Gasto y dispendio

Paralaje.

Liébano Sáenz.

No le falta razón al Presidente en lo referente al excesivo gasto público de los altos funcionarios y en las numerosas entidades públicas autónomas o independientes creadas en el proceso de desconcentración del poder. Al amparo de los elevados precios internacionales del petróleo que ocurriría a principios de siglo, el gobierno pudo fondear la diversificación y modernización de la administración pública. El gasto corriente se incrementó significativamente, pero no solo del gobierno federal, también el de los estados, municipios y el del poder legislativo.

Ya no hay riqueza petrolera, ni la habrá. El llamado del Secretario de Hacienda de reducir el gasto atiende a la nueva realidad del país y de la economía nacional. El desafío hacia adelante es la optimización del gasto y que su reducción no afecte la calidad de los servicios públicos ni la tarea de las instituciones. La austeridad a rajatabla bien puede ser contraproducente.

El gasto electoral es significativo, no necesariamente excesivo. De hace tiempo se optó por un modelo de autoridad electoral y de financiamiento a partidos y campañas con un impacto importante al presupuesto. El IFE y el INE, así como el Tribunal Electoral han sido instituciones de la modernidad democrática que pasan con creces la prueba de lo satisfactorio. Igualmente se puede decir del Poder Judicial Federal y de la Corte.

La crisis fiscal del Estado mexicano obliga a una redefinición del gasto que no trastoque ni ponga en riesgo lo avanzado. A todos debe involucrar, poderes, órdenes de gobierno, entidades autónomas. También es inevitable repensar el régimen fiscal vigente y la relación con los Estados y municipios, los que deben incrementar sus ingresos por la aplicación del gravamen de la riqueza inmobiliaria al mismo nivel de países con realidades semejantes.

Más allá de los gritos y sombrerazos y de las heridas autoinfligidas, siempre he creído que, si el legado de este gobierno es el de la probidad, el del cuidado del patrimonio al amparo de una austeridad que no riña con el buen servicio público, será un logro de proporciones históricas. Se necesita pulso de cirujano para podar el árbol, sin que se pudra la raíz.