*La Columna .
/ Por Fanny Yépez /
Irma no fue una estadística más. Era madre, trabajadora, taxista, mujer. Y fue víctima de una violencia tan brutal que su cuerpo no resistió. Murió de un infarto, sí, pero no de uno espontáneo. Fue un infarto provocado por el secuestro, por la violencia física y psicológica, por el miedo extremo que vivió a manos de sus agresores.
Eso fue lo que textualmente dijo la gobernadora Rocío Nahle: “Irma fue secuestrada, fue violentada y murió de un infarto.” No fue una frase desafortunada, ni insensible. Fue un retrato del horror.
Quienes tomaron esa frase, la maniobraron y la convirtieron en titular, no lo hicieron por error. Lo hicieron por cálculo. Porque en un país donde la violencia de género duele, moviliza e indigna, esa indignación se volvió capital político.
Lo que para la familia de Irma es luto, para algunos fue estrategia de ataque.
Rocío Nahle es mujer y tiene hijas, evidentemente se solidarizó con este caso que estremeció a toda la sociedad, porque solo aquellos de mal corazón actúan de esa forma, asesinando a los débiles, a los inocentes, como sucedió con la maestra.
La interpretación de sus palabras corresponde a cada quien, pero la respuesta que ha tenido de parte de los responsables de impartir justicia, se está viendo a cada momento y todos esperamos que este caso y, cualquier otro, no quede impune.
Varios actores utilizaron este lamentable hecho, como capital político, el deceso lo manejaron para sacar raja política.
El capital político es un concepto complejo que se refiere a la capacidad de un actor político para movilizar recursos y ejercer influencia en el ámbito político. Su estudio permite comprender mejor cómo se toman las decisiones políticas, cómo se distribuye el poder, y cómo se configuran las relaciones entre los diferentes actores en la escena política y como se manipulan a favor o en contra los temas que se colocan en la agenda pública. Como lo es el triste suceso de la maestra Irma Hernández.
Y no. No es lo mismo.
Desde el feminismo, hemos denunciado por años, que la violencia contra las mujeres no solo ocurre en las manos que golpean o en las armas que matan. También ocurre en los discursos, en las narrativas, en las formas en que se trivializa y distorsiona nuestra muerte.
Cuando editan lo que se dijo sobre Irma, están editando su historia. Están negando el secuestro, la agresión, el miedo. Están borrando las verdaderas causas de su muerte.
Por eso debemos ser claras: Irma no murió de un infarto. Murió del terror que le provocaron sus agresores. Y cada quien que usa su muerte como munición política, se aleja de la justicia y de la memoria digna que todas las víctimas merecen.
Quienes vivimos en Veracruz exigimos mejores condiciones de vida, mayor seguridad y que las autoridades garanticen la tranquilidad de nuestras familias, pero no podemos olvidar que fue un comando el que le quitó la vida a la profesora. No debemos aceptar que algunos traten de distorsionar la realidad, distorsionando también las expresiones de la gobernadora Rocío Nahle para sacar provecho político a su favor.