Liébano Sáenz
Nada sencillo parece el camino hacia la recuperación. Cada día que pasa nos convence que difícilmente habrá normalidad en el sentido de regreso a la situación de antes, incluso, aunque pronto estuviera a disposición la vacuna, evento que en una visión optimista nos remite a los primeros meses del próximo año. El eventual rebote del contagio para el otoño, escenario tan posible como probable, implica que necesitaremos patrones de convivencia claramente diferentes respecto al pasado y medidas preventivas que tendrán serias implicaciones económicas, políticas y sociales.
El impacto global de la pandemia ha sido notoriamente diferenciado. China desde hace meses ganó la batalla de la contención; varios países de Europa como España, Alemania e Italia van de regreso. Estados Unidos e Inglaterra están en medio de la pesadilla, mientras que, en México, según la narrativa oficial, el mayor impacto está muy próximo. Aquí mismo se advierten significativas diferencias regionales. La Ciudad de México ha sido fuertemente castigada.
Lo ocurrido en las zonas metropolitanas de Monterrey y Guadalajara, resulta comparativamente espectacular en los números y convalida la respuesta temprana que tuvieron las autoridades locales y la capacidad para convocar a sus gobernados para participar en las estrictas y dolorosas normas de distanciamiento social. Las defunciones son el indicador más dramático y concluyente del coronavirus. La Ciudad de México acumulaba este jueves 604 decesos; el Estado de México, 244; Jalisco, 37 y Nuevo León 28. Aunque nada puede asegurarse en las próximas semanas, la geografía diferenciada dice que la normalidad y la reconstrucción también será distinta por región.
En cuanto a la actividad económica aquí hemos insistido que fue un error haber incluido a la industria minera bajo suspensión, por dos consideraciones: su operación es fundamental para muchas otras actividades esenciales y por su geografía, pues tiene la capacidad para emprender acciones muy eficaces de monitoreo y de contención. Otras actividades como el negocio del espectáculo y el entretenimiento presencial son distintas y habrá de esperar quizás hasta el próximo año para alcanzar una circunstancia semejante a la de hace tres meses.
En el lugar opuesto está el sector turístico y el asociado a restaurantes, transporte y particularmente líneas aéreas. El golpe ha sido brutal y sería muy lamentable la pérdida de negocios que hasta hace poco eran rentables, pero que viven en el agobio por los compromisos financieros y sin apoyo gubernamental alguno. A igual que la minería, el turismo es una actividad generadora de divisas, y como la construcción, tiene una derrama social importante por la vía del empleo. Los gobernadores de los principales centros turísticos deberán emprender una acción de rescate y recuperación, aunque cualquier esfuerzo estará condicionado por el comportamiento del turismo internacional y el apoyo federal.
En lo social, hay quien asume que la lección de la crisis sanitaria habrá de servir para adoptar mejores hábitos y actitudes respecto a la corresponsabilidad, vida familiar, movilidad, alimentación, ocio, recreación y moderación del consumismo. No soy tan optimista. Aunque habrá diferencias y ciertamente ha habido un proceso de aprendizaje, estimo que proseguiremos con los mismos problemas de siempre. Quizás una iniciativa colectiva con decidido respaldo oficial sobre un tema en particular podría tener posibilidades de éxito: la lucha contra la obesidad. De hecho, sería un triunfo relevante de salud y de economía si el saldo de este trágico periodo fuera el de mitigar este grave problema de salud pública.
Un tema importante será el desenlace de la elección presidencial en EU. Cualquiera que sea el resultado, la normalización en el país del norte habrá de favorecer a México. Nuestro país ha acreditado con creces su importancia para la economía norteamericana. Pero ante la nueva realidad que está surgiendo todos los días como resultado de la pandemia, deberá considerarse el nuevo mapa de poder económico y político en el mundo. Nuestro país no debe perder sentido de sus afinidades, principios y alianzas, y debe enfocarse en la cooperación global.
El multilateralismo y el mercado han demostrado ser las vías por las que las naciones se enfilan de modo seguro hacia la recuperación, un proceso que incorporará necesariamente nuevos paradigmas y mayor énfasis en el desarrollo humano y al entorno ambiental sano sin el cual éste no es posible. Ayudaría sumarse al consenso mundial.
La política no deja mucho espacio al optimismo. La resistencia del Presidente a ejercer su liderazgo sobre el conjunto de la población y frente a todos los sectores ha impedido construir un sentimiento de unidad frente a la gravedad de los retos. Sin embargo, es necesario persistir. El camino hacia delante será mucho más complicado y difícil si no hay una voluntad compartida para hacerle frente a la adversidad. Queda claro que no es con reclamos ni con recriminaciones de uno y otro lado, como lograremos esa unidad.