Infancia usada, rédito calculado

/ Por Arturo Rodríguez /

La sustracción de un pequeño alojado en el albergue del llamado DIF Capullos, abrió una amplia polémica respecto al uso político de menores y, para el caso concreto, por volver a rebasar las fronteras de la moralidad política que caracteriza tanto al gobernador de Nuevo León Samuel García, como a su esposa, la influenciadora, Mariana Rodríguez, ambos en incansable búsqueda de lo viral.

Hacía unos meses que gobernador y esposa estaban fuera del ojo nacional hasta que el episodio motivó amplias críticas y no pocas apologías por la forma radical de protagonizar escándalos con el cálculo necesario para salir airosos. Si un día fue la broma en abuso verbal (“facilona, piruja”), otro fue el exabrupto cosificador que explícitamente reclama el usufructo del cuerpo de la
mujer como propiedad (“me casé contigo pa´mi”, recordatorio para no andar enseñando las piernas).

Desde la Ciudad de México y los sectores feministas, derechohumanistas y en general igualitarios, el reclamo es uniforme, pero el
efecto les resulta favorable porque en una, apela intrínsecamente a la normalización del humor que soterradamente encubre la violencia verbal; en la otra, encuentra eco en el anclaje a la idea de respeto al señor (y amo), compartida también por muchas mujeres.

Si un día frasea: “es cierto, como dicen, que el norte trabaja, el centro administra y el sur descansa”, encontrará eco en la forma de pensar del ciudadano común norestense del país, región que desde los tiempos fundacionales del Estado nacional, e inclusive antes, con la posición de las Provincias Internas de Oriente que en Cádiz patentó las ideas federalistas, estas son persistentes en las reivindicaciones discursivas desde hace dos siglos aunque convenencieramente se orientan siempre al pacto fiscal y así lo hizo
Samuel.

Hablar de política y la situación del país es aburrido para el común, así que, nada mejor que hablar de los tenis “fosfo fosfo” y conseguir ahí el símbolo identitario, el estandarte de campaña.

El cálculo es preciso: si fue violento verbalmente o reclamó la propiedad de la esposa, dirá luego que aprendió y que bueno que se enseñe a todos que no está bien; si ofende a las hordas de desaposentados que viven con un salario mínimo o menos sin posible movilidad social aunque trabajen de solo a sol, dirá que se refiere al Pacto Fiscal… si usa a un niño el fin de semana, pues qué bien que se despertó el interés y hay más gente que quiere adoptar, dirá Mariana.

Mientras tanto, el presidente López Obrador pedirá que no se use el asunto con “fines politiqueros” y sus seguidores asimilarán el mensaje dirigiendo su atención a los temas que al presidente importan. Es claro que nos encontramos ante fórmulas disruptivas de hacer política, que apelan a emociones exacerbadas por el acceso a redes sociales y en las que escasea la razón y se omite el derecho.

Por estos días, he llegado a escuchar estas expresiones: “como sea, quizás fue el mejor fin de semana de ese niño”; “pues qué bueno que al menos alguien lo divirtió”; “será el sereno pero qué bueno que hagan algo”. Emociones. La cuestión racional sería otra: ¿quién se atreve a usar un niño? Quién perdona que un niño sea usado para promoción política? Acaso habrá quién
crea, tras un examen de conciencia serio y objetivo, que hubo una buena intención en eso? No sería ideal que, en todo caso, el gobernador dirigiera esfuerzos presupuestales, políticas públicas e involucramiento de la sociedad civil en conseguir condiciones dignas para la infancia bajo tutela del Estado?

Fue la Red por los Derechos de la Infancia uno de los organismos que puso sobre la mesa la cuestión legal: a ese niño menor de un año, incapaz jurídicamente pero que tiene derechos que se supone el Estado debe garantizar, se le violó por un agente del propio Estado el derecho a la vida privada, al ser expuesto; a la identidad y la protección de sus datos personales.

Se usó el cuerpo del bebé para vestirlo con prendas de un equipo de futbol que exhibe marcas comerciales; se incumplió con la normatividad que fue creada para protegerlo al sustraerlo sin figura jurídica que sustente la acogida temporal ni que dé el fundamento para invocar la figura de la acogida familiar.

En efecto, se promovió la discusión al respecto, es posible que Mariana Rodríguez diga la verdad y hayan aumentado las solicitudes de adopción, pero aun así, nadie vio por el interés superior de la infancia, de ese niño, y como el propio Samuel ha dicho, es ridículo que lo acusen, vuelta a la emoción: es ridículo porque “por sentido común, dar amor y cuidado a un bebé, nunca va a ser una falta a la ley”.

Encarna la pareja el fracaso de la política con razón, respresentan el triunfo de la dictadura del click y el like.

Por: Arturo Rodríguez García

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