Este país se llama México

Francisco Cabral Bravo

Con solidaridad y respeto a Ricardo Ahued Bardahuil

En estos tiempos de indiferencia si realmente se quisiera tomar la opinión de la gente en los asuntos importantes del país, se debe conformar todo un entramado constitucional con las leyes reglamentarias respectivas, para darle soporte legal.

Una cosa es la institucionalidad de las consultas populares como instrumento de la democracia participativa y otra muy diferente el manoseo de este ejercicio para distraer a la opinión pública sobre la incapacidad que tiene el gobierno para darle solución a múltiples problemas que van desde la inseguridad pública hasta la crisis de abasto de medicamentos.

En esta administración hay dos ejercicios que se han hecho en torno a la consulta popular: una patito e inconstitucional como la que canceló la construcción del aeropuerto de Texcoco; y otra, la del domingo primero de agosto, y en ambas se trató de acciones tramposas para sustentar decisiones caprichosas del jefe del Ejecutivo Federal.

En ambos casos el grueso de la población no participó. En la consulta del domingo primero de agosto, nadie en su sano juicio entendió una pregunta que podría decir todo menos juzgar a los expresidentes, además de que se trató de un remedo de democracia participativa.

Si antes el costo de la democracia era altísimo, de los más altos del mundo, pues ahora con esta modalidad de las consultas populares se incrementó de forma relevante, toda vez que el INE  requerirá un presupuesto especial.

Habría que ver si sirve de algo volver a las urnas para decidir si sigue el presidente en su cargo o no; o dejar las cosas cómo estaban antes de terminar su sexenio el 30 de septiembre de 2024.

No están las arcas del país en condiciones de gastar dinero que no consultas populares o en revocación de mandato.

Ya basta de dispendios derivados de  “ocurrencias genialidades” del huésped de Palacio Nacional.

El chiste de todo este embrollo es que no salimos de una elección ya vamos a otra y así hasta el infinito con el respectivo derroche de presupuesto y del tiempo de servidores públicos.

En otro orden de ideas amable lector permítame preguntarle algo: En distintos países ya se realizaron pruebas diagnósticas y las actividades escolares se ajustan para poder remontar el deterioro educativo.

¿Nuestro gobierno está distante de este tema?

Durante varios meses tuvimos la ilusión de que la pandemia de Covid nos iba a ser mejores. A los gobiernos los haría más sensibles a las necesidades de la gente; a  las empresas más responsables; a las comunidades más  resilientes y a los individuos más solidarios. Y la verdad es que nada de eso ha pasado,  o si lo ha hecho es en casos particulares, que no acaban de provocar una tendencia. El mundo feliz que nos imaginamos para la era post pandemia era solo una entrañable ilusión.

El ámbito educativo ha sido particularmente golpeado por la pandemia. Las escuelas cerraron sus puertas, lo que habilita factores que profundizan las desigualdades,  difíciles de contrarrestar. Fuera del plantel escolar y en casa, las niñas y los jóvenes tuvieron que vivir de lleno toda la dureza de sus circunstancias. En América Latina y en México sufrieron el acceso desigual al mundo digital: los ricos lo tienen, casi todos; los pobres muy limitadamente, apenas uno de cada cinco lo tiene.

Los niveles educativos de los pobres siempre son factor que explica el rendimiento escolar, y en condiciones de confinamiento se convierte en un elemento todavía más potente. Los niños y jóvenes de hogares pobres no pudieron recibir el apoyo necesario de sus padres, por sus propias limitaciones educativas, pero también porque los adultos no se “guardaron”: tuvieron que salir a ganarse la vida.

Por eso tiene que haber un esfuerzo deliberado para atender con énfasis a las poblaciones que sufrieron  desmesuradamente el cierre de escuelas.

Esta es la esencia que, a mi parecer, debe conducir la agenda y las acciones durante la pandemia y posteriormente. Ahora sí que “primero los pobres”, pero en una versión real, palpable con políticas públicas sustantivas dirigidas al objetivo, y no sólo en el mundo figurativo, de ilusiones.

Estudios del Banco Mundial y del BID estiman ya los efectos sobre el aprovechamiento escolar derivados del confinamiento. En indicadores como el de pobreza de aprendizaje, la proporción de alumnos que al terminar la primaria no son capaces de leer y entender un texto simple, se estima un mayor retroceso. En estos estudios también se enfatiza que las pérdidas de aprendizaje son mayores para estudiantes pobres  que para  estudiantes ricos.

Nuestro gobierno está completamente distante de este tema. El presidente sigue dando vuelvo a su carrusel de ilusiones, no hay nada en las acciones del Gobierno Federal que indiquen que este tema sea una prioridad. No hay un peso más para el sector, y sí muchos menos.

Cambiando de tema se sabe que un numeroso grupo de luteranos tuvieron en el Vaticano un diálogo con el Papa Francisco. En la última pregunta sobre ¿Quiénes son mejores los católicos o los luteranos? El Papa Francisco respondió: los que vivan más fielmente el mensaje de Jesucristo. La respuesta fue recibida con  un gran aplauso. A una pregunta semejante, el Dalai Lama dio una respuesta parecida. En el Papa Francisco tenemos un líder espiritual fuera de serie, que exhorta a todos los fieles y a los hombres de buena voluntad a vivir coherentemente la fe, la cual, aunque a veces sea frágil como la de Pedro, nos guía como una brújula en la niebla y en las tempestades de la vida.

Los creyentes de cualquier religión deberían de evitar tanto el complejo de superioridad como el de inferioridad.

Soren Kierkegaard decía que sólo existe “un cristiano verdadero” que es  Jesucristo. Todos los demás se acercan más o menos al único cristiano auténtico. Las encuestas o estadísticas en este aspecto no son útiles, la interioridad de la fe es difícil de medir.

Es consolador para los católicos lo que Ignace Lepp  afirma: “casi todos los ex comunistas convertidos al cristianismo eligen a la iglesia católica, y eso aún en países de fuerte mayoría protestante”. El mismo Lepp importante miembro del partido comunista francés, solicitó el bautismo de la iglesia católica y a la postre o se ordenó de sacerdote. Lepp conoció las taras y deficiencias de la iglesia que se revelan en su historia, pero también reconoció auténticos católicos dentro de ella.

Existen muchas imperfecciones en la iglesia católica, algunos no viven plenamente el mensaje que anuncian. Lepp observó con pena, las heridas de la iglesia, sus vicios y pecados, pero también conoció la resilencia de muchos de sus miembros y el brillo de la santidad en no pocos. En todo caso, fue testigo con alegría, de cómo en numerosos grupos florecen exigencias del Reino de Dios.

Ciertamente son numerosos los que subrayan lo negativo y muchos denigran a los católicos. No son pocos los que atacan a la “católica”.

Sin embargo, es un gran consuelo constatar que entre estos surgen constantemente grandes líderes espirituales, de los que sólo  enumeraré algunos: Teresa de Calcuta, Premio Nobel de la Paz, políticos como Giorgio La Pira  célebre alcalde de Florencia, la notable filósofa y santa Edith Stein, convertida del judaísmo, e igualmente Monseñor Rafael Guízar y Valencia y el Cardenal Jean Marie Lustiger, el gran psicólogo Karl Stern  y el “rabino capo” de Roma, Eugenio Zolli.

Como convertidos del luteranismo,  citaremos al místico Johann Scheffer, mejor conocido como Angelus Silesius, que fue un poeta, teólogo y médico alemán; a Louis Bouyer, teólogo del Concilio Vaticano II, a Uta Ranke-Heinemann,  teóloga muy distinguida, y finalmente a Heinrich Schlier, eminente  biblista que se convirtió al estudiar a fondo, la carta de San Pablo  a los Efesios.

De la Iglesia Anglicana, fueron notables las conversiones de John Henry Newman, Gilbert K. Chesterton, y más recientemente la de la Duquesa de Kent ex primer ministro Tony Blair.

En el ámbito del budismo zen de Japón, los convertidos son muy pocos: destacan, empero, Hara Takashi y Tara Aso, que llegaron a ser primeros ministros, pero sobre todo, sobresale un eminente médico, Takashi Nagai, que sobrevivió milagrosamente a la catástrofe de la bomba atómica sobre Nagasaki.

 

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