerpos de mujeres asesinadas con genitales cercenados, muestras de violación y tortura sexual. Aquí las cifras de mujeres desaparecidas rebasa el número de 100,000 personas, y se sabe que varias de ellas fueron o son víctimas de la trata de personas.

Ambas realidades son muestra de dos silencios que vivimos, en dos países distintos.

Este ocho de marzo importa, porque nos estamos enfrentando y tratando de enunciar dos realidades de un mundo sumamente triste y salvaje. Estamos tratando de vernos las unas a las otras, reconocernos dentro de esa realidad que nos rebasa y encontrar aunque sea una cura interna frente a lo visto. Tratamos de expresar nuestra mirada y expresar nuestro apoyo.

¿Quitará ello lo ocurrido o cambia el sistema político que lo genera? No, pero rompe ligeramente el silencio que lo envuelve. Lo convierte en un silencio compartido.