¿La crisis será antes o después de las elecciones?

*Análisis sin Fronteras .

/ Ana María Salazar /

Al anticipar, desde el inicio del año, cuáles van a ser los retos más importantes que enfrentará México, siempre se corre el riesgo de que la añoranza de que el nuevo año sea mejor que el anterior no nos permita ver los peligros que enfrentamos en los siguientes meses. Como se los comenté en este espacio, los humanos biológicamente necesitamos la sensación de “esperanza”.

De lo contrario, nuestros antecesores primates jamás hubieran salido de las cuevas para buscar comida si es que pensaran que no sobreviven esa jornada, ante los peligros que representan los carnívoros que acechaban. Psicológicamente necesitamos creer que las cosas mejorarán, aunque la lógica nos dice otra cosa. Otro problema que dificulta la capacidad de los seres humanos para anticipar el futuro, creo, es por razones de supervivencia, tenemos que creer que las desgracias le suceden a “otros” no a “nosotros”.

Este fenómeno se expresó muy claramente durante la pandemia del COVID-19, gran parte de la población inicialmente pensó que era “imposible” que se enfermaran y mucho menos que morirían a causa del COVID. La efectividad de anticipar el futuro depende de la “fe” que tengamos en la fortaleza de las instituciones y la buena-mala fe de los gobernantes y la clase política.

Esta consideración es importante porque dependiendo del respeto que le tengan los actores políticos y la población a las instituciones y la fortaleza de estas para poder enfrentar una crisis, esto nos permite también anticipar las reacciones y capacidades de los gobernantes. Además, esta percepción define la disposición de la población de acatar la ley, obedecer a las autoridades.

Entender estas últimas consideraciones es sumamente importante para poder anticipar la capacidad de control territorial de las organizaciones criminales y la fe que tenga la población en que el gobierno, eventualmente, buscará enfrentar estas organizaciones y salvaguardar a la población.

Seguramente habrá comunidades y poblaciones completas que seguirán esperanzados en el proceso electoral y con que la futura presidenta decida rescatar al país. De lo contrario les quedan pocas alternativas: someterse por varios años a las vejaciones de los criminales, tratar de escapar y abandonar sus tierras y propiedades, sin esperanza de volver. ¿Refugiados internos o migrar a Estados Unidos? La última opción para estas poblaciones, rehenes del crimen organizado, es armarse y enfrentarlos.

Además, la falta de credibilidad en el gobierno y en las instituciones representa uno de los grandes riesgos a la gobernabilidad en México y para la futura presidenta. Si no se cree en las instituciones electorales, ¿porque aceptarán los resultados de los comicios y reconocerán a los nuevos gobernantes? Y cuando gran parte de la población no cree en su gobierno, tampoco la respeta. Y esto sería una forma terrible de iniciar un sexenio, que todo, pero todo indica que tendrá una crisis económica y de seguridad al iniciar el sexenio.

Por eso me preocupa un último factor que está ligado al incremento de la falta de credibilidad, y respeto al gobierno y a las instituciones: a los actuales gobernantes y la clase política tampoco les importa la falta de credibilidad en que ellos incurren y el impacto que está teniendo en el futuro del estado de derecho.

De hecho, hay una sensación de “gandallismo” político, donde se usa, abusa, engaña, miente para poder acumular ahora y a largo plazo, además de robar. Respetar el estado de derecho y las instituciones es ahora un inconveniente nada más. El cinismo y la falta de vergüenza al balconear sus barbaridades no les causa pena ni preocupación, al contrario, lo presumen.

Algunos ejemplos de esta semana del “gandallismo” de la clase política es el título “milagroso” que se le concedió en unos días a Ulises Lara López, el nuevo fiscal encargado en la Ciudad de México. Literalmente se durmió con su título de sociólogo y amaneció siendo un abogado.

Otro ejemplo de “gandallismo” político es la lista que publicó, sin ninguna pena, el dirigente del PAN, Marko Cortés, de los puestos que negoció con el PRI de Coahuila. ¡Lo traicionaron! Y con esto posiblemente está dando un golpe mortal a la credibilidad de la coalición de oposición.

Ni hablar de las acusaciones de corrupción lanzadas por Sanjuana Martínez en contra del papá de la secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, quien supuestamente, como representante del sindicato de Notimex exigía un porcentaje de la liquidación para la campaña de Claudia Sheinbaum. ¿Cuándo revienta el país? ¿Antes o después de las elecciones? Todo depende de cuánto tiempo puedan esconder la realidad en el país.

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