Grupo Texcoco .

/ Denise Dresser /

Delfina Gómez, la delincuente electoral, comenzó su campaña en el Estado de México con bombo y platillo. Rodeada de la plana mayor morenista, prometió acabar con 100 años de “abusos y corrupción”. Habló de la “larga noche” del priismo, ahora sustituida por la alborada del morenismo. Usó el discurso oficialista del país de privilegios y prebendas, abusos y abandono, desprecio por la gente común y corriente, antes marginada y ahora escuchada. Y se posicionó como la candidata de oposición a quienes han “robado y saqueado” al Estado de México. Habrá quien le crea y vote por un cambio transformador, cuando en realidad sólo se dará el relevo de unas élites por otras. El Estado de México antes estuvo en el puño del Grupo Atlacomulco; ahora caerá en manos del Grupo Texcoco.

Ingenuo creer que la llegada de Delfina significará el desmantelamiento de las viejas formas de hacer política, acuñadas por Hank González, fundador de un cacicazgo político en la entidad. La política como una forma de vida, de acumulación de riqueza, de vender el cuento de una maestra rural, que ahora representará a los desposeídos, al pueblo noble. Ella, como alguna vez lo hiciera “el profesor Hank” sobre sí mismo, ha construido un mito alejado de la realidad de su aspiracionismo. Egresada de una universidad privada -el Tec de Monterrey- fundada por la élite regiomontana que AMLO desprecia. Coleccionista de bolsas Louis Vuitton, Chanel, Gucci y peluches al por mayor. Representante legal de uno de los colegios privados más caros de Texcoco. Su ruta no ha sido la pobreza franciscana o la austeridad republicana, sino el ascenso social. Y lo consiguió vía el sindicalismo priista en la entidad, como lo reportó el sitio Eme/Equis. De ahí ha subido, siempre apoyada por los experredistas Horacio Duarte e Higinio Martínez, ahora conversos del lopezobradorismo.

En tierras mexiquenses rápidamente aprendió las lecciones del profesor Hank. El buen político no necesita rendir cuentas; antes que nada es un evasor. La política es patronazgo y se ejerce mediante un andamiaje de clientelas, favores, contratos, y diezmos. Por encima de la ley, la amistad, la complicidad. Protege y serás protegida. Encubre y serás encubierta. Ayuda y serás ayudada. Delfina siguió los mandamientos del poder al pie de la letra, y por eso su paso por la SEP fue tan gris. Ni un solo logro, ni un solo avance, ni una sola mejora en la educación de los niños de México. Mucha politiquería, pocos resultados. Mucha genuflexión ante el Presidente y el sindicato; poco logrado para que la escuela pública cerrara brechas o creara trampolines de movilidad social sobre los cuales ella sí brinca.

Y por eso y para eso AMLO la envía al Edomex. Para aplicar ahí las mismas tácticas priistas, disfrazadas de progresismo morenista. Para adueñarse de un estado rico en votantes y recursos con los cuales comprar elecciones. No hay un solo dato de su biografía o su trayectoria política que explique cómo va a acabar con la violencia, disminuir la desigualdad, o asegurar mayor prosperidad en el estado que aspira a gobernar. Lo que sí reproducirá es la política de clanes y camarillas, caciques y clientelas, corrupción permitida y patrimonialismo acendrado, ordeña de nóminas y estructuras paralelas de financiamiento a su partido. Apuntalada por Higinio Martínez y Horacio Duarte, la diezmadora Delfina le dará al Grupo Texcoco lo que siempre ha querido: acceso al presupuesto y al poder. La posibilidad de desviar dinero y convertirse en otra élite impune.

Tiene razón Delfina cuando dice que su campaña “no está motivada en la venganza”. Está motivada en la apropiación de lo que antes era monopolio del PRI en la entidad: casas y coches, comidas y cenas, constructoras y obras, vinos y cavas, ranchos y caballos, vacaciones y los boletos de primera clase que entrañan. Por el bien de Morena, nos montaremos sobre los pobres. Por el bien de Delfina, seguiremos sembrando apoyos sociales y recolectando votos. Porque así se gana y se gobierna en México. Convirtiendo a los ciudadanos en clientes que viven con la mano permanentemente extendida, esperando el cheque para paliar la pobreza, sin acceso a la educación que permitiría salir de ella. Eso es lo que “la Maestra Delfis” aprendió y ahora procurará enseñar en el Edomex. Ser delincuente electoral no es veto para ganar y gobernar. Es condición necesaria.

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