María Stella Flores Barroeta impulsó a crear y dirigir la primera Asociación de Arquitectas en México, a finales de 1960.
Eran los años 40 del siglo pasado cuando uno de los pretendientes de María Stella Flores Barroeta le propuso matrimonio, pero como condición le pidió que dejara su profesión; ella respondió que “no” y decidió entregar su vida a la Arquitectura, convirtiéndose en la única arquitecta en participar en la edificación de una de las mejores universidades de América Latina.
“Ella era una mujer íntegra, honesta y muy responsable. Aunque no fue la primera mujer arquitecta, fue un parteaguas en el sector por sus contribuciones y, por ello, considero que debe ser reconocida por todo el gremio de los arquitectos y constructores”, aseveró María Eugenia Hurtado Azpeitia, académica de la Facultad de Arquitectura.
María Stella nació en Xalapa, Veracruz; desde pequeña ya sabía que quería estudiar algo relacionado con la “construcción”, por lo que no dudó en estudiar la carrera de Arquitectura al enterarse de que las mujeres podían participar. Lo hizo en la entonces Escuela Nacional de Arquitectura y obtuvo su título universitario en 1948 con la tesis “Una clínica del IMSS”.
“Uno de sus primeros trabajos fue en la construcción del multifamiliar Miguel Alemán, en el que demostró gran entusiasmo y destreza en su área; por ello, el arquitecto Mario Pani la invitó a laborar con él en Ciudad Universitaria, CU, de la UNAM”, comentó la universitaria.
Pero Pani no fue el único arquitecto que detectó el talento de María Stella, indicó, sino que Enrique Yañez la invitó a participar en el Conjunto del Centro Médico, en el que se encargó del proyecto y dirección del Edificio para Habitaciones de Médicos Internos y Enfermeras, único inmueble que sobrevivió al sismo de 1985 pero que después fue demolido. Además, colaboró en las obras del Conjunto Urbano Presidente López Mateos, en Tlatelolco.
“Su inquietud y motivación por participar más activamente en el desarrollo de nuestro país, la impulsó a crear y dirigir la primera Asociación de Arquitectas en México, a finales de 1960. Después surgieron más asociaciones, como la actual Asociación Mexicana de Arquitectas y Urbanistas (AMAU) de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, que está por cumplir más de 30 años”, expresó Hurtado Azpeitia.
Añadió que ha sido necesario el rescate de esas figuras femeninas que en la historia han quedado ocultas, porque su participación abrió caminos a otras mujeres profesionistas.
Su huella
“Mientras realizaba estudios sobre Ciudad Universitaria vi que el nombre de ‘María Stella’ estaba en un lugar preponderante, ya que apareció como jefa del Taller de Proyectos, es decir, que ella coordinó a los más de 50 arquitectos que participaron en la edificación de CU”, destacó Louis Noelle Gras, secretaria técnica del Comité de Análisis para las Investigaciones Urbanas, Arquitectónicas y de las Ingenierías en el campus Ciudad Universitaria y los campi de la UNAM.
Esta mujer, agregó, tuvo un papel relevante ya que entregó todo su conocimiento para coordinar a los arquitectos, recibir los proyectos y estar pendiente del funcionamiento de cada uno de ellos; pero también para ver la interacción de uno con otro, cómo se iban ordenando los edificios y sobre todo aportó en el sistema vial de CU.
“Los directores del proyecto en conjunto fueron Mario Pani y Enrique del Moral, pero María Stella era quien estaba al tanto con la obra y lo hizo de maravilla, por lo que hoy en día cuando vamos a Ciudad Universitaria y vemos que todo tiene fluidez dentro de la expresión arquitectónica, también es gracias a la única mujer que participó en la edificación de CU”, mencionó.
La también investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas afirmó que conservar Ciudad Universitaria por 70 años ha implicado un reto, ya que durante este tiempo se ha tenido que conservar cada uno de los materiales usados en un inicio: desde la construcción hasta los murales. Por lo que México tiene el compromiso de atesorar Ciudad Universitaria, que en 2007 fue declarado oficialmente por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.
El diseño del campus central, dijo, es una idea que viene de las primeras universidades en Europa y Estados Unidos, en el que los edificios se colocaron alrededor de un espacio verde; también con el fin de que los alumnos tuvieran mayor interacción entre las diversas carreras.
El reconocimiento que la UNAM se ha ganado como una de las cinco mejores universidades de América Latina, destacó, no lo es únicamente por su calidad en el conocimiento, sino también por sus instalaciones que han facilitado el florecimiento académico.
“Por tanto, debemos sentirnos orgullosos de que cada vez más hay paridad de género en esta casa de estudios y en varias instituciones educativas del país, lo que para mí es un motivo de orgullo como universitaria”, concluyó